lunes, 14 de noviembre de 2022

Reino Unido o el fin de un modelo económico: lo que esconde el preocupante declive de la libra

Foto: iStock


  • El encarecimiento de las importaciones aparejado afecta a los consumidores
  • Estas perspectivas empeoran el ya preocupante déficit por cuenta corriente
  • El modelo de crecimiento se ha visto perjudicado con la salida de la UE



La libra esterlina afronta su particular y shakespeariano 'invierno del descontento'. Su tibia recuperación tras hacer propósito de enmienda fiscal el gobierno conservador británico no camufla una debilidad persistente que evidencia los problemas económicos del país. Un repaso a la historia muestra cómo la divisa británica, a principios del siglo XX moneda de reserva mundial, se ha ido deshilachando fotograma a fotograma. El proceso se ha acelerado en los últimos años, gran crisis financiera, Brexit y nuevo mundo post-covid mediante. La amenaza de una mayor caída dibuja un panorama inquietante para el Reino Unido y puede expedir el certificado de defunción de su modelo económico.

A mediados de 2007, en el precipicio de la crisis financiera, todavía era posible obtener dos dólares por una libra. En abril de 2015, antesala del referéndum del Brexit que se votaría al año siguiente, la libra aún valía 1,5 dólares. A principios de 2022, la caída ya se iba a los 1,3 dólares. Tras anunciar el breve Ejecutivo de Liz Truss sus agresivas propuestas de recortes de impuestos sin un plan de financiación a finales de septiembre, la divisa tocó fondo y se fue a un mínimo histórico de 1,035 dólares, no siendo el tipo de cambio tan débil desde 1985.

Aunque el giro fiscal prometido por el nuevo gobierno de Rishi Sunak ha hecho a la moneda volver puntualmente sobre los 1,15 dólares -el 17 de noviembre se conocerán más detalles-, los muebles no están a salvo. Un Banco de Inglaterra (BoE) moderado en su discurso el pasado jueves devolvió a la libra a los 1,11 dólares. El fantasma de la paridad con el 'billete verde' sigue demasiado cerca.

Los analistas coinciden en explicar que parte de esta reciente debilidad se debe a la mayor fortaleza del dólar a medida que la incertidumbre se apodera de la economía y los inversores se lanzan al refugio de la divisa estadounidense. Asimismo, las rápidas y contundentes subidas de tipos de la Reserva Federal contribuyen a esta dinámica. Sin embargo, la libra presenta sus debilidades propias, y la mejor manera de verlo es en una comparativa con el sufrido euro, que lleva unos meses difíciles en medio de la acuciante crisis energética a cuenta de la guerra en Ucrania. Si la divisa común pierde un 11% con el dólar este 2022, la británica se deja un 16%.

Haciendo caso a la pura teoría económica, las implicaciones de una débil libra quedan claras. Las exportaciones se abaratan, otorgando mayor competitividad, pero las importaciones se encarecen. Y Reino Unido se caracteriza por ser importador. Una caída brusca y repentina de la divisa supone un aumento de precios para los consumidores británicos que compran productos extranjeros, y significa que su dinero no llegará tan lejos si viajan a EEUU o a países que utilizan el dólar. Esto es aún más grave en un contexto como el actual, con el IPC británico rebasando el 10%.

Como está ocurriendo en la Unión Europea (UE), esto es especialmente dramático con la energía. El petróleo es uno de los principales bienes que importa el Reino Unido y su precio se fija en dólares en los mercados internacionales de materias primas. La debilidad de la libra esterlina encarecerá el precio del gasóleo o la gasolina. El gas también se cotiza en dólares.

Del mismo modo, el Reino Unido también importa más del 50% de sus alimentos, por lo que el coste de gran parte de ellos sube. "El problema es que el Reino Unido es muy dependiente de las importaciones, casi dos tercios de los alimentos son importados, por lo que una disminución del diez por ciento en el tipo de cambio efectivo real se traduce rápidamente en un aumento de los precios de los alimentos", ha explicado recientemente Mark Blyth, profesor de economía y asuntos públicos de la Universidad de Brown, en una entrevista en la CNBC.

Poniendo el foco en las empresas, esta flaqueza de la divisa crea incertidumbre, desbaratando los planes de las firmas británicas que importan y exportan bienes. Esperan pagar una cantidad concreta por las importaciones y obtener un precio determinado por los bienes y servicios que venden en el extranjero. Todo eso cambia cuando la moneda cae. Si la libra esterlina vale menos, el coste de importar bienes del extranjero sube.

La debilidad de la libra hace también que los bienes y servicios y los activos del Reino Unido sean baratos. Los inversores extranjeros podrían gastar más dinero para adquirir activos que, de otro modo, habrían costado mucho más. Del mismo modo, los turistas que visiten el Reino Unido también tendrán más dinero para gastar y podrán aprovechar la mejora del tipo de cambio. Sin embargo, los inversores que hayan comprado anteriormente activos británicos verán cómo su valor disminuye. Algunos inversores responderán insistiendo en que el rendimiento de sus inversiones se pague en dólares. Otros venderán el activo, sobre todo si creen que la moneda puede seguir cayendo.

Todo ello conduce al concepto irremediable al que apuntan todos los economistas, el déficit por cuenta corriente del Reino Unido. Este déficit se da cuando un país importa más bienes y servicios de los que exporta y en el caso británico se sitúa en 33.800 millones de libras en el segundo trimestre de 2022, el equivalente al 5,5% del PIB. Al ser una economía que importa mucho más de lo que exporta, Reino Unido necesita de la financiación exterior para adquirir todos esos bienes y servicios del extranjero. Lo que algunos economistas, como Richard Portes, profesor de economía de la London Business School, denominan la "bondad de los extraños". La financiación exterior, como se ha demostrado en tantas ocasiones, depende de la confianza que tengan los inversores en la economía deudora. Las últimas turbulencias en el país no han ayudado.

Poco antes de que Truss asumiera el poder, con sus promesas fiscales reverberando, Deutsche Bank publicó un mediático informe en el que se recogía que el Reino Unido corría el riesgo de atravesar una crisis propia de países emergentes si no atrae suficiente capital extranjero para financiar el equilibrio externo. El estratega Shreyas Gopal alertaba de que este déficit por cuenta corriente se fuera al 10% del PIB y entonces la libra se tuviera que depreciar aún más para cerrar la brecha. "Nuestro modelo sugiere que la libra esterlina tendría que caer casi un 20% para que la cuenta corriente volviera a su promedio de 10 años (un 4% de déficit). En el caso de una parada brusca y dura que requiera que la cuenta corriente del Reino Unido vuelva al equilibrio, es decir, 0%, se requerirá un debilitamiento de la libra del 30%", advertía. El círculo vicioso no podría tener más peligro.

"La balanza comercial del Reino Unido se ha hundido en un déficit sin precedentes en las últimas décadas. La magnitud de la conmoción de la relación de intercambio del Reino Unido por el aumento de los precios del gas natural parece estar a la altura de las crisis del petróleo de los años 70. Y, a diferencia de esa época, EEUU es ahora un exportador neto de energía, por lo que su relación de intercambio ha mejorado, lo que añade otra razón para que el dólar se fortalezca frente a la libra esterlina y las monedas de otras economías importadoras de energía", añade Jonas Goltermann, analista sénior de Capital Economics.

"A diferencia de muchas otras economías importadoras de energía, el Reino Unido llega a esta situación de emergencia desde una posición de balanza de pagos débil. Durante la década anterior a la crisis del covid, el Reino Unido tuvo un déficit por cuenta corriente de una media del 4% del PIB. Por lo tanto, el Reino Unido se encuentra en una posición más vulnerable si el entorno financiero mundial empeora aún más, y es posible que la libra esterlina tenga que caer aún más para restablecer el equilibrio exterior", coincide Goltermann con Gopal.

Mark Blyth (Universidad de Brown): "El viejo modelo de crecimiento del Reino Unido está muerto"

Estas malas métricas en el déficit por cuenta corriente y esta debilidad de la libra ejemplifican a la perfección el fin de un modelo económico para Reino Unido. "El Reino Unido es una economía fuertemente basada en el consumo, y un cambio así equivale a un impuesto sobre el consumo. Eso significa menos combustible en el motor económico. El Reino Unido ya tiene un bajo crecimiento e incluso un menor crecimiento de la productividad", señala Blyth, de la Universidad de Brown.

"Gran Bretaña, dentro de la UE, se convirtió en un imán para el capital financiero internacional especulativo; a partir de su papel inigualable como puerta de entrada financiera a Europa, surgió un frenesí de compra de propiedades en Londres y los distritos vecinos; silenciosa pero perjudicialmente, la burbuja financiera-inmobiliaria también hizo subir el valor de la libra, provocando que ésta se sobrevalorara para todos los demás sectores de la economía británica. Gran Bretaña, literalmente, vivía de prestado: los productores británicos perdieron competitividad en el país y en el extranjero, y la sensación de que el público británico era más rico porque la libra era más fuerte era una ilusión", sintetiza el profesor Ashoka Mody en un análisis del think-tank bruselense Bruegel.

Duncan Weldon, periodista y experto económico del Partido Laborista, hacía un bosquejo similar en un artículo reciente: "La pertenencia a la UE significó para el modelo de crecimiento británico algo más que un simple aumento del dinamismo y del crecimiento de la productividad. El acceso a un mercado más amplio ayudó a los exportadores a crecer, e incluso las empresas nacionales se vieron sometidas a una mayor presión competitiva a medida que las importaciones de Europa entraban fácilmente en Gran Bretaña".

Según recoge Weldon, en la década anterior a la crisis financiera de 2007-09, la economía británica creció a una tasa anual promedio del 2,7%. En la década siguiente, antes de la pandemia, creció solo un 1,7 %. Antes de 2007, Gran Bretaña disfrutó de la segunda tasa de crecimiento más rápida entre el grupo de países del G-7, solo por detrás de EEUU. Desde entonces, ha registrado el segundo más bajo, solo por delante de Italia, destaca. El laborista pone precisamente a Italia de ejemplo de cómo el modelo de crecimiento naufraga: a principios de los 90 el país transalpino era tan rico como Alemania, en los 2000 ya estaba detrás de Alemania pero por delante de Gran Bretaña, y ahora ninguna de las dos cosas.

El Brexit aparece necesariamente en esta ecuación. "El desmantelamiento de un importante pilar del modelo de crecimiento británico siempre iba a causar problemas. El modelo estándar de comercio internacional, el llamado modelo de gravedad, predice que los volúmenes de comercio suelen estar determinados por el tamaño de las economías implicadas y su distancia física entre sí. Los países tienden a comerciar con sus vecinos. Desafiar la gravedad, dificultando el comercio con los pares más grandes y cercanos de Gran Bretaña (la UE), siempre iba a crear una brecha económica que había que llenar", expone Weldon. El potencial alcista de las exportaciones fue anulado por el Brexit, constata Blyth, subrayando que la economía del Reino Unido había disminuido del 90% al 70% del tamaño de la de Alemania desde la votación de 2016.

"Muchos defensores del Brexit pensaron que tenían una respuesta. Liberada de los grilletes de la pertenencia a la UE, la 'Gran Bretaña global' sería una nación bucanera y de libre comercio. Sí, el comercio con la UE sería más difícil, pero Gran Bretaña firmaría acuerdos de libre comercio con las economías emergentes de mayor crecimiento. También habría desregulación, ya que las normas europeas se reducirían, dando rienda suelta al dinamismo de las empresas británicas. Incluso se habló de 'Singapur' del Támesis", critica. La realidad ha sido más tozuda. "El viejo modelo de crecimiento británico quedó dañado por la crisis financiera y luego naufragó con el Brexit", concluye el laborista. "¿Qué significa todo esto a largo plazo? Que el viejo modelo de crecimiento del Reino Unido está muerto", sentencia Blyth.