domingo, 5 de mayo de 2019

INTELIGENCIA ARTIFICIAL: Cómo suena la poesía que escriben las máquinas





Sistemas de inteligencia artificial componen poemas con un léxico muy superior al empleado por un humano medio



Investigadores de Microsoft y la Universidad de Kioto (Japón) han inventado un sistema de inteligencia artificial que escribe poesía a partir de imágenes. A pesar de que los expertos consideran que su producción es muy desigual en cuanto a la calidad, admiten que algunas composiciones son más que aceptables. De hecho, un grupo de lectores que ignoraba el origen de los textos tuvo dificultades para descubrir quién era el autor.
No es la primera vez que se explora este campo. Sin embargo, las máquinas son cada vez más capaces, también en esta vertiente. El cine, la música, la pintura, la arquitectura… todas estas manifestaciones artísticas y muchas otras se han beneficiado de los avances en realidad virtual, big data, robótica, inteligencia artificial, aprendizaje automático y profundo (machine learning y deep learning, respectivamente) impulsadas por titanes tecnológicos como Google, IBM...

Como sucede con ellas, también en la poesía se mantiene abierto el debate acerca de la posibilidad de que los programas informáticos puedan ser creativos como lo son los seres humanos. El sistema de los científicos de Kioto y Microsoft ha sido capaz de escribir lo siguiente a partir de la fotografía de un cangrejo muerto: “Déjame ser el refrescante azul / perseguido por el cielo desnudo / y el agua fría de aire azul cálido. ‘Brillando brillantemente nunca llega’, parece decir”.
La guerra le inspira la siguiente reflexión: “He sido una gran ciudad / girando y gritando / el sonido de la carretera”. En cambio, sobre un paisaje bucólico manifiesta: “El sol está brillando, / el viento mueve / árboles desnudos, y bailas”. A partir de este fenómeno, están proliferando las páginas y los blogs dedicados a publicar poesía y prosa escrita por robots. CuratedAI es uno de estos servicios; las máquinas redactan las piezas y las personas las seleccionan.

Karmel Allison, que está al frente de esta iniciativa, explica que resulta fácil que actualmente los softwares hagan esta tarea; otro asunto muy distinto es que lo hagan de un modo óptimo. Esa es justamente la función de los profesionales, cuya atribución ya no tiene nada que ver con la ciencia ficción. Su intervención en la fase final de este proceso requiere unas aptitudes que, por ahora, solo tienen los individuos de carne y hueso. Para Allison, la aplicación de las redes neuronales profundas a esta expresión artística es un “ejercicio postmoderno”.
La editorial educativa McGraw Hill calcula que el promedio de palabras que emplea un ciudadano convencional es aproximadamente de 10.000. En las obras de William Shakespeare esta cifra asciende a 33.000. Pues bien, el algoritmo de Karmel Allison, Deep Gimble I, trabaja con 190.000 vocablos. De esta manera, ha generado poemas como este, titulado “Locura”: “Locura en su cara y en mí, / el mundo que había visto. / Cuándo mi alma verá la noche para ser la misma”.

El algoritmo que ha diseñado Karmel Allison, llamado Deep Gimble I, trabaja con 190.000 vocablos


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