El primer ministro, Rishi Sunak, en el Parlamento británico. (Jessica Taylor)
Sunak desmiente que quiera seguir el modelo suizo. Pero Londres sigue buscando un encaje con la UE y países terceros, donde los acuerdos comerciales o no llegan o son un "fiasco"
Las nuevas generaciones seguramente no se acuerden, porque parece que haya pasado una eternidad. Pero aquellos que siguen la saga del Brexit desde los comienzos les sonará el acuerdo de Chequers. En julio de 2018, la entonces premier Theresa May se llevó a todo su Consejo de Ministros a la campiña inglesa para consensuar la relación que Reino Unido tendría con la UE tras el histórico divorcio.
Se apostó por un enfoque muy suave, "un Brexit blando" lo llamaban, alejado de la ruptura total con el club comunitario que demandaba el ala más euroescéptica del Partido Conservador. Sin embargo, la fumata blanca apenas duró 48 horas. La dimisión de Boris Johnson como ministro de Exteriores acabó forzando la salida de May.
Pero aquí estamos de nuevo. Cuatro años más tarde y cuatro primeros ministros después, volvemos a la casilla de salida, con portadas —que citan a "altos cargos del Gabinete"— señalando que lo busca ahora Londres es seguir el modelo suizo. En otras palabras, retomar el acuerdo de Chequers.
Muchos esperaban que la atormentada relación de Reino Unido con la UE terminara con el histórico referéndum de 2016 o con la salida ya a efectos prácticos el 31 de diciembre de 2020. Pero no ha sido así y no tiene sentido pretender lo contrario. Se trata de un asunto que sigue dominando el discurso político, de la misma manera que lo viene haciendo desde que en 1961 Harold Macmillan intentó unirse, por primera vez, a la entonces asociación económica, solo para encontrarse con un "no" rotundo del general de Gaulle.
La razón por la que se sigue hablando del Brexit sencillamente es porque, a día de hoy, no funciona. La patronal se queja de las mayores barreras regulatorias que afrontan ahora las compañías surgen de las leyes creadas en Westminster. Los nuevos acuerdos comerciales con países terceros prometieron mucho, pero han traído más bien poco.
Por su parte, la migración neta —la diferencia entre los que entran y se van— ha alcanzado un récord de 504.000, muy lejos de los 100.000 que prometían los tories. La reanudación de viajes poscovid, los programas de acogida de refugiados afganos y ucranianos, así como las visas especiales que se han ofrecido a los ciudadanos de Hong Kong son factores clave.
Reino Unido no es inmune a los desafíos globales que están afectando a las economías de ambos lados del Atlántico. Pero aun así, según las propias previsiones del Banco de Inglaterra, será el único país importante cuya economía, para 2025, aún no haya recuperado los niveles previos a la pandemia. No solo se trata de las peores tasas de crecimiento del G-7 o G-20, sino de cualquier parte del mundo desarrollado.
La Oficina de Responsabilidad Presupuestaria —el organismo independiente de control de las finanzas públicas del Gobierno— estima que el Brexit afectará a la economía británica el doble que el coronavirus. Por su parte, las exportaciones al bloque disminuyeron casi un 14% en 2021, en comparación con 2020, y hasta un 25% si se compara con 2019.
Sin agenda post-Brexit
El Brexit nunca iba a hacer, por sí mismo, a una nueva Global Britain más fuerte, más justa o con impuestos más bajos. Pero los nuevos poderes que tanto anhelaban los euroescépticos sencillamente no se están utilizando. La mayor crítica que se hace al Gobierno conservador —incluso desde la prensa más afín— es que hay una "vergonzosa ausencia de algo que pueda describirse como una agenda post-Brexit".
Y este es en el punto donde se encuentra ahora el premier Rishi Sunak, intentando lidiar con el periodo de ajuste, buscando respuestas convincentes para sus propias filas y el electorado, cuando queda poco más de un año para las próximas generales. El líder tory —que cumple ahora un mes en el Número 10— siempre ha sido un brexiteer convencido. Pero, al mismo tiempo, es un pragmático que huye de mensajes populistas. De hecho, votó a favor de la propuesta de Theresa May las tres veces que se presentó en la Cámara de los Comunes.
En cualquier caso, desmiente ahora que su Ejecutivo quiera seguir el "modelo suizo" para definir la relación con la UE. "Bajo mi mandato, Reino Unido no buscará ninguna relación con Europa que se base en una armonización con sus leyes", señaló esta semana durante el congreso de la Confederación de la Industria Británica (CBI, en inglés).
Retraso tras retraso
Aunque, a día de hoy, Reino Unido sigue cumpliendo la normativa comunitaria. Tras abandonar el bloque, Westminster debe "adaptar" el marco regulatorio de la UE al marco británico. Pero poner fin a una relación de casi cinco décadas no es tarea fácil. En principio, deberían haberse realizado los trámites para finales de este año. Pero la llamada Retained EU Law Bill asegura que la fecha límite se puede ampliar hasta 2026 si es necesario. Y todo apunta a que el calendario se va a ampliar.
Lo cierto es que el "modelo suizo" siempre ha estado muy presente. El propio Boris Johnson habló en 2012 de Britzerland y el mismísimo Nigel Farage aseguró en 2020 que los suizos habían sido "una inspiración" para salir del bloque.
Suiza está fuera de la UE, pero tiene estrechos vínculos económicos con el bloque basados en más de 120 acuerdos bilaterales cerrados en las últimas décadas. Al igual que Reino Unido, no está en la unión aduanera y tiene un comercio libre de aranceles. Pero a diferencia de Reino Unido, tiene cierto acceso al mercado único, por lo que se necesitan muchos menos controles y papeleo para enviar mercancías, y hay más facilidades en otras áreas importantes como los servicios financieros.
Eso sí, a cambio Suiza contribuye al presupuesto de la UE, acepta el principio de libre circulación de personas y la jurisdicción del Tribunal de Justicia Europeo en determinadas áreas limitadas. Y plantear eso en Downing Street, a día de hoy, parece inconcebible. Sobre todo lo que se refiere a la libertad de movimiento, ya que recuperar el control de las fronteras y reducir el número de extranjeros fue el mantra de la campaña euroescéptica.
El fiasco de las prisas
Los empresarios piden que se relaje el nuevo sistema de puntos inspirado en el modelo australiano, alegando que la falta de mano de obra está afectando a la productividad. Pero tampoco se entiende que, en la actualidad, el 20% de la población en edad de trabajar de las grandes ciudades —como Glasgow, Liverpool o Manchester— esté recibiendo prestaciones por desempleo en un momento de vacantes laborales récord.
Las relaciones con la UE no son el único quebradero de cabeza para el Ejecutivo británico —que no olvidemos sigue a día de hoy en negociaciones con Bruselas para resolver la polémica creada en torno a los nuevos controles aduaneros del Protocolo de Irlanda—.
Los euroescépticos se negaban a permanecer en la unión aduanera a fin de poder cerrar nuevos acuerdos comerciales con países terceros. Pero el anhelado pacto con Estados Unidos brilla por su ausencia, se desvanecen las esperanzas de que Reino Unido pueda unirse este año al Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP, por sus siglas en inglés) y los progresos con India van extremadamente lentos. En definitiva, los acuerdos no llegan. Y los que se consiguieron cerrar en su momento se demuestra ahora que no estuvieron bien negociados.
Cuando Boris Johnson estaba en Downing Street y Liz Truss era su ministra de Comercio, ambos tenían ansias por sacar rédito al histórico divorcio. Pero los muy publicitados rápidos acuerdos con Australia y Nueva Zelanda se enfrentan a un nuevo escrutinio por su impacto en los agricultores. El mismísimo George Eustice —ex ministro de Medio Ambiente y en su día favorito de la derecha conservadora— aseguró esta semana en la Cámara de los Comunes que son un "fiasco".
El mismísimo George Eustice —exministro de Medio Ambiente— aseguró esta semana en la Cámara de los Comunes que son un "fiasco"
Mientras que Londres dio a Australia acceso ilimitado al mercado de Reino Unido para su carne de res y oveja, Canberra prohíbe la importación de carne de res británica. "Un gran número de parlamentarios conservadores también considera que era necesario decirlo. No debemos repetir los errores", defendió Eustice.
En este sentido, Sunak, crítico también con los primeros acuerdos posteriores al Brexit, ha señalado un cambio de rumbo en la política comercial británica. Quiere priorizar ahora la profundidad sobre la velocidad, evitando establecer plazos para las negociaciones en curso. En definitiva, plantea una discusión madura y alejada de populismos sobre lo que realmente quiere hacer ahora Londres con sus nuevas libertades. Pero el tiempo juega en su contra.
Los partidarios del Brexit frustrados se han visto reducidos a argumentar que la razón por la que la economía está tan mal (la peor entre las naciones más ricas, según la OCDE) se debe solo a la pandemia y la guerra en Ucrania. El problema es que cada vez menos personas les creen, entre otras cosas, porque no es cierto.
Según la última encuesta de YouGov, el apoyo al Brexit se encuentra en un mínimo histórico: solo el 32% del electorado considera que fue la decisión correcta respecto al 56% que lo considera un error.
Sin lugar a dudas, Reino Unido se encuentra ahora en un proceso de ajuste y el Brexit es un proyecto a largo plazo. Pero en política los calendarios funcionan de otra manera. Y si se siguen viendo desventajas, sin ninguno de los beneficios potenciales, el Partido Conservador —fatigado tras 12 años en el poder— va a tener complicado continuar en Downing Street después de 2024, cuando están previstas las próximas elecciones generales.
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26/11/2022 - 05:00
www.elconfidencial.com/mundo/2022-11-26/ni-modelo-suizo-ni-australiano-uk-da-cuenta-brexit-no-esta-funcionando_3529892/