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Ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia obligan a cubrir la colada o a colgarla en lugares no visibles a la calle. Algunos arquitectos hablan de que se están deshumanizando las urbes con esta prohibición
De las tareas domésticas cotidianas –limpiar, cocina, planchar...–, la de tender la ropa puede que sea la actividad más exhibicionista de todas. Exponer tu ropa limpia a los vecinos es una costumbre nada pudorosa que tenemos integrada. En las zonas comunes de los edificios –patios interiores y azoteas– penden de cuerdas las vidas de cada vecino, que cualquiera puede vislumbrar si es un poco observador y que, también, afecta a la estética de las comunidades. Un acto ordinario que una normativa urbanística protege.
¿Qué dice la legislación sobre tender la ropa? ¿Para qué sirve? ¿Hasta dónde podemos llegar con nuestras camisetas de propaganda y calcetines con agujeros? Son los Planes Generales de Urbanismo (PGU) los que regulan esta actividad, pero su objetivo no solo es estético, sino que trata de proteger el patrimonio arquitectónico, paisajístico, cultural e histórico de las ciudades.
Tendederos: una estancia optativa
Según la norma madrileña, un tendedero es una “dependencia que puede estar formando parte de la vivienda o fuera de la misma en un área común del edificio”, cuyo principal uso es tender ropa. Esta ley también marca que tener o no un espacio para secar la ropa de la lavadora es optativo. “El motivo principal de esta norma es estético, pero también de seguridad ante los ciudadanos y conservación de los edificios, pues el tender potenciaba el envejecimiento de las edificaciones antiguas que no estaban previstas para colgar tendederos que provocasen desprendimientos inoportunos”, señala Clara Villarejo, arquitecta autónoma y cofundadora del estudio AamaD.
Madrid y la ropa invisible
En la capital, en caso de que el tendedero esté incorporado a la vivienda, la norma dice que “deberá contar con un sistema de protección que dificulte la visión de la ropa tendida desde la vía o espacio público". Es decir, que nadie puede ver nuestras intimidades textiles, ni siquiera "integrado en los balcones o balconadas”, añade.
Este tipo de medidas es más propio de grandes ciudades y no tanto en poblaciones pequeñas. En los cascos antiguos o áreas con edificaciones más antiguas se pueden otear con facilidad ropa interior y camisetas colgando de balcones diminutos, algo que, depende del municipio puede acarrear una multa. “Esto suele ocurrir en edificios que se construyeron en los años 50 que no disponen de patio interior o azotea; al igual que tampoco se construían con ascensor”, señala Villarejo.
Las fachadas sin ropa de Valencia
En la soleada Valencia la norma dice que “toda vivienda dispondrá de la posibilidad de tendido de ropa al exterior, bien mediante tendedero individual o […] común”. Pero la ley da más detalles y marca el tamaño de la casa como condición para tener o no un tendedero. Si la vivienda tiene tres o más dormitorios deberá contar con un espacio "cubierto y abierto al exterior, de no menos de 2,50 metros cuadrados de superficie útil, destinado al tendido de ropa". De nuevo, la norma marca que no podrá ser visible desde el espacio público, "para lo cual se dispondrá un sistema que disminuya la visión de la ropa tendida". La imaginación y los arquitectos están ideando desde toldos portátiles hasta cerramientos de ventanas y terrazas.
¿Le Corbusier inventó el tendedero común?
A partir de los años 60, impulsados por los diseños del arquitecto suizo Le Corbusier, las azoteas se empezaron a utilizar como espacios de actividades cotidianas. “Se instalaban gimnasios, jardines o parques”, apunta Villarejo. Muchas de estas áreas exteriores se empezaron a usar también como espacio para secar la ropa y, por ende, para socializar con los otros vecinos.
Hoy, la normativa ha ido avanzando y la mayoría de los diseños arquitectónicos contemporáneos ya contemplan la necesidad de espacios comunes. “Por regla general, muchos bloques multifamiliares de nueva construcción ya incluyen zonas cubiertas donde se puedan alojar tendederos”, cuenta la arquitecta. En Barcelona, por ejemplo, admiten la instalación de elementos para tender la ropa “en las azoteas transitables, siempre que no dañen ni distorsionen elementos singulares de la composición del edificio ni sean visibles desde los espacios públicos inmediatos”. De nuevo la intención de no mostrar nuestras intimidades textiles y, además, de hacerlo en lugares habilitados.
¿No tender fuera deshumaniza las ciudades?
Álvaro Soto, profesor del departamento proyectos de arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), señala que “es un poco absurdo” pensar zonas exclusivas para tender. “Los espacios deberían ser complementarios y usarse de diferentes maneras, que sean adaptables y tengan versatilidad”, explica. El arquitecto reflexiona y pone en duda la normativa que impide que la ropa tendida sea visible al espacio público: “Plantear que todo esté escondido produce una ciudad con falta de conexión entre las cosas humanas y naturales. Hay que pensar en la capacidad de la vivienda de demostrar cosas al exterior”.
En las escuelas de arquitectura se estudia la manera de aprovechar los patios interiores para, por ejemplo, generar viviendas con ventilación cruzada. En el caso de que el diseño arquitectónico del edificio no se incluya ningún lugar destinado a tender, según Villarejo, el siguiente paso será aprovechar las terrazas y azoteas para otros usos, aunque siempre con la dificultad añadida de que la comunidad de vecinos tiene que estar de acuerdo en más de un 60%, según la Ley de Propiedad Horizontal. Y tratar esto en una reunión vecinal, ya es otro tema.
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