- El mayor golpe llegará cuando se trasladen por completo los costes al consumidor
- El trigo representa un 20% del total de las calorías que consume el mundo
- El Banco de Inglaterra ha reconocido que puede ser algo "apocalíptico"
Lo que comenzó siendo un fenómeno inflacionario 'temporal' provocado exclusivamente por el encarecimiento de la energía parece haberse convertido en un proceso mucho más permanente. La comida (alimentos y bebidas) es prueba de ello. Por ejemplo, el dato de IPC de abril en España reveló que el precio de los alimentos está subiendo a un ritmo anual superior al 10%, pero lo que es más grave: la tasa mensual fue del 3,4%. Si esta tasa mensual se mantuviera durante doce meses consecutivos, la inflación anual de los alimentos rozaría la friolera del 50%. Aunque ese no es el escenario base, sí es cierto que se prevé que los precios al consumidor de los alimentos sigan incrementándose. Esta tendencia creará un agujero más en los bolsillos de las familias de los países desarrollados, mientras que en los países emergentes y subdesarrollados puede ser una tragedia.
La fuerte subida de los precios de los alimentos y las preocupaciones sobre la seguridad alimentaria han ocupado un lugar muy destacado en la reunión de los países del G7 en Stuttgart (Alemania) y lo ocupa ahora también en el Foro de Davos. La situación se ha complicado sobremanera en las últimas semanas. El proteccionismo alimentario está obstaculizando los flujos de alimentos entre países, mientras que la crisis de los fertilizantes está disparando los costes de producción.
Esta misma mañana, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha hecho una llamada urgente a la acción internacional para prevenir una crisis alimentaria mundial que, según ha dicho, está siendo alimentada con malas intenciones por el presidente ruso, Vladimir Putin.
Allianz: "Los precios minoristas están todavía lejos de reflejar el impacto real de la subida que están sufriendo los alimentos"
"La artillería rusa está bombardeando almacenes de grano en Ucrania, deliberadamente, y los buques de guerra rusos en el Mar Negro están bloqueando barcos ucranianos llenos de trigo y semillas de girasol", ha asegurado esta mañana Von der Leyen en un discurso en el Foro Económico Mundial en Davos.
"Las consecuencias de estos actos vergonzosos están a la vista de todos", ha asegurado a los delegados. La guerra en Ucrania ha sido la gota que ha colmado el vaso. Las familias se enfrentan ahora a subidas de precios en casi todos los alimentos: "Lo peor puede estar por llegar", aseguran los economistas de Allianz.
Una tormenta perfecta
Los precios de los alimentos agrícolas se han disparado un 31% en 2021 y se prevé que suban otro 23% adicional en 2022. Desde la aseguradora Allianz han publicado un informe que evalúa el problema desde la óptica europea. En el documento destacan que esta tendencia en el precio de la comida se debe en general al incremento de los costes de los insumos (combustible, electricidad, fertilizantes), años de menores rendimientos agrícolas que se traducen en inventarios bajos y, más recientemente, la invasión de Rusia a Ucrania que no solo impacta en el suministro de alimentos básicos como el trigo o el aceite, sino que también tiene un efecto dominó en los precios de los sustitutos. Esto es una especie de tormenta perfecta que está estallando ahora.
Ben Laidler, estratega de mercados globales de la plataforma de inversión en multiactivos eToro, advierte en un comentario de estos peligros: "Los temores por los alimentos están incrementándose, ya que el trigo representa el 20% del total de las calorías globales y los precios han subido un 40% este año". Hasta el gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, reconoció hace unos días que la situación podía terminar siendo "apocalíptica" para algunos países.
Los grandes productores globales, desde Rusia hasta la India, están avanzando en sus políticas proteccionistas, poniendo casi una quinta parte del suministro global de las calorías bajo algún tipo de restricción, según explica Laidler. Los altos costes de los fertilizantes pueden reducir su uso, lastrando la productividad de la tierra y disparando los precios. Mientras que la volatilidad climática y de suministro que ya venían de lejos se suman a todos los problemas anteriores.
Aurélien Duthoit, economista senior de Allianz, cree que "lo peor está por venir para los hogares europeos: los precios minoristas de los alimentos están lejos de reflejar todavía el aumento de los precios de las materias primas alimentarias que se ha observado en los últimos 18 meses. Mientras que los productores de alimentos y bebidas de la zona euro ya han incrementado sus precios de media un 14% desde principios de 2021... Por el contrario, los precios minoristas de alimentos solo se han ajustado en un modesto 6%, lo que significa que los comercios aún no han trasladado ni la mitad de los precios a los consumidores".
Los economistas de la aseguradora alemana analizan episodios pasados de alta inflación en los alimentos y demuestran que, normalmente, los precios minoristas se ajustan en general a los precios al productor con elevado retraso. Antes o después terminará produciéndose esta canalización de costes y aunque una parte se quede en menores márgenes para los minoristas, el consumidor tendrá que pagar más.
"Anticipamos un traspaso generalmente alto a los precios al consumidor". El coste en euros dependerá de cada país, puesto que los niveles de renta ni de partida no son los mismos. Por ejemplo, se estima que en España el coste de los alimentos suponga un gasto extra de 200 euros de media.
Unos 243 euros de 'sobrecoste'
Usando el escenario base de su modelo, los expertos de Allianz creen que se transferirá a los consumidores, al menos, el equivalente al 75% del aumento en los precios de producción: "Calculamos que la inflación de los alimentos costará al consumidor europeo unos 243 euros de media. Esto es lo que subirá la cesta de alimentos en comparación con 2021". Quizá no parezca algo desorbitado, pero es que a los alimentos hay que sumarle todo el componente energético que ya está abriendo un profundo agujero en los bolsillos del consumidor y el del resto de bienes y servicios que han comenzado a despegar.
Los analistas de Oxford Economics explican que el traspaso e impacto de los precios de los alimentos puede variar mucho entre países. "Mientras que las economías más grandes de la Eurozona, como Alemania o Francia, suelen ver un pequeño traspaso de los shocks de los precios mundiales de los alimentos a la inflación general, los países más pequeños, como los estados bálticos, pero también España o Bélgica, ven un impacto de tres a cinco veces mayor". Un aumento de 10 puntos porcentuales en los precios mundiales de los alimentos se traduce en un aumento de aproximadamente de 1,5 puntos en la inflación general, según cálculos de Oxford Economics.
Estos expertos coinciden con los de Allianz y creen que el impacto tarda un tiempo en construirse hasta que se traspasa por completo a los precios finales de los alimentos. Las diferencias en el traspaso reflejan en gran medida dos factores: el tamaño del mercado interno y la producción propia, y la proporción del gasto en alimentos y restaurantes dentro del índice del IPC. Esto último hace que en España y Portugal el 'golpe' sea más duro.
Además, uno de los grandes problemas de este encarecimiento de los alimentos es su impacto desigual en los diferentes hogares. Por un lado, la demanda de alimentos (como componente general) suele ser bastante rígida. Resulta más sencillo reducir el consumo en ocio o la compra de bienes que la de alimentos. Al final, la comida es un bien básico y necesario para sobrevivir. Por otro lado, el gasto en alimentos suele ser relativamente mayor (supone un mayor porcentaje de la renta) en los hogares con menores ingresos. Una vez más, el mayor 'golpe' se lo llevarán las familias más vulnerables.
No obstante, todo lo anterior es un análisis de la crisis vista desde la óptica europea o de los países desarrollados. Tanto el Banco Mundial como el FMI y otras instituciones han advertido de que la crisis real se va a vivir en los países emergentes. En estas economías, una fuerte subida del precio de los alimentos puede tener un impacto devastador sobre la salud y el bienestar de sus habitantes.