miércoles, 4 de septiembre de 2024

El repentino cortocircuito de la 'fábrica china' hace saltar la alarma de incendios de la economía global

 


  • El parón en China deja entrever que algo podría estar a punto de suceder en el mundo
  • JP Morgan: "Todo apunta a una mayor desaceleración en la economía china"



Aunque intenta moverse con sigilo, cada paso del elefante chino resuena ya irremediablemente en el resto del mundo. Dentro del contexto económicamente languideciente del gigante asiático, los números habían hecho a los economistas confiar en una cierta recuperación comandada por un destacado impulso industrial y unas reseñables exportaciones más allá de la perenne flaca demanda interna y del eterno problema inmobiliario del país. Ahora, ese impulso parece disolverse como un azucarillo dentro de un té chino y la repentina parálisis lanza un preocupante aviso al sector manufacturero mundial en medio de recurrentes temores de recesión tras los últimos estornudos de EEUU con sus cifras de empleo.

"Hace casi exactamente un año, escribimos sobre la hoja de ruta hacia una recesión y sobre cómo el mercado anticipaba erróneamente una recesión a corto plazo de cara a 2025. Durante esta primavera también tachamos de engaño la creciente reactivación de la inflación y el impulso de la industria manufacturera, ya que el crecimiento del crédito nunca llegó a respaldar realmente un retorno a las partes más cíclicas de la economía", escribe en su último análisis el estratega de mercados Andreas Steno Larson, ex de Nordea. Pero la historia continúa.

"En algún momento de la primera mitad de este año, empezamos a inquietarnos un poco por el impulso que se estaba generando, pero ahora vemos claros signos de reversión, sobre todo en China. Por tanto, estamos cada vez más convencidos de que el repunte de la industria y la acumulación de existencias en el primer semestre de 2024 fueron un engaño", señala Steno, quien emplea en todo momento la expresión head fake (un regate propio del baloncesto en el que se finta al rival moviendo la cabeza para fingir un cambio de dirección).

"A juzgar por las cifras de exportación y actividad en China, hemos asistido a un importante engaño con la acumulación de impulso exportador y manufacturero antes de los aranceles, y ahora nos encontramos al otro lado de esa anticipación, lo que significa que ambas se están normalizando/retrocediendo a un ritmo rápido", explica el experto haciendo alusión a la batería de aranceles a los productos chinos anunciada en EEUU por la administración Biden, prometidas por Trump en la campaña electoral y aplicadas por Bruselas en los coches eléctricos.

Los expertos de JP Morgan se suman a esta retórica en su último informe semanal en el que precisamente analizan la inusitada debilidad de la economía de China: "Varias fuerzas están afectando el crecimiento, las dos más importantes son la desaceleración continua del mercado inmobiliario y el débil consumo. Ambas son consecuencia de decisiones políticas: una política inmobiliaria que ha amortiguado la corrección de precios y exacerbado la caída de las transacciones y la inversión inmobiliaria, y una postura política que ha favorecido a la producción sobre el consumo", aseguran los economistas del banco americano. Ahora, China está pagando estas decisiones y su economía se está apagando de forma rápida y por sorpresa.

"China se ha detenido repentinamente y es probable que sea una señal de advertencia para las perspectivas del sector manufacturero", alerta Steno Larsen, acompañando su argumento de dos gráficos bastante reveladores. Por un lado, uno que recoge las exportaciones de cobre, que alcanzaron un pico histórico en mayo/junio cercano a las 250.000 toneladas y que desde entonces se ha desplomado a una cifra inferior a las 150.000. Por otro, el indicador de contaminación del aire en Pekín como termómetro de que la fabricación china cae por un precipicio en los últimos meses, retrocediendo el índice a niveles de 2021, con la producción casi parada por los confinamientos más duros por el covid.

Otro dato que revela una debilidad, incluso mayor que la de los datos oficiales, es el 'bajón' en las importaciones de petróleo del 'gigante asiático', que ha hecho saltar las alarmas en la OPEP y otros productores de crudo.

Los datos oficiales conocidos este lunes respaldan este cuadro general. El PMI oficial del sector manufacturero de China se adentró en territorio de contracción por cuarto mes consecutivo en agosto, lo que sugiere que el impulso de la producción industrial se está desacelerando aún más. Tanto el PMI oficial como el de Caixin sugieren que los precios al productor cayeron aún más en medio de una demanda débil. El PMI oficial no manufacturero también se mantuvo débil incluso después de tener en cuenta el gasto de las vacaciones de verano.

La realidad china es que, aunque sectores manufactureros emergentes han crecido rápidamente, esto no ha sido suficiente para compensar los lastres del mercado inmobiliario y el consumo. "No creemos que estas políticas cambien pronto, por lo que nuestro pronóstico base apunta a una mayor desaceleración del crecimiento en los próximos años", apuntan desde JP Morgan.

La economía de China frena

Pese a que en los últimos dos años, cuando la actividad ha flaqueado las autoridades han mostrado determinación para aumentar el apoyo político y económico para mantener el crecimiento del PIB cerca del 5-6%, "esto es cada vez más difícil, y se requieren progresivamente más estímulos políticos para generar el mismo impacto en el crecimiento", comentan desde JP Morgan.

"Hasta ahora, las medidas de política para rescatar el mercado inmobiliario y apoyar el consumo han tenido un impacto más bien moderado. El gasto fiscal se ha mantenido por debajo del presupuesto fijado en marzo. Si bien las exportaciones han respaldado a la industria manufacturera en lo que va del año, el aumento de los aranceles y las tensiones comerciales pondrán a prueba las perspectivas para las exportaciones chinas y la industria manufacturera en general", pone sobre claro Tommy Wu, economista de Commerzbank.

Los expertos de JP Morgan han rebajado el crecimiento de China para este año al 4,6% ante la reciente desaceleración, mientras que en 2025 estará muy complicado que el PIB de China crezca por encima del 4%. El parón actual está afectando también a los precios y a la inversión. Si los precios no suben, las empresas tienen problemas para ser rentables, por lo que dejan de invertir. Sin inversión, el crecimiento del futuro se queda en el aire. China necesita que sus consumidores compren bienes y servicios, generando así nuevos incentivos para que el tejido productivo reviva.

"En general, los débiles índices PMI de julio y agosto dibujan un panorama preocupante para el crecimiento del tercer trimestre. El PIB en el segundo trimestre creció apenas un 0,7% intertrimestral y un 4,7% interanual. Parece cada vez más difícil que el crecimiento de este año alcance el objetivo oficial del 5%. Esto exige que el gobierno acelere su gasto y adopte medidas políticas más audaces en el segundo semestre", constata Wu desde Commerzbank.

La deflación como síntoma

La deflación en China es un claro síntoma de la debilidad de la economía y de la incapacidad del Gobierno para reanimar a este 'elefante'. Resulta prácticamente imposible mantener una economía así de gran sin que la demanda interna aporta una porción muy relevante del PIB. Cuando se trata de una economía pequeña, los problemas internos se solventan con sencillez si se producen bienes y servicios competitivos que el resto del mundo quiere adquirir. Un pequeño país con una población de cinco o diez millones de habitantes puede funcionar muy bien solo con el motor exterior (7.500 millones de personas que pueden comprar los bienes y servicios de esa economía de cinco millones de habitantes).

Sin embargo, cuando eres una economía con casi 1.500 millones de habitantes y que representa alrededor del PIB mundial... si tus habitantes no consumen, necesitas un milagro constante del exterior para mantener las máquinas funcionando a toda potencia. China lo ha logrado durante años, pero el endeudamiento del resto del mundo para comprar bienes chinos no podía ser infinito. Ahora se necesitaría que los propios chinos quieran consumir a nivel interno, algo que está costando y mucho a Pekín como refleja la deflación del país.

"La presión a la baja de la inflación implica un poder de fijación de precios débil para las empresas, por lo que los márgenes de beneficio y la rentabilidad también se han visto afectados en un entorno de bajo crecimiento del PIB nominal. La deflación/desinflación, en principio, puede mejorar el poder adquisitivo de los hogares, pero esto no se ha reflejado en el crecimiento del consumo de China debido a la débil confianza de los consumidores que refleja la caída de los precios de los activos, el bajo crecimiento del empleo y los salarios y las menores expectativas de recuperación económica a corto plazo", avisan desde de JP Morgan.

Para colmo, el escenario exterior se muestra bastante adverso. "Un cambio en las políticas estadounidenses después de las elecciones de noviembre podría generar más vientos en contra a través de los aranceles y desacelerar el crecimiento de las exportaciones que ha impulsado la economía de China en el primer semestre de 2024", alertan desde el banco americano.