Viñedos de Langhe, en el Piamonte (StevanZZ / Getty Images/iStockphoto)
Esta región del norte del país ofrece al viajero un recorrido entre verdes colinas, viñedos, lagos, palacios reales, exquisitas trufas y chocolate
Piamonte (Piemonte en italiano, cuyo nombre procede de Pedemontium, “al pie de los montes”) es una zona especial, tanto geográficamente como en su historia o en la forma de ver la vida. Protegida por los Alpes, con un 43% de su superficie montañosa y a poca distancia de su vecina Francia, esta tierra siempre se ha sentido muy orgullosa de su propia identidad y de su riqueza. Sin embargo, pese a ser la segunda región con mayor tamaño de Italia, ha pasado poco menos que desapercibida entre los viajeros que se lanzan a explorar el país transalpino.
Seguramente, si Piamonte no estuviera en Italia, resaltaría más su potencial. De hecho, muy poca gente la tiene entre su lista de prioridades. Y eso que cuenta con una gran diversidad de opciones. Hay muchos y variados Piamontes . Está el de los lagos, el de los Alpes, el del río Po, el de los viñedos y castillos, el de los Saboya, el de la filosofía del slow food, el de la trufa o el vino... En definitiva, hemos querido descubrir la hermosa belleza y los tesoros que guarda en su interior este discreto territorio trazando una ruta en coche de una semana.
Vuelos baratos a Milán desde España
La mayoría de las escapadas para conocer Piamonte suelen empezar con un vuelo hasta su capital, Turín, que normalmente tiene tarifas muy económicas –desde 50 € ida y vuelta- desde varias ciudades españolas. Sin embargo, esta ruta circular que proponemos parte de Milán y regresa a Milán, puesto que resulta más práctico si nos interesa visitar la parte norte de la región.
Incluso nos ahorraremos algo de dinero porque los billetes desde España a Milán son algo más baratos que hasta Turín. Hemos encontrado vuelos por 25 € con Ryannair. Una vez en el aeropuerto Malpensa, el objetivo será alquilar un coche –el coste, dependiendo del tipo de vehículo, ronda los 50 € por semana - para iniciar esta pequeña aventura.
24 horas por Milán
Como he sugerido anteriormente, Milán es un buen punto de partida para este viaje. Y ya que estamos, la capital mundial de la moda y el diseño bien vale un día de nuestro tiempo. La archiconocida catedral gótica el Duomo , el palazzo dell´Ambrosiana, la basílica de Santa Maria delle Grazie, que custodia la valiosa obra de La última cena de Leonardo da Vinci o el esplendoroso Teatro alla Scala son algunas de las visitas indispensable que hay que tener en cuenta durante un paseo por la ciudad.
Aunque no se trata de un destino precisamente barato, cuenta con muchos planes en los que no hay que gastar dinero: caminar por el barrio de los Navigli, junto a los canales, o por el parque Sempione (el pulmón verde la ciudad) o bien entrar en la Galeria de Arte Moderno.
El Lago de Como y sus pueblecitos
Desde Milán, salimos hacia la localidad de Como, situada a 1 hora y 20 minutos, aproximadamente. Los paisajes que nos encontramos por el camino son fabulosos. Entre las montañas cubiertas de bosques, aparece el coqueto lago con sus serpenteantes riberas salpicadas de villas modernistas. Situado a 199 metros sobre el nivel del mar y con 410 metros de profundidad, está considerado como uno de los más profundos de Europa y el tercero más grande de Italia, por detrás del lago de Garda y el lago Mayor.
Es un lugar con cierto aire aristocrático. Sus bucólicos parajes han inspirado a artistas como Leonardo da Vinci, Napoleón o Verdi, y en la actualidad el actor George Clooney es dueño de dos mansiones. Dependiendo del tiempo del que dispongas, lo aconsejable es conducir admirando el entorno y no perderse los pueblos más bonitos: Brienno, Tremezzo, Menaggio, Varenna o Bellagio.
Lago Mayor y las islas Borromeas
Vamos de un lago a otro lago. De Como al Mayor, el más occidental de los tres lagos prealpinos, plagado de senderos y miradores que impresionan. En el interior, de sus aguas, sobresalen 11 islas, entre las que se hallan las famosas tres islas Borromeas, tres maravillosas joyas naturales: la isla Bella, que alberga el palacio Borromeo del siglo XVII, envuelto por espectaculares jardines; la pintoresca isla de los Pescadores, y la isla Madre, reconocida por su jardín botánico.
También son dignos de mención el islote de San Juan frente a la Pallanza, y el escollo de Marghera. Por algo este lugar fue uno de los escondites favoritos de Hemingway y también escondite predilecto de recreo de la familia real Británica.
Turín, la capital del Piamonte (y el chocolate)
Descendemos de nuevo hacia el sur, adentrándonos en pleno Piamonte, dirección a su capital, Turín (Torino en italiano). Pese a que no suele estar entre las ciudades más turísticas de Italia, su belleza es innegable, brilla con luz propia. A orillas del río Po y rodeada por los Alpes, que ofrecen un marco especialmente bonito en invierno. Su centro rebosa de un estilo señorial con sus calles con aires parisinos, con sus museos (especial mención el del cine y el egipcio) y los barrios del Quadrilatero Romanoy de San Salvario.
Los turineses, desde siempre, son unos apasionados del chocolate. De hecho, fueron ellos los que inventaron el primer chocolate sólido o la tableta, pero, en realidad, les gusta en todas sus formas: deshecho, en bombón, con café... así se entiende porque la llaman “la ciudad del chocolate”. Cuentan que Pietro Ferrero, un pastelero de Piamonte, cogió la gianduja (un tipo de chocolate) y la transformo en una pasta cremosa gracias a que se derritió durante una época de mucho calor, siendo este el origen de la Nutella.
La ruta de los Saboya
En una visita a Turín vale la pena centrase en su historia y descubrir el legado de los Saboya, quienes se asentaron en Turín en el siglo XVI. Y durante los siguientes 300 años se dedicaron a construir formidables palacios, un imponente mausoleo y varias mansiones palaciegas.
Si hacemos un recorrido a pie podremos deleitarnos con varias muestras de su poder e influencia de esta familia: la piazza Castello, los palacios Real y dell´Accademia delle Scienza y Carignano, el castillo de Moncalieri o el de Racconigi. En una sala interior en ese complejo de edificios se puede ver la Sábana Sagrada o también conocido como el Sudario de Turín.
La Corona de las delicias
Pero como comentaba previamente, la dinastía de los Saboya no sólo controlaba el centro histórico de Turín, sino que también diseñó un sistema urbanístico y arquitectónico en los alrededores de la ciudad. El nombre de Corona di Delizie (la corona de las delicias) hace referencia a un conjunto de lugares de vacaciones, palacios, fortalezas y residencias de caza con las que los monarcas rodearon la capital. En total estaba formado por 15 construcciones rodeadas de jardines majestuosos que competían con los de otros tronos centroeuropeos, en cuyo interior se custodiaban obras de arte.
Forman parte de esta numerosa “corona” el castillo Rivoli, sede del Museo de Arte Contemporáneo y el ineludible castillo de Venaria (“La Venaria”), que con sus 80.000 metros cuadrados se la conoce también como el Versalles Saboya. Además, conviene citar otras formidables obras de la arquitectura como el palacete de caza de Stupinigi, basado en el modelo centroeuropeo, que fue lugar de fiestas y pompa así como residencia de Napoleón al inicio del siglo XIX, y el castillo de Moncalieri (siglo XII), una de las residencias más antiguas construida en la edad media con fines defensivos y adaptada a la vida de corte por los Saboya. Tal es su valor histórico que, en 1997, la Unesco ha incluido en la lista de patrimonio mundial a 14 de estas magníficas residencias reales, situadas en Turín y Piamonte.
La gastronomía piamontesa: el ‘slow food’
En los años 80 y 90 en la población piamontesa de Bra se fundó el movimiento slow food , una filosofía que reivindica la comida de calidad, el saborear antes de engullir, los productos naturales y las recetas de casa y, ante todo, el rechazo más absoluto a su antagonista: el fast food.
En la actualidad se mantiene vigente y es una de los recorridos gastronómicos más apreciados por los foodies de todo el mundo. Si tenemos en cuenta que esta tierra es la cuna de productos tan cotizados como las trufas de Alba, los chocolates de Turín o los vinos de Barolo, entenderemos porque es un placer para los sentidos este viaje a Piamonte.
Para experimentar el concepto slow food en vivo y en directo, te proponemos conducir al sur de Turín hasta Lingotto, donde en el año 2007 el arquitecto Renzo Piano transformó la antigua fábrica de Fiat en un original supermercado llamado Eataly. Allí podrás comprar y degustar una asombrosa variedad de bebidas y alimentos sostenibles divididos por secciones –queso, pan, carne, pescado, pasta...– y se acogen habitualmente catas y talleres de cocina. Por cierto, una sugerencia en Lingotto: en la Pinacoteca Giovanni y Marella Agnelli se pueden ver obras de la colección privada de Agnelli (propietario de Fiat), donde destacan entre otras, creaciones de Renoir, Manet, Picasso y un famoso Modiagliani.
Los viñedos de Langhe
Hemos de reservar uno o dos días para conducir 90 kilómetros al sur de Turín, donde nos espera la provincia de Cuneo (el Bajo Piamonte), donde está la región de los Langhe, uno de los paisajes de viñedos más bonitos del planeta y donde se elabora uno de los vinos italianos con más prestigio: Barolo. El camino, que sigue el cauce del río Tanaro, se mueve por suaves colinas cubiertas por huertos, viñedos y entrañables granjas de piedra.
Entre las hileras de esos viñedos rebosantes de uvas, avellanos y bodegas, hay paradas obligadas como la ciudad misma de Cuneo, Bra, Cherasco (por cierto, famoso por sus lumache, caracoles), Grinzane Cavour, Pollenzo, Barolo y Barbaresco. Es una delicia, detenerse, contemplar tranquilamente, comer y volver de nuevo al camino. Bosques, llanuras, colinas... Una estupenda guinda final a este recorrido vinícola podría ser o el Castello Falleti que alberga el Museo del Vino – muy interesante cómo explican su historia a través de la música–, o bien hacer una cata de vino en la Enoteca Regionale del Barbaresco, situada en el interior de una iglesia.
La codiciada trufa blanca de Alba
En la misma zona de Langhe, algo más hacia el noreste, está la capital mundial de la trufa blanca (el tartufo bianco). O más bien las capitales. La más conocida es Alba, cuya trufa es considerada por su alto coste incluso más preciosa que la uva Pinot Noir o el diamante (de la trufa blanca se puede llegar a pagar por kilo hasta 6.000 €). A diferencia de las negras que son más comunes, las denominadas Tuber magnatum pico resultan una auténtica rareza: son escasas, silvestres y difícil de localizar. Crecen solamente en esta zona de Italia.
Para explorar bien el territorio de la trufa blanca, es recomendable coger el coche (se puede hacer en bici también) y ir desde Alba hasta Alessandria, pasando por Asti. Hay que resaltar especialmente la hermosa campiña de Asti, donde también se cultiva la trufa negra. Si buscas una experiencia total, lo aconsejable es viajar en octubre y noviembre cuando se celebra la famosa feria de la trufa (cada fin de semana): Fiera Internazionale Tartufo Bianco d´Alba.
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