martes, 18 de febrero de 2020

Cinco claves para no meter la pata con una crítica

Criticas

Rubén Montenegro


El reproche molesta, pero es necesario para mejorar. Hay formas nocivas que dañan. Sin embargo, otras son constructivas y nos ayudan a crecer



La crítica forma parte de la vida. No podemos satisfacer a todo el mundo, aunque lo intentemos. En muchas ocasiones, cuando alguien comenta nuestras acciones o decisiones, tenemos la tentación de defendernos. Es una forma de protegernos. ¿Evitamos las críticas? Si es así, nos equivocamos. Cuando exponemos un proyecto al equipo y un compañero nos explica los problemas que surgieron en ese caso con anterioridad nos incomoda porque lo entendemos como un ataque personal o como una falta de reconocimiento a nuestro esfuerzo. Lo mismo sucede cuando entregamos un texto que hemos redactado y alguien nos advierte de sus errores.
Reconozcámoslo: la crítica molesta, pero es necesaria si queremos lograr ideas originales o mejorar lo que hacemos. Evidentemente, no sirve cualquier crítica ni esta puede exponerse de cualquier manera. Hay algunas formas que son nocivas y dañan. Otras, en cambio, son constructivas y nos ayudan a crecer. Veamos qué características deben tener las críticas constructivas para que funcionen en un equipo y cuál es el precio de anularlas.
1) Se centran en el contenido y no va contra la persona. Cuando hacemos un comentario sobre una exposición o un proyecto tenemos que evitar dañar al autor. Debemos centrarnos en el contenido o en la forma, pero no en la persona. Si no, quien recibe el comentario lo considerará un ataque y tendrá motivos para estar molesto.

2) La forma es importante. No se pueden realizar críticas de manera acalorada, jocosa o sarcástica. Es decir, debemos cuidar la manera de exponer nuestros comentarios para no ofender a quien está enfrente.
3) No es necesario ofrecer la solución. La persona que realiza una crítica no tiene la obligación de ofrecer una solución. He conocido a directivos que impedían dar puntos de vista distintos porque quienes lo hacían no sugerían una salida. Es un error. Es posible que alguien vea un problema en el que nadie había reparado antes, pero que desconozca la forma de resolverlo. A pesar de ello, su opinión es muy valiosa porque nos advierte del problema.
4) Quien realiza una crítica debe estar cualificado. No se puede criticar algo sin conocerlo previamente, por el mero hecho de decir cualquier cosa, como sucede muchas veces en las empresas o en las redes sociales. En ese caso el comentario carece de fundamento y es lógico que perturbe a la persona a la que va dirigida.
5) No confundir crítica con queja. La diferencia entre la queja y la crítica constructiva es la intención: la queja no moviliza a la acción. Sin embargo, la crítica anima a buscar soluciones.
Cuando se anula la crítica en las dinámicas de empresa, se paga un precio muy alto. Así lo demuestran algunas experiencias. Polaroid o Nokia, por ejemplo, fueron hasta hace unos años líderes en el mercado mundial de su sector. Sin embargo, el éxito hizo que estrangularan la crítica interna. Algunos profesionales de estas compañías eran conscientes de las decisiones desacertadas, pero nadie les escuchó. Incluso se fomentó una cultura de ausencia de crítica. Hoy pasa algo similar en otras organizaciones. Existen jefes que prefieren rodearse de aduladores en lugar de personas que les cuestione. Ahí está el error. Esa actitud les impide darse cuenta de las posibles amenazas que les acechan con sus decisiones.
Las reuniones de tormentas de ideas o de brainstorming son poco recomendables para encontrar ideas creativas. En un brainstorming se reúne un grupo de personas para discutir sobre algo (cómo ser más eficientes, cómo mejorar un determinado proyecto…) y cada uno aporta sus opiniones. Según sus reglas, no se puede realizar ninguna crítica. Se supone que de esa manera se coarta la creatividad. Sin embargo, ciertos estudios demuestran que las críticas constructivas contribuyen a la generación de ideas originales. Así se comprobó en una investigación desarrollada en Francia y en Estados Unidos que midió el número de buenas ideas en equipo. El estudio demostró que las buenas ideas en los grupos a los que se les permitía hacer crítica constructiva aumentaba un 16%. Eso mismo se ha verificado en laboratorios de microbiología exitosos o en hospitales. Cuando las personas se sienten libres de opinar cuidando la intención y la forma, ayudan a la persona que expone a encontrar nuevas vías para mejorar su proyecto. Por eso es tan importante rodearse de buenos críticos constructivos. De ellos depende seguir avanzando.

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