En guerra. Helicópteros de combate en Vietnam en el año 1967 durante la operación Pershing, dedicada a la búsqueda y destrucción en la llanura de Bong Son y el valle An Lao en el sur del país. Los soldados esperan la nueva oleada de helicópteros (Patrick Christain / Getty)
Max Hastings publica el relato de la guerra que no tuvo bando bueno
Muchos nos equivocamos en Vietnam pensando que porque los americanos no eran los buenos, los otros tenían que serlo”, recuerda el historiador británico Max Hastings. No lo eran. El autor de libros como Armagedón. La derrota de Alemania , aborda ahora una guerra que vivió de primera mano: la del Vietnam, donde fue joven corresponsal de la BBC.
Allí vio atrocidades por parte de los americanos y dos gobiernos crueles e incompetentes al norte y sur del Vietnam. Una historia que, tras cientos de entrevistas y de escarbar en numerosos documentos, plasma en La guerra de Vietnam. Una tragedia épica 1945-1975(Crítica).
Equivocación histórica
“Erramos pensando que como los americanos no eran los buenos, los otros tenían que serlo”
Hastings (Londres, 1945)explica en una entrevista telefónica que comenzó a escribir el libro por tres razones: Primero, porque la mayoría de libros sobre la guerra eran de estadounidenses y la trataban como una guerra americana, “y fue una tragedia asiática, con dos millones, quizá tres millones de vietnamitas, muertos. Cuarenta vietnamitas por estadounidense. Quería poder contar la historia de los vietnamitas”. En segundo lugar, añade, “la guerra me causó una impresión tremenda como corresponsal joven y estúpido. Y quería volver a mirarla”. Y tercero, “porque en los sesenta y los setenta todos nos dábamos cuenta de que la guerra era un desastre y EE.UU. no podían ganar, y además luchaban de manera terrible”, y de ahí nació el error de pensar que los norvietnamitas tenían que ser los buenos. “Una de las cosas más importantes que intento establecer en mi libro son las cosas horrorosas que los estadounidenses realizaron, pero también las de los comunistas. Yo quedé anonadado por cómo los americanos lanzaban misiles por el campo indiferentes a quien hubiera debajo, fueran tropas o campesinos. Pero también relato cómo los comunistas para imponer su ideología infligieron un sufrimiento terrible a los vietnamitas. Cuando la guerra acabó en 1975, muchos pensaban en el sur que nada podía ser peor que el régimen de Saigón apoyado por los americanos. Tras vivir el gobierno comunista cambiaron de opinión”.
Hastings prosigue: “La mayoría de las guerras, y lo aprendes tras muchos años de escribir sobre ellas, no tienen causas absolutamente buenas o malvadas. En Vietnam, cuando llegué en el año setenta, estaba muy sorprendido de que los americanos no merecieran ganar, pero no creo que la otra parte mereciera ganar tampoco. Sientes una enorme piedad por los millones de personas que tienen que sufrirlas cuando ambas partes cometen actos espantosos”. En ese sentido, recuerda la crueldad de los norvietnamitas. “En casi todas las batallas morían más vietnamitas pero a Le Duan, el fanático que regía Vietnam del Norte, no le importaba. Estaba determinado a la victoria a cualquier coste. Su crueldad era increíble. Hay momentos en los sesenta en los que Ho Chi Minh habría aceptado una paz de compromiso. Entonces pensábamos que él estaba al mando. Pero no, y fue Le Duan el que dijo que ningún acuerdo, sólo aceptarían la victoria total”.
Odio a los extranjeros
“Los norvietnamitas ganaron porque eran vietnamitas y los estadounidenses no”
Además Occidente no se enteraba de nada. “Todo el mundo, incluida la Casa Blanca, estaba convencida hasta el final de la guerra de que esta se luchaba por los norvietnamitas a las órdenes de Mao y Breznev. Ahora sabemos que los rusos estaban muy disgustados con la guerra. Y los chinos no estaban contentos. Recordaban Corea. Los americanos desesperados podrían usar armas nucleares o invadir Vietnam del Norte y tendrían al ejército americano en su frontera. Pero en ese periodo Rusia y China luchaban por el liderazgo del mundo comunista y se vieron obligados a asistir al Norte y su gobierno fue muy inteligente. Pero los rusos estacionados en Vietnam vivieron un tiempo terrible, no se les permitía hablar con civiles o viajar libremente. Nunca confiaron en ellos. Los vietnamitas odiaban a los extranjeros de cualquier tipo”.
De hecho, el historiador asegura que “la principal razón por la que los norvietnamitas ganaron es que eran vietnamitas y los estadounidenses no. Y los estadounidenses, y los británicos, en las guerras desde 1945 nunca han sido buenos identificándose con las culturas locales. La gran lección del Vietnam es que no importa cuántas batallas ganas. No significan nada a menos que tengas algún compromiso social, cultural y político con la sociedad local. No existió en Vietnam, ni Afganistán, ni Siria, ni Irak”.
Si el gobierno del Norte era cruel, el del Sur no era de carmelitas. “Ngo Dinh Diem, el dictador del Sur, era un títere americano. Una figura curiosa. Tenía ciertas cualidades, era un patriota apasionado y también un católico fanático en un país budista. Si pudiera haber gobernado un poco mejor podría haber tenido éxito como en Corea del Sur, donde tras la guerra rigió un terrible dictador títere pero dio lugar a la democracia y hoy es un país exitoso. Pero él promovió a católicos a expensas de los budistas y dio a su familia, gente terrible, una autoridad extraordinaria para la opresión y para explotar el país para hacer dinero. Al final, los americanos se convencieron de que con él el país no podía prosperar y permitieron a sus generales matarle. Una vez fueron cómplices de su asesinato perdieron cualquier posición moral. Tras Diem los americanos apoyaron a una sucesión de generales que los vietnamitas, a los que no les gustaban los extranjeros, veían que no podían despertarse sin preguntar a los americanos”.
Para Occidente también hay mucha estopa. “Si De Gaulle hubiera sido inteligente habría visto que en 1945 no había manera de que los franceses mantuvieran Vietnam como colonia. Pero Francia estaba tan humillada por la derrota de 1940 que no negociaron con los comunistas vietnamitas y comenzaron diez años de guerra hasta perderla”, señala. Hastings cuenta que los americanos pagaron esa guerra. “Los franceses estaban arruinados. En 1951 ya se dieron cuenta de que no podían ganar y fueron los americanos los que se obsesionaron con hacerlo. Les parecía una batalla muy importante en la guerra fría y para 1952 cada proyectil y cada bomba de los franceses lo pagaban los americanos. Había tropas francesas con cascos, jeeps, aeronaves y armas americanos. Cuando las tropas americanas llegaron años más tarde, los campesinos vietnamitas pensaron que eran la misma gente”.
Sobre los estadounidenses, Hastings dice que hay que recordar la circunstancia histórica: “Apoyaban terribles regímenes en América del Sur sólo porque eran anticomunistas. Con Diem en Vietnam pensaron que tenía un régimen corrupto y cruel pero no peor que muchos de los sudamericanos. Por qué debía caer”. Luego, sigue, “en cada momento los líderes americanos tomaban las decisiones no por lo que fuera mejor para los vietnamitas sino sobre todo para los políticos americanos. Johnson en cada momento pensaba cómo afectaría a sus posibilidades de ser reelegido. Nixon y Kissinger, al tomar posesión en 1969, sabían que la guerra estaba perdida. Pero siguieron presidiendo sobre decenas de miles de personas muriendo pensando en qué podía soportar el electorado americano. EE.UU. tenía un orgullo inmenso por haber ganado la Segunda Guerra. Ningún presidente se sintió capaz de decirle a la gente que no podían hacer las cosas como quisieran. Y fue un trauma terrible para los estadounidenses ver los límites de su poder”, concluye.
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