Oficina de Amazon en Nueva York. (EFE/EPA/Sarah Yenesel)
El rey del comercio 'online' rompe el gran tabú del sector tecnológico, mata el trabajo híbrido y obliga a la plantilla a calentar la silla 'full time'. Ellos hablan de colaboración, pero existen otras razones para tener la oficina llena
Las grandes tecnológicas, las mismas que crearon y levantaron casi todo lo necesario para sostener el teletrabajo, han acabado aborreciéndolo. Desde hace un tiempo, son habituales los roces y las polémicas entre la dirección y las plantillas de estas compañías, que han chocado cada vez que algún jefe o directivo ha hablado de volver parcialmente a la oficina. “Este debate les ha afectado más que a otros sectores porque su actividad y negocio son mucho más propicios para el trabajo remoto, pero también requiere innovación y colaboración constante”, detallaba a este periódico Gleb Tsipursky, CEO de la consultora Disaster Avoidance Experts, que asesora en esta materia a varias empresas del Fortune 500. “Por eso, los trabajadores de esta industria suelen tener mayores expectativas y demandas para su entorno de trabajo que otros”.
Pero esta semana, alguien ha roto lo que se había convertido en un auténtico tabú en el sector. Amazon obligará a sus trabajadores, a partir del 2 de enero de 2025, a trabajar presencialmente de lunes a viernes. El rey del comercio electrónico, uno de los mayores empleadores privados del mundo, ha decidido de esta forma enterrar el trabajo híbrido, la fórmula que se había consolidado en medio mundo como la más popular, al ser un punto de encuentro entre los intereses empresariales y los personales de los trabajadores.
"Volver a antes del covid"
La decisión la comunicó el propio Andy Jassy, CEO de la multinacional de Seattle, que envió un memorando a la plantilla explicando el porqué de su decisión. A diferencia de ocasiones anteriores, como la reciente polémica del control horario, esta medida se aplicará a nivel mundial, tal y como ha podido comprobar este diario.
“Hemos decidido que vamos a volver a trabajar en la oficina como antes de la aparición del covid", escribió el mandamás. El documento, básicamente, repite los argumentos que suelen esgrimir los defensores de la presencialidad, quienes argumentan que el trabajar a distancia impacta en la comunicación de los equipos y eso, a su vez, pasa factura a la productividad o la generación de nuevas ideas. Jassy menciona hasta en 12 ocasiones el concepto de “cultura”. “Colaboración” aparece hasta en cinco ocasiones. Defiende que la vuelta parcial que se inició el pasado año les reafirmó en “los beneficios” en los que ahora quieren profundizar.
El escrito sirve para explicar los detalles de la nueva política, pero también para anunciar los planes para crear una organización más horizontal, reduciendo el número de gerentes. Este episodio es quizá el definitivo de la batalla que ha mantenido Amazon con sus empleados en el último año y medio a cuenta del teletrabajo. La compañía, a principios de 2023, anunció que los empleados debían acudir al menos tres días por semana. La decisión desató una tormenta de quejas.
La adopción acelerada del teletrabajo provocó que muchos aprovechasen la ocasión para mudarse a otros lugares, bien por motivos personales o simplemente para ahorrar dinero en el alquiler al escoger poblaciones con un mercado inmobiliario menos saturado. El asunto escaló hasta el punto de que los trabajadores protagonizaron una estampa histórica al manifestarse a las puertas de las oficinas a las que no querían regresar. La empresa se mantuvo firme. O se calentaba la silla tres veces por semana o a la calle. La fórmula funcionó.
Amazon no ha sido la única que ha llegado a aplicar la mano dura. El pasado verano, Google comunicó a sus trabajadores en EEUU que la asistencia a la oficina contaría para las evaluaciones de desempeño.
La fórmula de la seducción no había funcionado. La compañía había inaugurado sus nuevos cuarteles generales en 2022, unas oficinas llenas de comodidades, facilidades y beneficios para sus trabajadores. Para que se llenasen como si el covid no hubiese existido, incluso ofreció habitaciones de hotel en las inmediaciones a precios asequibles para los que vivían más lejos. Apple es otra que dio que hablar después de que amenazase con sancionar a aquellos que no cumpliesen con el plan de regreso parcial, que constaba de dos días fijos más uno impuesto por el responsable de equipo.
La vía de la mano dura no fue exclusiva de Amazon. Google o Apple también la siguieron
“Las empresas tuvieron pocas opciones durante la pandemia. El problema surgió porque, desgraciadamente, muchas fueron ingenuas acerca de las desventajas de trabajar completamente de forma remota”, analizaba Michael Gibbs, profesor de Economía de la Universidad de Chicago. “Por alguna razón, crearon expectativas poco realistas de que tales prácticas podían continuar. Esto debería haberse previsto en 2020”. Gibbs fue coautor de un estudio sobre los efectos del trabajo a distancia en la productividad. Publicado en 2021, analizaba lo que había ocurrido en una empresa de tecnología asiática con más de 150.000 empleados en todo el mundo. “Las investigaciones académicas, incluida la mía, ofrecen razones para preocuparse de que el rendimiento se vea afectado cuando se adopta un modelo exclusivamente remoto”, añadía.
El trabajo híbrido también falló en algunos casos
El trabajo híbrido también sufrió su particular metamorfosis en este tiempo. Al principio, las empresas optaron por un modelo más flexible, donde los empleados podían escoger el día o la oficina a la que acudir. ¿Qué sentido tenía obligar a ir dos o tres jornadas por semana al puesto de trabajo si no estaban tus compañeros de proyecto o de equipo allí presentes al mismo tiempo? Óscar Pierre, fundador de Glovo, verbalizó ese descontento hace unos meses. Aseguró que se había vuelto un “crítico de ese modelo”, ya que convertía la oficina en un “lugar lleno de sitios rotativos”.
Por eso, impuso un calendario cerrado, sin capacidad de elección. Otras, como el caso de Amazon, se encontraron con situaciones inesperadas como la treta de la máquina de café. Hace unas semanas, Business Insider desvelaba en un reportaje de su edición estadounidense que la multinacional de Seattle había empezado a instalar control horario en Estados Unidos porque había detectado que algunos de sus trabajadores fichaban, pasaban unos pocos minutos en la oficina y se volvían a marchar. Esa misma publicación se ha puesto en contacto con empleados de la empresa, que aseguran que van a seguir explotando este agujero para esquivar la vuelta a la presencialidad total. Los trabajadores ven la decisión como una traición y aseguran que erosiona la confianza en sus superiores.
La pregunta ahora es si la decisión de Amazon envalentonará a otras compañías que también estén barajando la idea de imponer la presencialidad total y enterrar el teletrabajo. Es mucho más sencillo hacerlo cuando una empresa lo respalda con tanta contundencia de cara al público. También es cierto que no siempre ha sido así. Hace unos meses, se filtró un audio de una reunión entre Jassy y varios directivos de la compañía. El CEO defendía el regreso presencial y hablaba de que otros consejeros delegados con los que habia hablado "compartían su opinión". Uno de los responsables de Prime Video le contestó que los datos no avalaban esa decisión.
Sea como sea, el máximo responsable de la multinacional ha optado por llevar su visión hasta el final. Hasta ahora, apenas algunas empresas de Wall Street habían llegado tan lejos. A excepción de algunas startups y empresas deslocalizadas, el trabajo completamente remoto había quedado totalmente descartado. Sin embargo, un buen número de empresas mantienen cierto grado de flexibilidad.
Los argumentos de las partes están más que claros. Las empresas defienden a capa y espada los beneficios asociados a la presencialidad, mientras que los trabajadores se apoyan en la mayor capacidad para conciliar y el tiempo que ahorran en desplazamientos, lo que les permite optimizar sus horarios y su rendimiento.
Pero hay otra razón que puede empujar esta maniobra: el balance económico. Después de los días de vino y rosas de la pandemia, la vuelta a la vieja normalidad abofeteó a las tecnológicas en la cara, que vieron cómo sus cuentas de resultados no seguían rompiendo su techo una y otra vez. Esto, unido a los mayores tipos de interés para combatir la inflación, empujó a Silicon Valley a decretar lo que se vino a denominar como la era de la eficiencia. Durante años, las big tech y otras firmas emergentes se habían hinchado a gastar montañas y montañas de dinero en proyectos y departamentos que no conducían a ninguna parte.
En el caso de Amazon, todo esto se tradujo en unos 30.000 despidos. Fueron especialmente castigadas divisiones como la que se encarga de Alexa, que, según diferentes filtraciones, se había convertido en un pozo de quemar dinero capaz de perder 10.000 millones cada curso. La empresa de Seattle afrontaba dos problemas concretos: el primero, los bajos márgenes de beneficios en su negocio más conocido, el de la logística y el comercio electrónico, que exige constantes inversiones y ampliaciones. El segundo, la creciente competencia en su actividad más lucrativa, Amazon Web Services.
Cada dólar cuenta (y la oficina los genera)
En este contexto, cada dólar cuenta. Forzar un regreso completo puede servir también para ajustar equipos y personal, que decida, por su propia cuenta y riesgo, renunciar y buscar otras oportunidades con más flexibilidad. ¿Y qué narices tiene que ver eso con tener la oficina llena? ¿No supone más consumo tenerla llena que tenerla a medio gas? Aquí es donde ha cobrado fuerza una teoría expuesta por algunos exempleados de la compañía, que luego dio el salto a Reddit y que algunos analistas de medios como Bloomberg han validado. Empresas como la que dirige Andy Jassy invierten millones de dólares en crear sedes para albergar a miles de empleados. El último ejemplo es su ‘co-sede’ levantada en Arlington, en el estado de Virginia, que se une a la que ya tenía en Seattle. Se trata de un campus inaugurado el pasado curso que puede albergar a 14.000 personas y que les ha costado más de 2.500 millones de dólares.
Cualquier compañía que levante una infraestructura de este tipo querrá tenerla llena. La cuestión es que suelen recibir importantes exenciones fiscales por parte de las autoridades. Es un ‘win-win’, ya que se presupone que estas instalaciones revitalizan las zonas donde se encuentran, generando impacto en la economía local a través del consumo, los alquileres y ventas de viviendas y los impuestos municipales. Este tipo de ayudas y beneficios suelen ser evidentes y muy vistosos en el caso de actividades industriales. A este lado del Atlántico, se ha visto con las ayudas públicas a empresas como Intel por levantar una fábrica en suelo alemán, una misión para la que el Gobierno de Scholz ha movilizado 10.000 millones de euros.
La pandemia supuso una pausa en todo esto. Pero si las compañías siguen teniendo sus cuarteles generales a medio gas y los beneficios económicos que generan a su alrededor se despeñan, se corre el riesgo de que esos acuerdos fiscales se reformulen a la baja, incrementando la carga impositiva que empresas así tienen que enfrentar.