Donald Trump, 2018. Foto: Brian Cahn / Cordon.
Todo comenzó con aquella frase tan difícil de traducir a simple vista y que, por desgracia, tan sencilla era y tanto juego nos dio después: cuando, en una reunión en el despacho oval, Trump describió a países como Haití y El Salvador llamándolos shithole countries, algunos traductores se quedaron estancados y tuvieron que darle bastantes vueltas a la cabeza para no cagarla, por recurrir al chiste fácil. El asunto llegó tan lejos que el 13 de enero de 2018 Joana Walters le dedicó un artículo en el periódico británico The Guardian a las distintas traducciones según la variedad lingüística de los lectores. En Taiwán, por ejemplo, la equivocación alcanzó tal magnitud que la versión traducida les quedó como «países donde los pájaros no ponen huevos», una expresión que, al parecer, también designa un lugar donde reina la desolación.
Es cierto que el equivalente al español no planteaba tantos problemas, aunque en un principio algunos medios no dieran con una solución para el sintagma tan apropiada y simple como «países de mierda». Si se quería que el efecto fuera más o menos el mismo, lo único que había que hacer era suprimir el agujero (hole) y quedarse con la mierda (shit). En realidad, y en la mayoría de los casos, el asunto se soluciona suprimiendo el elemento que cuantifica y dejando la mierda en solitario. Y es que ahí está la clave, la retórica de Trump huele, apesta —dirán algunos—, incluso si nos limitamos, como ocurre aquí, al plano lingüístico. De hecho en el argot británico el verbo to trump equivale a nuestra expresión coloquial «tirarse un pedo».
Como bien saben quienes tienen hijos pequeños, toda alusión a la mierda genera inevitablemente más. En el plano político, Trump despierta tanta animadversión que durante un tiempo incluso se llegó a creer que el actor Morgan Freeman le había respondido al presidente estadounidense con sus mismas palabras. «Nuestro presidente es una auténtica montaña de mierda» (Our President is a bonafide sack of shit), escribió en Twitter el pasado 27 de agosto. Ese mismo día el supuesto Morgan Freeman también retuiteó un comentario de Trump y añadió: «Eres la MIERDA más grande de la historia de nuestro país» (You are the largest PIECE OF SHIT in the history of our country).
Al final, después de los innumerables retuiteos de quienes pensaron que se trataba de declaraciones genuinas del actor, resultó que el perfil pertenecía a otra persona, a alguien que solo compartía el nombre de Freeman y la afición a la escatología de Trump. El que sí lo hizo, a cara descubierta y sin Twitter de por medio, fue el actor y músico estadounidense Jack Black, que aprovechó su breve discurso a finales de septiembre en el Paseo de la Fama de Hollywood, donde acaban de concederle una estrella, para cerrar su agradecimiento con un «os quiero a todos, excepto a Donald Trump, que es un mierda» (a piece of shit).
También lo hizo el año pasado un colaborador de la CNN, Reza Aslan, que dijo de Trump que era, entre otras cosas, un «mierda» y una «vergüenza para la humanidad» (This piece of shit is not just an embarrassment to America and a stain on the presidency. He’s an embarrassment to humankind). Después de los ataques de 2017 en Londres, Trump declaró que prohibiría la entrada a Estados Unidos de ciudadanos de siete países, cinco de ellos de mayoría árabe.
Una prueba del alcance de esta retórica la ejemplifica bien el caso de la frase «Mexico is the Shit», impresa, en inglés, en unas chamarras que ya llevan algo de tiempo generando polémica. En el país vecino, sus creadores, Ahmed Bautista y Anuar Layón, las idearon para internacionalizar el mensaje de que México es «chingón» o «chido», una estrategia publicitaria apolítica en un principio, aunque influida por la coyuntura en el momento de su lanzamiento —al menos, en palabras de uno de los responsables del concepto—, que no todos los mexicanos han acogido de buena gana.
Lo cierto es que la prenda se ha convertido en el emblema de un movimiento contra las políticas de Trump. Ya el 17 de octubre de 2016 el fotógrafo mexicano Carlos E. Lang subió una imagen a Instagram en la que posaba con el objeto de la discordia, y junto a la que escribió: «Para todo aquél [sic] que crea que llevo una connotación negativa en la espalda, “The Shit” coloquialmente se refiere a algo “Muy Chingón”. Así que hoy me paré frente a la Torre de Trump mientras él regresaba a su oficina con mi chamarra de “México Es Muy Chingón”».
Muchas de las cosas que dice Trump se prestan lo suficiente al juego con múltiples alusiones hediondas. Y aunque la mierda se cuantifica de manera algo distinta en inglés, la lengua española cuenta con muchas expresiones escatológicas que permiten recrear esas referencias: desde las más gráficas, ese socorrido «cagarse encima» para los cobardes, pasando por las referentes al delito, «tapar la mierda», para los corruptos, hasta las más desagradables en el terreno de la oratoria, como «echar mierda por la boca», para los racistas y homófobos.
Tampoco esto es nada nuevo en la política estadounidense; el habla vulgar de la calle se cuela con frecuencia en los mítines y en la propia administración estadounidense. En 2014 uno de los asesores de Obama calificó al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de cobarde, o más bien de «cagado», si se respeta la fidelidad al término que utilizó en inglés: chickenshit (literalmente, mierda de pollo). La anécdota, citada en un artículo de Adam Entous publicado el pasado mes de junio en el New Yorker, nos recuerda que este tipo de jerga viene respaldada por una tradición que no obedece a partidos o ideologías. Entous apunta que el propio Obama basaba su política de exteriores en un principio fundamental, el de no meterse en estupideces de mierda o, en su versión palabra por palabra, «no hacer mierda estúpida» (Don’t do stupid shit).
La serie web Horace and Pete se hacía eco del lema extraoficial de la campaña de Trump: «Acabemos con esta mierda» (Let’s just get this shit over with). Y eso que era una apuesta con una ambientación muy pegada al teatro clásico. En un artículo de 2016, publicado también en el New Yorker, Ian Crouch describió este proyecto como «la creación independiente más audaz de Louis C. K.» hasta entonces.
El presidente más parodiado de la historia de Estados Unidos no se queda, sin embargo, en el mero eslogan, sino que en sus declaraciones hace tiempo que suele recurrir a expresiones metafóricas en las que invariablemente todo huele mal, algo que se encargan de recordarnos las redes sociales. Si en un tuit del 28 de enero 2014 Trump se refería al cambio climático como esa «misma antigua mierda», trola o chorrada, del calentamiento global (the same old climate change (global warming) bullshit!), ahora repite con insistencia que hay que drenar el pantano, to drain the swamp, y lo hace para referirse a las aguas estancadas en las que está enfangada la corrupción.
También es cierto que para oler esta imagen en español es necesario haber visto esos pantanos. Por eso la traducción de otra de sus expresiones con esta característica combinación fétida, la de swamp politicians, tendría que incorporar alguna connotación de ese tipo de ciénagas para trasladar con éxito su significado. Por ejemplo, el traductor podría decantarse por alternativas metafóricas como «políticos hediondos» o, quizás de manera más natural, «que apestan a corrupción».
El asunto ha alcanzado niveles preocupantes: en el habla coloquial estadounidense se ha acuñado la expresión to take a trump, cuyas acepciones ilustran lo que en lingüística denominamos enantiosemia, una palabra o expresión que puede tener tanto un significado como su contrario. En este caso, la interpretación de sus distintos sentidos abarca desde el estreñimiento físico hasta la diarrea verbal, tóxica y racista que inunda los titulares con una frecuencia insufrible.
Publicado por Yolanda Morató
27/10/2018
https://www.jotdown.es/2018/10/traducir-la-escatologia-en-torno-a-trump/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.