sábado, 20 de octubre de 2018

¿Qué tendrán los móviles que nadie los suelta, y menos los adolescentes?

¿Qué tendrán los móviles que nadie los suelta, y menos los adolescentes?
El uso de los móviles ha aumentado la infelicidad de nuestros hijos (JackF / Getty Images/iStockphoto)


Para los adolescentes actuar, aunque sea digitalmente, es fundamental porque eso les “da” un lenguaje que no tienen para expresar lo que siente


Hoy, un porcentaje nada desdeñable de broncas familiares entre padres e hijos tienen al móvil como protagonista. Conseguir que dejen el móvil en las comidas familiares, antes de dormir o cuando llevan horas usándolo no siempre es fácil. Quizás un problema es que durante mucho tiempo lo consideramos como un juguete más, con el que entretenerse. Y, en realidad, se trata de otra cosa más compleja: es una ventana a otra realidad, la digital. Tan real como la vida misma.
Allí formulan preguntas y encuentran respuestas y reconocimiento. Buscan mirar, pero también ser mirados, no pasar desapercibidos como los pringaos que están missing out. Encuentran parejas y amigos, pero también experimentan violencias varias (ciberacoso, grooming, sexpreading) o apuestan dinero de verdad. Allí se orientan con referentes propios (influencers, youtubers, booktubers), se inician sexualmente (porno online) y a veces consienten en obedecer consignas para maltratarse (webs de anorexia, cortes) o incluso poner fin a su vida (Ballena azul, webs de incitación al suicidios).
Dos jóvenes miran sus móviles en un café. oneinchpunch / Getty Images/iStockphoto
Dos jóvenes miran sus móviles en un café. oneinchpunch / Getty Images/iStockphoto

El móvil no es un juguete, sino una ventana a otra realidad


Todo eso pasa por el móvil y forma parte del trabajo, necesario para todos y todas las adolescentes, de encontrar una inscripción en el Otro, una marca que los identifique y los haga “contar” para el otro. Por eso les encantan las stories del “Insta” porque, más allá de las banalidades que cuentan en sus imágenes, lo importante es que si alguien las ve y se lo hace saber, ellos sí cuentan. ¿Quién se desconectaría, entonces, arriesgándose a perderse algo que está pasando allí (en la red) y ahora?
Y además, y no es lo menos importante, el móvil los conecta también a su cuerpo, no sólo a los otros. Una de las razones del éxito de las redes sociales es que no conocen la discontinuidad, funcionan non stop, sin intervalo posible. Siempre hay un touch más posible, siempre una imagen más para fantasear, siempre una página nueva que visitar. El cuerpo, hiperactivado e hiperconectado, no descansa porque aunque no duerma, o lo haga poco, no deja de soñar. Aquí se ve bien el poder del dispositivo, del que hablaban Foucault o Agamben: nos controla más por su funcionamiento (siempre en on) que por su sentido o significación (a veces banal o inexistente).
Rémi Gaillard, realizador de vídeo y activista de la causa animal francesa, que se dio a conocer publicando videos en Internet con imposturas e imágenes burlescas, tiene un lema que refleja bien este ‘funcionamiento’: “Es haciendo cualquier cosa, no importa qué, que te conviertes en no importa quién”
Para los adolescentes actuar, aunque sea digitalmente, es fundamental porque eso les “da” un lenguaje que no tienen para expresar lo que sienten. Y el acto, además, les evita el pensamiento y las dudas que surgen cuando hay un vacío, un intervalo, una brecha por donde puede emerger esa pregunta existencial para la que (todavía) no tienen respuesta: ¿quién soy yo? Y ¿cómo saldré de este impasse en el que estoy?, ese túnel al que se refería Freud cuando hablaba de la pubertad como de un tiempo en el que un sujeto tiene que cavar dos salidas al túnel en el que está metido: la que le permitirá vivir su sexualidad y la que le dará un lugar en lo social, como adulto.
Por eso les cuesta soltar el móvil, porque ese Otro digital que encuentran en la red, es hoy su nuevo interlocutor, que compite con padres y docentes en la tarea educativa. Un interlocutor que les ofrece más confianza, puesto que su creencia en los adultos analógicos ya no es la que era.
Mejor entonces que prohibírselos de manera radical, ayudarles a prescindir un poco de ellos. Para ello, nada mejor que poner en valor el deseo que sigue vivo en ellos, aunque sea sólo como un presentimiento: el de que un día se harán mayores y encontrarán su fórmula. Preguntémosles, entonces por ese deseo de ser adultos.

“Es haciendo cualquier cosa, no importa qué, que te conviertes en no importa quién”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.