- Pekín quiere la renta per cápita de un país desarrollado para 2035
- Sin embargo, ha envejecido antes de cambiar de modelo económico
Soltar a bocajarro que China quiere alcanzar a Grecia en materia económica es algo que, a priori, descoloca. Pero puede tener su sentido. El presidente del gigante asiático, Xi Jinping, estableció ahora hace poco más de un año el objetivo de alcanzar la renta per cápita de "un país desarrollado de nivel medio en 2035". Aunque no está claro qué grupo de países tenía en mente Xi al referirse a los países desarrollados, los clasificados como "economías avanzadas" por el FMI pueden dar una pista. En el extremo inferior de esta lista se encuentra Grecia, con lo que alcanzar al país heleno puede ser una 'puerta'. Sin embargo, el caso griego precisamente sirve para ejemplificar el gran mal al que se enfrenta Pekín: la conocida como 'trampa de los ingresos medios' o, lo que es lo mismo, 'morir en el intento' de hacerse rico.
"La trampa de los ingresos medios es un concepto introducido por primera vez por los economistas del Banco Mundial Indermit S. Gill y Homi Kharas en 2007 para describir las economías que se ven atrapadas entre competidores con salarios bajos y países ricos innovadores", explica Louise Loo, analista de Oxford Economics. "Es una situación en la que los países que han pasado rápidamente de un estatus de ingresos bajos a uno de ingresos medios no consiguen alcanzar a los países de renta alta", resume el equipo de Allianz encabezado por el economista Arne Holzhausen en un informe de 2021. Según el Banco Mundial, se considera que un país está en la trampa de los ingresos medios cuando su renta per cápita en paridad de poder adquisitivo (PPA) se sitúa entre el 5% y el 43% de la estadounidense. La conversión de los ingresos en dólares a términos de PPA corrige las diferencias del coste de la vida entre países.
China es actualmente un país de renta media, con una renta per cápita a precios corrientes en 2022 de 21.404 dólares medida en PPA, según los datos recogidos en el último informe de Perspectivas (WEO) del Fondo Monetario Internacional (FMI), publicado en octubre. Para que sirva de referencia, en ese mismo documento se recoge una renta por cápita en PPA en 2022 de 37.526 dólares para Grecia y de 76.343 para EEUU. Singapur, por ejemplo, presenta una de 127.563 dólares. Encuadrada China en el sector de los ingresos medios (28% de la renta per cápita de EEUU), es el caso griego el que mejor sirve para contextualizar a lo que se enfrenta China.
Según la prospección de Allianz, Grecia entró al club de los países con ingresos altos en 1998, pero volvió a caer al de los ingresos medios en 2011. Desde entonces, coquetea con ese límite referido del 43% de la renta per cápita de EEUU, no siendo capaz de alcanzar la cota del 50% y dando pie a que se diga que Grecia está atrapada en esa banda. Solo para llegar hasta donde está Grecia, el crecimiento anual de la renta tendría que ser superior al 4% para igualar el actual nivel actual del país heleno en 2035, calculan los economistas Hunter L. Clark y Matthew Higgins en una investigación publicada por la Reserva Federal de Nueva York este pasado octubre. Llegar a los 49.300 dólares per cápita (España ronda los 50.000) en el que estos economistas sitúan el umbral para ser un país de nivel medio en palabras de Xi dentro de las economías desarollados bajo criterios del FMI implicaría una tasa media de crecimiento del 6,6% por año.
Una mirada a la historia subraya la naturaleza desalentadora de esta tarea. "De los 43 países que habían alcanzado el nivel de renta actual de China en 2009, ninguno logró alcanzar la tasa de crecimiento necesaria para situar a China en el rango medio de las economías avanzadas (los citados 49.300 dólares) en los 13 años siguientes (lo que falta para 2035). De hecho, la tasa media de crecimiento de la renta en 13 años para este grupo es del 3,1%, y sólo cinco registraron un crecimiento superior al 4%. Y para los 24 países con ingresos superiores a 49.300 dólares, se necesitó una media de 32 años para ascender desde el nivel de ingresos actual de China. Solo dos lo hicieron en menos de 20", recogen Clark y Higgins.
"Un debate relacionado con las perspectivas a largo plazo de China en medio de los crecientes temores de desaceleración es la probabilidad de que quede atrapada en esta trampa, el proverbial dilema de envejecer antes de enriquecerse", reconoce Loo en el informe de Oxford Economics. Para Edoardo Campanella, economista de Internacional y Energía de UniCredit Research, caer en la 'trampa de los ingresos medios' es la consecuencia más preocupante para China de alcanzar un punto de inflexión en el que un país ha alcanzado una plena industrialización y un pleno apogeo de la población en edad de trabajar, y tiene que dar un paso hacia el valor añadido, pero ha llegado a ese punto sin un nivel de renta per cápita suficientemente alto.
El modelo de Lewis
Es lo que se conoce como el modelo de Lewis, que Campanella explica así: "El modelo de Lewis es un punto de partida habitual para entender la relación entre la evolución de la oferta de mano de obra y el crecimiento en China". En la década de 1950, el premio Nobel Arthur Lewis describió las condiciones necesarias para industrializar una economía predominantemente agrícola. En sus formulaciones matemáticas, imaginó una economía subdesarrollada compuesta por dos sectores: la agricultura y la industria manufacturera. En las primeras fases del desarrollo, la mano de obra tiende a concentrarse en la agricultura hasta que la mecanización gradual hace cada vez más superfluo el trabajo de los agricultores en medio de una cantidad fija de tierra de cultivo. Este excedente de mano de obra se ve atraído por los salarios más altos asociados a un sector manufacturero embrionario con fuerte potencial de crecimiento.
Con el tiempo, la industrialización permite absorber gradualmente el excedente de mano de obra agrícola, explica el analista de UniCredit. Un flujo continuo de trabajadores del campo a las fábricas contribuye a mantener unos salarios competitivos, a pesar de la elevada demanda de mano de obra. Los bajos costes laborales permiten a las empresas obtener beneficios que, si se reinvierten en la construcción de nuevas fábricas y la compra de nueva maquinaria, conducen a una expansión continua de la industria manufacturera. Esta dinámica ha garantizado la competitividad de China durante más de dos décadas, convirtiéndola en la fábrica del mundo y contribuyendo a contener las presiones inflacionistas mundiales. Según estimaciones del FMI, gracias a la combinación del progreso tecnológico en la agricultura y el aumento de la longevidad, el excedente de mano de obra agrícola de China pasó de unos 50 millones de trabajadores en 1993 a 160 millones en 2008, antes de agotarse gradualmente.
"El llamado punto de inflexión de Lewis se alcanza cuando se invierten las condiciones favorables de crecimiento. Una vez agotado el excedente de mano de obra agrícola, los fabricantes se ven obligados a aumentar los salarios, lo que erosiona los beneficios, la inversión y la competitividad. Los estudios del FMI sugieren que China ha cruzado recientemente este umbral. La consecuencia más preocupante de alcanzar este punto es el riesgo de quedar atrapado en la 'trampa de los ingresos medios'. La intuición de Lewis es que la expansión de la industria manufacturera, además de absorber el exceso de mano de obra, conduce a un aumento de la renta en toda una población. El reto para todos los países en desarrollo es agotar el excedente de mano de obra a un nivel de renta suficientemente alto, pero China no ha dado este salto de renta a tiempo", ahonda Campanella. "La preocupación de que China envejezca antes de enriquecerse parece materializarse", sentencia.
El éxito económico de China en los últimos 40 años es, en parte, una historia demográfica. "La combinación de baja fertilidad (política del hijo único) y alta longevidad (mejores condiciones de vida) sentó las bases del llamado dividendo demográfico: con menos compromisos familiares, las mujeres pudieron incorporarse a una población activa que ya no crecía a un ritmo insostenible, mientras que la mayor esperanza de vida mantenía su tamaño. La población china en edad de trabajar se ha más que duplicado, pasando de unos 400 millones de personas a finales de la década de 1970 a unos 800 millones en la actualidad", pone en contexto Campanella. Pero hoy, este dividendo se está convirtiendo en un impuesto, metaforiza.
La baja tasa de natalidad de China ha provocado una contracción gradual de su población activa. En 2015, la población china en edad de trabajar alcanzó su máximo y desde entonces se ha reducido en unos pocos miles de personas cada año. El año pasado, la población de China se redujo por primera vez desde la Gran Hambruna de 1961. El aumento de la longevidad ha dado lugar a una población de ancianos cada vez más numerosa, mantenida por un número cada vez menor de trabajadores. En 2022, tras cierta relajación en años anteriores, se abandonó definitivamente la política del hijo único y se sustituyó por la de los tres hijos. Pero, advierten desde UniCredit, los cambios demográficos se producen gradualmente y es poco probable que los efectos positivos sobre la actividad económica de cualquier nuevo aumento de los nacimientos se perciban hasta 2050 como muy pronto.
"Algunas de las actuales dificultades económicas a las que se enfrenta Pekín se deben precisamente a esta transición demográfica, que exigirá una transformación radical del modelo de crecimiento chino, alejándolo de sectores tradicionales como la construcción y el sector inmobiliario, para reconducir la economía por una senda sostenible", abunda Campanella.
El propio gobernador del banco central de China ha subrayado estos días su tolerancia a la ralentización del crecimiento a corto plazo, a medida que China se aleja del sector inmobiliario y de las infraestructuras para centrarse en nuevos motores de actividad. Pan Gongsheng ha afirmado que "el modelo tradicional de depender en gran medida de las infraestructuras y el inmobiliario podría generar un mayor crecimiento, pero también retrasaría el ajuste estructural y socavaría la sostenibilidad del crecimiento". "La transformación económica en curso será un viaje largo y difícil. Pero es un viaje que debemos emprender", ha enfatizado.
Según Gill y Kharas, para salir de la 'trampa de los ingresos medios' suelen ser necesarias tres transformaciones de la productividad. En primer lugar, la especialización en la producción y el empleo. Segundo, un aumento de la innovación. Y tercero, sistemas educativos que permitan a la mano de obra adaptarse a las nuevas tecnologías. "Una transición económica virtuosa requiere pasar de un modelo de crecimiento extensivo, centrado en la expansión continua de la mano de obra y la acumulación de capital, a un modelo de crecimiento intensivo, centrado en el crecimiento continuo de la productividad mediante el desarrollo tecnológico y el aumento de la calidad del capital físico y humano", plantea Campanella.
Si el número de trabajadores disminuye, se hace necesario que un país se centre en sustituir el trabajo manual por maquinaria cada vez más sofisticada. Según el modelo de Lewis, ésta es la única forma de garantizar que las tasas de crecimiento sean suficientes para permitir a un país salir de la trampa, continúa el economista de UniCredit. Sin embargo, la productividad laboral de China, aunque sigue aumentando, se mantiene muy alejada de los niveles registrados en los países de renta alta. La otra gran implicación del modelo de Lewis, añade, es que China tendrá que pasar de ser la fábrica del mundo a ser el mercado del mundo.
"La gran oferta de mano de obra de China en las últimas décadas permitió comprimir los salarios. Los bajos costes laborales, unidos a políticas monetarias encaminadas a contener el tipo de cambio, permitieron a China absorber la demanda extranjera de bienes, ganando cuota de mercado mundial gracias a una fuerte competitividad de precios. A medida que se agote su excedente de mano de obra (especialmente en un contexto de disminución de la población), los salarios tenderán a subir, ya que las empresas luchan por atraer a trabajadores de un grupo cada vez más reducido. Si los salarios crecen más rápido que la productividad laboral, esto conduce a mayores costes laborales unitarios, menor competitividad en los mercados extranjeros (esto se compensa en parte por una moneda infravalorada), y la necesidad de desarrollar un mercado interno para absorber la parte de la producción que ya no saldrá de las fronteras nacionales porque ya no es competitiva", desgrana Campanella.
Además, señala, a medida que madura la industria manufacturera, cada vez se necesita menos ahorro para financiar la inversión en capital físico, y cada vez se necesita más gasto privado para absorber el exceso de producción que ya no encuentra mercados de exportación debido a la pérdida de competitividad: "En esencia, es necesario pasar de un modelo de crecimiento centrado en la inversión y las exportaciones a otro centrado en el consumo privado, especialmente en el sector servicios. Este camino suele ser largo y tortuoso. En la actualidad, el consumo privado apenas representa el 40% del PIB chino, frente a una media de alrededor del 60% en las economías avanzadas, mientras que la tasa de ahorro privado de China ronda el 35% de los ingresos, es decir, unas diez veces más que en EEUU (y cuatro veces más que antes de la pandemia)".
Echando un vistazo a la historia y al entorno geográfico, los datos muestran claramente que salir de la 'trampa de los ingresos medios' no está garantizado. A pesar de haber experimentado un rápido desarrollo en los últimos años, se considera que Tailandia sigue atrapada en esta trampa. Al mismo tiempo, Japón, Corea del Sur, Taiwán y Hong Kong han conseguido salir de ella en distintos momentos, y solo cuando sus modelos de crecimiento se orientaron hacia la producción de alto valor añadido.
"Según el Banco Mundial, los países de renta media aún no han desarrollado sistemas nacionales de innovación -o quizá ni siquiera han acumulado suficiente capital físico y humano- para competir con los países de renta alta en el desarrollo de productos más sofisticados. China está más avanzada tecnológicamente de lo que su estatus de renta puede sugerir (piénsese en la IA, la computación cuántica, la robótica o los vehículos eléctricos), pero será necesaria una mayor transformación sistémica que le permita salir de la trampa", remachan desde UniCredit.
"Corea del Sur es uno de los pocos ejemplos de industrialización exitosa que condujo a una economía avanzada. Este proceso se basó inicialmente en una fuerte orientación comercial respaldada por mano de obra de bajo costo y medidas que favorecieran las exportaciones, así como una mejora en el entorno empresarial y políticas que incentivaran los esfuerzos de innovación más adelante. Sin embargo, el temprano desarrollo de Corea del Sur basado en las exportaciones puede ser difícil de replicar en el entorno global actual. Los mercados de exportación son ahora más complicados, la competencia es más feroz y las tendencias proteccionistas son más frecuentes", advierten también los analistas de Allianz.
"El rápido crecimiento continuado se enfrenta a crecientes vientos en contra derivados del envejecimiento de la población y de la disminución de los rendimientos del modelo de crecimiento chino centrado en la inversión. Además, parecen estar surgiendo otros obstáculos al crecimiento, como un giro hacia una mayor gestión estatal de la economía, la cristalización de los problemas crediticios heredados en el sector inmobiliario y otros sectores, y los límites al acceso a tecnologías extranjeras clave. Aun partiendo de hipótesis generosas sobre los fundamentos del crecimiento futuro, parece probable que en los próximos años China sólo reduzca una parte de la distancia que le separa de los países de renta alta", zanjan los economistas del paper de la Reserva Federal de Nueva Tork.