DREAMSTIME EXPANSION
La población de China, tan numerosa, y su excesiva burocracia necesitan de grandes cantidades de datos, algo que beneficia a las empresas chinas de inteligencia artificial.
Al igual que muchas trabajadoras de China, Ashley Wu compra casi todo por Internet. Pero, el pasado noviembre reservó un vuelo online que no existía después de que una persona que se hizo pasar por el departamento de atención al cliente le llamara y le dijera que el vuelo que había comprado anteriormente había sido cancelado. El estafador accedió a los datos de las compras online de Wu, y comprobó que su víctima había comprado un vuelo por 4.000 renmimbi (unos 600 euros). Cuando llamó le dijo a Wu que necesitaba volver a reservar el vuelo inmediatamente o se quedaría sin plaza. "Cuando una persona lo sabe todo sobre ti y sientes esa presión, haces lo que te pide, por irracional que pueda parecer", reconoció Wu, una profesora que trabaja en Pekín. Con las prisas, aportó todos sus datos al estafador.
El gigante asiático ya alberga gran parte de las empresas de reconocimiento facial del mundo
Los ciudadanos chinos generan enormes cantidades de datos, que se utilizan para alimentar la apuesta de China por la inteligencia artificial. Sin embargo, esta estrategia no está exenta de riesgos. La inteligencia artificial ha planteado cuestiones sobre el método que utilizan el régimen chino y las empresas privadas para recopilar y utilizar los miles de millones de datos que consiguen cada día. El plan elaborado por Pekín en 2017, ofrece una hoja de ruta según la cual el sector de la inteligencia artificial podría alcanzar un valor 150.000 millones de dólares hasta 2030.
Los detractores advierten de que la proliferación de aplicaciones basadas en tecnología de inteligencia artificial podrían suponer una amenaza para las libertades civiles. "Me preocupa que no suponga un beneficio para los ciudadanos, sino para el Gobierno, que acabará utilizando sus datos parar vigilarlos", explica Lokman Tsui, activista de la Universidad de Hong Kong. De hecho, China ya alberga gran parte de las principales empresas de reconocimiento facial del mundo. SenseTime, una de las empresas de inteligencia artificial con una valoración más alta, 4.500 millones de dólares, ofrece software que analiza imágenes de una red nacional de cámaras de seguridad CCTV. Por su parte, Start-up Face++, una empresa con un valor superior a los 1.000 millones de dólares, está respaldada por el fondo de capital riesgo del Estado Chino y ofrece hardware para proyectos de vigilancia con cámaras de vídeo. La población de China, tan numerosa y un sistema público burocrático que necesita de grandes cantidades de datos ofrece a las compañías de inteligencia artificial una ventajosa economía de escala.
Las capacidades de la inteligencia artificial en China no están a la altura de lo que se espera
China cuenta con la mayor base de datos de fotos de identidad nacional del mundo (por encima de 1.000 millones). Robots de seguridad equipados con tecnología de reconocimiento facial recorren las calles. Las empresas chinas ya están utilizando estos datos. Algunos restaurantes permiten que los clientes paguen la cuenta recurriendo al reconocimiento facial; los bancos han incorporado tecnología de inteligencia artificial, desarrollada por el grupo de servicios financieros Ping An, para escanear el más mínimo movimiento facial de los clientes y detectar posibles indicios de fraude. Aun así, comienzan a surgir señales de reacciones contrarias a las iniciativas de inteligencia artificial.
En la región occidental de Xinjiang, las autoridades han creado una policía virtualque utiliza a empresas cotizadas como Hikvision, cuyas cámaras controlan a los musulmanes residentes en la región. En señal de protesta, Washington ha endurecido su política con empresas como Hikvision que están respaldadas por fondos de EEUU. La inteligencia artificial puede ser un arma de doble filo, opinan los expertos. Puede alimentar la vigilancia en los regímenes que más controlan a sus ciudadanos pero también es necesaria en países como China, con más de 1.300 millones de habitantes. "Es una forma de integrar el big data, y mejora la comunicación entre las administraciones"; opina Samantha Hoffman, del Centro de Ciberseguridad Internacional de Australia, que ha estudiado las ciudades inteligentes chinas. Esta iniciativa integra la inteligencia artificial con servicios urbanos como transporte, salud pública y videovigilancia. Hoffman explica que "la inteligencia artificial no es ni positiva ni negativa. Es una mezcla de ambas, a veces contradictoria".
A pesar de todas las funciones que ofrece, el 'big data' tiene también sus limitaciones
A veces, las capacidades de la inteligencia artificial de China no están a la altura de lo que se espera de ellas. Cuatro años después de anunciar un polémico plan de créditos sociales -destinado a medir la fiabilidad de los ciudadanos a los que se asignaba una puntuación- sólo Pekín y Hangzhou lo han implantado. Los que más puntuación obtenían tenían acceso a pequeños beneficios como una rebaja en el precio del transporte.
China todavía carece de un sistema de créditos financieros, a pesar del tamaño de su economía. En un intento desesperado de acceder a la financiación, los ciudadanos chinos recurren a plataformas de créditos, que prometen hacer uso del big data y los algoritmos de inteligencia artificial para emparejar a entidades financieras con los prestatarios adecuados.
Pero, a pesar de todas sus funciones, el big data tiene también sus limitaciones. "Los bancos quieren saber quién va a devolver los créditos y la policía quién va a cometer delitos", explica Jeremy Daum, de la Escuela de Derecho Yale de China. "Algunos de estos datos están disponibles, pero otros muchos no. Y una puntuación general no ayuda a encontrar los datos que necesitamos".
EMILY FENG FINANCIAL TIMES
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