viernes, 28 de julio de 2023

Las tecnológicas se están pegando por estos descampados, y eso explica el peaje de la IA



Un superordenador de IA en un centro de datos en California. 
(Reuters/Cerebras System)



El desarrollo de la IA dispara la demanda de centros de datos. Las 'big techs' tienen claro que será una de las principales facturas a pagar para ser punteros con estas herramientas, especialmente por el coste energético





De aquí a finales de año, los vecinos del pequeño condado de New Albany, en Ohio, verán cómo su pueblo de maizales se transforma en una de las nuevas instalaciones de centros de datos en Estados Unidos. Allí, estas infraestructuras con capacidad de 200 megavatios ocuparán hasta 77 hectáreas. Se trata de uno de tantos casos que ilustran un fenómeno explosivo en EEUU: el auge de data centers destinados a la inteligencia artificial. Un negocio que se estima recaudará más de 1.000 millones de dólares en los próximos cinco años. Sobre todo, porque son fundamentales para satisfacer la descomunal demanda energética de la creciente industria de la IA.

Hasta ahora, los centros de datos han sido clave para el funcionamiento y desarrollo de internet. Son esas naves industriales que albergan servidores donde se guardan y procesan datos. Por ejemplo, y simplificando mucho, cuando preguntamos cualquier cosa a Google, acude a estos servidores y nos devuelve la información. Eso se puede ampliar a todas nuestras acciones online: desde teletrabajar, comprar en línea, ver vídeos en YouTube o streamings de Twitch. Y, por supuesto, ahora también está detrás de cada petición que le haces a ChapGPT, Bard o Midjourney.

Durante la pandemia, las regiones que tradicionalmente acogían estos data centers en EEUU, como Silicon Valley, Dallas o el norte de Virginia, comenzaron a experimentar una proliferación exponencial. "La demanda de IA aumentó en 2020 con aplicaciones como GPT-3 y, después, en 2021 las IA para imágenes, voz y vídeo", explica Juan D. Guerra, ingeniero de telecomunicaciones y experto en infraestructuras de tecnologías de la información.


placeholder'Racks' de servidores, cableado y demás componentes en un centro de datos en Madrid. (Jesús Hellín)
'Racks' de servidores, cableado y demás componentes en un centro de datos en Madrid. (Jesús Hellín)

Esto se debe a que los modelos de lenguaje generativo requieren de unas capacidades de procesamiento y almacenaje descomunales, mucho mayores que los de otros servicios digitales. “Estamos hablando de unos modelos que se entrenan con billones de interacciones”, afirma Juan José López Murphy, jefe de IA en Globant. En el caso de algunas inteligencias artificiales, ese entrenamiento se hace una única vez, al inicio, pero en situaciones, como las de los chats, es constante. "Además, si lo están usando a la vez millones de usuarios, también puede ser muy costoso", apostilla.

Según Guerra, eso hace que los centros de datos se vayan adaptando, “incrementando el número de servidores enfocados en inteligencia artificial, al poseer tarjetas gráficas que permiten realizar las tareas de IA más eficientemente”. Son los mismos dispositivos que compró Elon Musk para el desarrollo de inteligencia artificial con su nueva empresa, xAI.


La carrera por los centros de datos

La IA está en su fase embrionaria, pero muchos grandes inversores ya han puesto la mirada en ella. Especialmente los del sector inmobiliario, que han visto aquí unos inquilinos muy rentables, cuando no son sus propios socios. La asociación entre desarrolladores de data centers y firmas inmobiliarias es cada vez más habitual. En Atlanta, QuadReal Property Group y T5 Data Center firmaron un pacto por 2.500 millones de dólares para construir dos centros de datos, uno de 200 megavatios y otro de 300 megavatios.

Lo mismo sucede en Reno, Nevada. En 2022, Novva Data Centers recaudó 355 millones de dólares de la inversora inmobiliaria CIM Group para construir 1.000 megavatios de capacidad de centros de datos diseñados para 2027. La compañía considera que la región de Reno se está volviendo cada vez más popular para el desarrollo de centros de datos debido a su acceso a la energía. Además, los costes de construcción y del terreno son aproximadamente la mitad que en zonas geográficas más caras, como Silicon Valley, según sus estimaciones.

Aunque si existe una firma que verdaderamente marque la hoja de ruta en este campo, es Blackstone —el mayor banco de inversiones norteamericano—, que en 2021 adquirió QTS Data Centers por 10.000 millones de dólares. Según Jonathan Gray, presidente y CEO de Blackstone Group, esta empresa de localización y alquiler de centros de datos "está mostrando un impulso extraordinario, con más capacidad de alquiler en los últimos dos años que en los 17 anteriores", recoge Business Insider. También señaló que "hay una carrera armamentística bien publicitada en el campo de la IA, y se espera que las principales empresas tecnológicas inviertan 1.000 millones de dólares en los próximos cinco años en este campo, principalmente en centros de datos".


El derroche energético, la cara oculta

Pero ¿qué es lo que hace que estos centros se acaben situando en un determinado lugar y no en otro? Todos esgrimen el mismo argumento: para desarrollar megalodones de datos, hacen falta lugares con acceso a energía segura y abundante. Y esa es la cara B que pocos mencionan: el elevadísimo coste energético.

“El problema es que estos servidores de IA consumen más energía en comparación con los servidores tradicionales”, explica el ingeniero Guerra. “El cuello de botella es el consumo energético de cada servidor. Un servidor tradicional de data center consume entre 200 W a 1.000 W, mientras que un servidor de IA va desde 400 W a 2.000 W, con lo que el consumo es el doble y puede ser mayor, dependiendo la aplicación o configuración”.

Por su parte, el jefe de IA en Globant aduce el coste energético de estos equipos al "alto grado de especialización, por su memoria activa y necesidad de una capacidad de procesamiento mayor". "También hay otros costes eléctricos muy elevados, como es el caso de los costes de refrigeración", agrega. Por este motivo, incide, "muchas veces los centros de datos buscan ubicarse en lugares cercanos a los polos".


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Servidores de un centro de datos en Prineville, USA. (EFE/Facebook)

Todos estos requerimientos están minando las redes eléctricas de los principales mercados. Es que lo sucedió con Dominion Energy, una de las principales generadoras estadounidenses, que ha suministrado a más de 70 centros de datos hasta 2.600 megavatios y ya ha reconocido estar en apuros para “añadir capacidad”, alertando de que “los nuevos proyectos podrían tardar años en ponerse en marcha”.

Ante la escasez, muchos promotores se están desplazando a lugares con capacidad suficiente de suministrar energía y, de paso, con terrenos más baratos. "Intentamos encontrar estos nichos de mercado de baja latencia con centros de alta población en los que podamos operar a un coste menor y haya capacidad sin explotar en la red", explicaba el CEO de Nova, la empresa que está instalando centros en Nevada.

En Globant, subrayan que "los centros de datos están funcionando el 99,9% del tiempo". "Si bien pueden estar conectados a renovables, normalmente tienen que estar vinculados a algún otro tipo de fuente para compensar, y eso afecta al perfil de huella de carbono del centro", destacan. De hecho, algunos centros de datos incluso se conectan a represas y en países como Estados Unidos o China, donde las restricciones ecológicas son mínimas, muchas veces recurren a las refinerías, con las consecuentes emisiones de carbono.

Mientras tanto, los pactos verdes en Europa frenan la escalabilidad de estos centros. “En Francia, debido a la predominancia de energía nuclear, tampoco tienen este problema. Pero en Alemania, donde se han desnuclearizado y dependen más de la variabilidad de los sistemas renovables, acaban recurriendo más al carbono para mantenerlos”, cuenta Murphy.

En el caso de España, los centros de datos no han sido considerados centros electrointensivos; es decir, centros que por su enorme demanda energética gozan de deducciones en la factura eléctrica. Eso hace que, aunque se hayan instalado algunos, por ahora no sea un destino privilegiado a escala mundial.



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