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Tendemos a ver la historia de quienes viven en ruta como el lado oscuro de la nuestra, la historia de los pueblos nómadas no es menos significativa que la de la los pueblos asentados, pues estos no podrían haber sido sin ellos
Nomos alguna vez fue algo así como un área fija o delimitada, también fue el pasto. De aquella palabra indoeuropea como una raíz temprana brotó Nomas, que significa "un miembro de una tribu de pastores errantes" o "alguien que busca un lugar para pastar sus rebaños". Guías mismos de la civilización, los nómadas siguen buscando el lugar que ocupan en la historia, que es tan largo como los caminos que transitan.
A menudo, pensar en ellos conlleva un juicio implícito: son vagabundos, migrantes, vagabundos, personas fugadas de alguna parte, personas que no se conocen, que no conocen de lo humano. Pero, ¿y si lo humano es, precisamente, ser nómada?
La sensación de que los nómadas son desconocidos, esa otredad obviada, ha permitido durante mucho tiempo que los pueblos asentados (civilizados en la jerga moderna) descarten los logros de los pueblos en movimiento, sostiene Anthony Sattin, autor del libro Nómadas: los vagabundos que dieron forma a nuestro mundo, en Smithsonian. Según este, aunque tendemos a ver la historia de quienes viven en ruta como el lado oscuro de la nuestra, la historia de los pueblos nómadas no es menos maravillosa ni menos significativa, sino todo lo contrario.
Una realidad complementaria
"Sus historias diversas y notables están ambientadas en algunos de los paisajes más extremos del mundo, a lo largo de una línea cronológica que se remonta a lo que ahora creemos que fue el comienzo de la arquitectura monumental, en Gobekli Tepe, en Turquía, alrededor del 9500 a.C", explica Sattin.
Sin embargo, la escasez de registros sobre sus historias se ve agravada por la falta de presencia y detalles sobre las mujeres que conformaron estas comunidades, pues gran parte de lo que sabemos sobre los pueblos nómadas más antiguos proviene del relato de los hombres. No obstante, la grandeza con la que los escitas enterraban a algunas de sus mujeres, denota que estas tuvieron una gran influencia. "El hecho de que pocas de sus voces nos lleguen hoy es nuestra pérdida, pero no debemos asumir por su olvido que no jugaron un papel central".
La mayoría de los informes sobre pueblos nómadas se relacionan con tiempos de conflicto, como si la guerra fuera el único caso en que los cronistas establecidos pensaron que valía la pena mencionar a estas personas. Estas tergiversaciones no reflejan ni la realidad de la vida nómada ni la totalidad de la relación entre los nómadas y los asentados, que ha sido complementaria e interdependiente durante la mayor parte de los últimos 10.000 años.
La ciudad de los Pars no era una ciudad
Para exponer la grandeza de estos pueblos, Sattin pone de ejemplo a los Pars, una tribu indoeuropea nómada que salió de las grandes estepas euroasiáticas y se asentó en la meseta de las tierras altas de lo que ahora es Irán. Bajo un líder dinámico llamado Ciro, en el siglo VI a. C., los Pars establecieron la soberanía desde lo que ahora es Omán hasta el Mar Negro. "En la época en la que se decía que Buda había encontrado la iluminación, cuando el primer rey cingalés gobernaba Sri Lanka y China estaba dividida entre numerosos príncipes y reyes, Ciro dominaba alrededor del 40% de la población mundial, lo que corresponde a un hombre con títulos como el Gran Rey, el Rey de Reyes, y Rey de los Cuatro Rincones del Mundo".
Diecisiete años después de la muerte de Ciro, uno de sus sucesores, Darío I, un hombre de ascendencia nómada cuyo reino no tenía ciudades, construyó un nuevo tipo de monumento, que los antiguos griegos llamaron Persépolis. La ciudad de los Pars no era una ciudad como entendemos en la actualidad, sino un centro sagrado, ceremonial y diplomático de un imperio, así como su tesorería.
Cada año, durante la celebración del Nowruz, el Año Nuevo persa, las 27 tribus y naciones súbditas del reino enviaban representantes con oro, caballos, lino y otros tributos. Pero quizás el aspecto más significativo y revolucionario de Persépolis radica en la forma en que fusionó estilos artísticos y arquitectónicos extraídos de Egipto hasta el Mar Caspio y el Creciente Fértil. Persépolis, en otras palabras, fue una celebración en piedra de la diversidad racial y cultural del Imperio Persa.
Reevaluar nuestra "otra mitad" errante, subraya así Sattin, nos permite "ver lo que hemos aprendido de las personas que viven en movimiento y nos muestra cuánto hemos ganado con la cooperación". Pero no solo eso, pues en su dinámica se convierte en el reflejo perfecto de un futuro posible como otra forma de vida, ágil, flexible y en equilibrio con el mundo natural.
Por
ACyV
06/11/2022 - 05:00
La historia de los nómadas es la historia del mundo: así dieron forma a la civilización (elconfidencial.com)
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