miércoles, 25 de septiembre de 2024

La metáfora del precipicio: por qué la UE tiene más riesgo de romperse que el euro




IV Observatorio Económico de Mapfre y El Confidencial.



La moneda única constituyó, durante la crisis de deuda, la principal pesadilla del proyecto comunitario. Ahora, en cambio, se ha convertido en el baluarte. Fuera hace mucho frío



El euro constituyó, durante la década pasada, la principal pesadilla de la Unión Europea. Ahora, en cambio, se ha convertido en su pegamento. El giro, aunque progresivo, tuvo un punto de inflexión: el whatever it takes de Mario Draghi, entonces presidente del Banco Central Europeo y ahora gurú de las reformas imprescindibles para que el proyecto comunitario, visto como un lastre por un sector relevante de la opinión pública de varios países miembros, pueda competir con China y Estados Unidos.

Fuera de la Unión Europea hace mucho frío, como demostró la salida de los británicos, pero algunos quieren estar dentro a la carta, como el propio Reino Unido en los años previos al Brexit. Y juegan a ello, bloqueando en Bruselas algunas decisiones inaplazables para avanzar en la construcción europea mientras azuzan el antieuropeísmo dentro de sus fronteras.

Es cierto que apenas hablan de salir de la UE, pero sí de no seguir profundizando en el proyecto común, lo que podría consolidar una Europa a dos velocidades, entre los que quieren más integración y los que prefieren pisar el freno. Esa posibilidad, muy presente respecto al euro en los peores años de la crisis de deuda, ha perdido fuerza en el caso de la moneda única: el norte (acreedores) y el sur (deudores) han aplacado su rivalidad, conscientes de que la estabilidad de la divisa es la única forma de sobrevivir los embates de los mercados y conjurar los riesgos de un mundo global.

Si pocos mencionan ya el abandonar la Unión Europea —sí vaciarla para recuperar soberanía en sus respectivos países—, ninguno, ni siquiera los más nacionalistas, sugieren salirse del euro. El escenario de ruptura de la moneda única es una de esas amenazas inesperadas, o 'cisnes negros', que sobrevuelan el horizonte, pero los expertos del Observatorio Económico de El Confidencial y Mapfre Economics la ven cada vez más improbable. En 2024, la UE corre más peligro de romperse que el euro.

Gonzalo de Cadenas-Santiago, subdirector general de Mapfre Economics, expone la controversia a la hora de referirse a los principales riesgos para la economía: "Uno de los riesgos es la estabilidad y solvencia del euro, y dentro de este mismo riesgo, quizá motivándolo, un problema de fragmentación de la Unión Europea y de su capacidad para consolidarse como ente regional". El planteamiento ya deja entrever cómo han cambiado las tornas: si antes la fragmentación del euro era la que podría herir de muerte a la UE, ahora es la fragmentación de la UE la que puede suponer un grave problema para la moneda única.

¿Qué ha cambiado durante este tiempo? Jose Manuel González-Páramo, presidente del Consejo de Administración del European DataWarehouse, lo explica con la metáfora del precipicio: cuando uno se ve al borde, al final siempre se acaba echando para atrás. Le pasó a Grecia en 2015, y desde entonces su caso ha sido ejemplarizante: un día estaba rechazando en referéndum las condiciones de rescate impuestas por Bruselas y prácticamente al siguiente el Gobierno de la izquierda populista pasaba por el aro. Desde entonces, las ganas de plantearse un futuro al margen de la moneda única se les han pasado incluso a los que se les llenaba la boca con ese discurso.

Mientras el euro se ve como algo práctico, muchos ciudadanos no opinan lo mismo de la UE

Por supuesto, la política monetaria del BCE también ha ayudado, especialmente desde aquellas tres palabras mágicas pronunciadas hace ahora 12 años, en el peor momento de la crisis soberana. Gloria Hernández, consejera independiente de DIA y directora general del Tesoro Público (1999-2003), cree que el giro que dio Draghi supuso la consolidación de la moneda única: "Después de la crisis soberana de 2012 y de la decisión del Banco Central Europeo de salir al rescate de Europa, el euro tiene una seguridad que va más allá de cualquier riesgo. Yo no veo el euro en peligro en ningún caso". El flanco débil del proyecto comunitario, apunta, es otro: "Veo tendencias en la Unión Europea que pueden dar lugar a que una parte de la población europea se cuestione el sentido de pertenecer a este club".

La cuestión se resumen en una palabra: utilidad. Mientras el euro se ve como algo práctico, casi imprescindible en el mundo actual —volver a las antiguas monedas nacionales y a las políticas cambiarias y de devaluaciones parece casi una distopía—, muchos ciudadanos no acaban de apreciar en la Unión Europea los mismos beneficios, y a menudo la conciben como un monstruo burocrático que entorpece la vida de la gente y es incapaz de tomar las decisiones necesarias. Existe un problema de gobernanza, coinciden todos los expertos, y Ángel de la Fuente, director ejecutivo de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), sentencia: "Hay que hacer reformas para lograr una UE más operativa".

El problema es que muchas de esas transformaciones, como las que proponen Draghi o el exministro italiano Enrico Letta para agilizar la toma de decisiones y avanzar en el mercado único, requieren mecanismos más federales, como extender la regla de la mayoría a nuevos ámbitos, ahora lastrados por la unanimidad. Y son, precisamente, los que más critican la inutilidad de la Unión Europea quienes más se oponen a esa profundización, o emplean su derecho a veto en el Consejo para frenar decisiones en esa dirección. Afrontar el diferente grado de integración que quieren unos y otros es un asunto complicado, de ahí el riesgo de que la UE se rompa, sea por la salida de algunos miembros o por la consolidación de un proyecto a dos velocidades.

José Manuel Amor, socio de Afi, aboga por abrir la puerta al primero de los escenarios: "Existe un problema de gobernanza. El actual sistema de votación es inapropiado. Y, en determinadas circunstancias, ante actitudes graves contrarias a la UE y sus aspiraciones, hasta podría resultar adecuado poder prescindir de algún país". Así se evitaría que el proyecto comunitario se torpedee desde dentro, como ocurre actualmente con naciones como Hungría.

Para Hernández, una posible solución pasa por centrarse en los llamados quick wins, es decir, en los problemas más acuciantes que la Unión Europea tiene la posibilidad de resolver para demostrar su utilidad. Esto no es necesariamente incompatible con los proyectos de máximos de Letta y Draghi, que apoyan todos los panelistas, pero sí constituye una manera de ir ganando legitimidad de resultados ante los ciudadanos.

En cualquier caso, mientras continúe el sistema de gobernanza actual, nada se hará sin el impulso de las dos grandes potencias, que no pasan su mejor momento. "Me preocupa que el eje franco-alemán esté en horas bajas; cuando no carbura, Europa no avanza", concluye Amor. A diferencia del euro, que está impulsado principalmente por el BCE, el proyecto europeo todavía descansa en la voluntad de los Estados más que en la de la Comisión. Y una cosa está clara: no existe un Mario Draghi en cada una de las 27 capitales.