Los avances en robótica siguen siendo caros, lentos y torpes, pero algunos pronósticos y movimientos del mercado parecen sugerir que la inteligencia artificial corpórea está cada vez más cerca. Además de mandarnos “besar sus brillantes culos metálicos”, la masificación de los robots amenaza con trastocar el mercado más grande del mundo: el mercado laboral, por lo que no sorprende que los grandes nombres de la tecnología estén destinando cada vez más recursos al campo.
Una cosa es el cerebro y otra, el cuerpo. Una cosa es hablar con ChatGPT y otra, que un androide entienda que no puede coger un huevo crudo y uno cocido de la misma manera. Pero, igual que el cerebro del chat de OpenAI nos dejó a todos boquiabiertos hace exactamente un año, el cuerpo de la robótica parece estar dando pistas de que tal vez no falte tanto para los robots inteligentes, como los impresionantes prototipos de Boston Dynamics, empiecen a ser capaces de mandarnos besar su “brillante culo metálico”.
La señal más clara viene de la mujer conocida como ‘la madrina de la IA’, la profesora de la Universidad de Standford Fei-Fei Li, cuyo pionero trabajo produjo ImageNet, una de esas enormes bases de datos de imágenes que ahora nos permiten pedirle a Midjourney que nos dibuje cualquier cosa. Tras el revuelo generado por la IA generativa, Li cree que el próximo gran avance disruptivo del campo podría ser “la inteligencia artificial corpórea” y su laboratorio ya está trabajando en ella, según contó en una reciente entrevista con The Guardian.
EL SUPERRETO DE DAR UN CUERPO A LA IA
Eso sí, no duda en matizar que todavía “faltan algunos años”. Hace bien, ya que, a diferencia de una aspiradora Roomba, el término IA corpórea abarca conceptos tan amplios como el de la propia inteligencia artificial general o superinteligencia que la industria persigue sin éxito desde hace tiempo. Básicamente sería el gran truco final de la tecnología: un sistema computacional capaz de percibir y entender la más mínima cosa que sucede a su alrededor, integrado en una estructura física dotada de todos los componentes necesarios para poder reaccionar a cualquier interacción de forma autónoma y precisa, como lo haríamos nosotros y el propio Bender.
Es un reto enorme. “La creación de agentes artificiales corpóreos con morfologías bien adaptadas que puedan aprender tareas de control en entornos diversos y complejos es un desafío debido a las dificultades de buscar a través de un número combinatoriamente grande de morfologías posibles y al tiempo computacional requerido para evaluar la aptitud a través del aprendizaje de por vida”, señala una investigación publicada en Nature en 2021 en la que participó la propia Li.
Es decir, no solo se trata de diseñar una superinteligencia artificial, también hay que crearle un cuerpo superhumano. Mucho antes de que tengamos algo parecido a eso, la magnitud del reto que supone producir robots inteligentes queda reflejada en dos sucesos recientes protagonizados por los dos tipos de autómatas con más trayectoria en el mundo real: los coches autónomos y los robots industriales, que acaban de provocar sendos accidentes graves, y uno de ellos incluso se ha saldado con la muerte de un trabajador.
A principios de octubre, un robotaxi de la empresa Cruise, que llevaba unos meses operando sus vehículos sin conductor en San Francisco, tuvo problemas para detectar a una mujer que había caído al suelo tras ser atropellada por otro conductor humano, por lo que el vehículo autónomo acabó pasándole por encima, informa la BBC. Aunque la víctima se está recuperando, la ciudad no tardó en suspender la licencia de operaciones de la compañía alegando preocupaciones de seguridad. Eso sí, no ha dicho ni mu de Waymo, propiedad de Alphabet, que también ofrece un servicio similar de taxis autónomos 24 horas en esa y otras ciudades desde hace meses.
Quien no tuvo tanta suerte fue el operario de un centro de distribución de Corea del Sur, que a principios de noviembre falleció al ser aplastado por un brazo robótico que le confundió con una de las cajas que debía manipular. “El robot industrial, que levantaba cajas llenas de pimientos y las colocaba en un palé, parece haber funcionado mal e identificó al hombre como otra caja […], empujó la parte superior del cuerpo del operario contra la cinta transportadora, aplastándole la cara y el pecho”, informa en otra pieza en The Guardian.
Ambos sucesos, así como la infinidad de ejemplos que hemos visto de impresionantes robots derrotados por oponentes tan nimios como un patito de goma o un suelo arenoso, indican lo lejos que estamos de toparnos un Bender real. Lo más parecido sería ese cacharro llamado Sophia que pulula por el mundo desde 2015 y que, a pesar del elevadísimo nivel de sofisticación de su hardware y software, su comportamiento y savoir-faire todavía se parecen más al de una aspiradora parlante.
SEÑALES DE ‘FUTURAMA’
¿Quiere decir esto que Li se equivoca en su predicción? Ahí está el quid de la cuestión. Los avances de toda tecnología suelen sucederse de forma incremental y es imposible saber cuándo llegará el momento eureka o la killer app que lo cambiarán todo para siempre, como pasó con los transformadores y con ChatGPT en el ámbito de la IA generativa. Lo que sí sabemos es que las principales predicciones empiezan a vislumbrar que el horizonte robótico podría llegar tan pronto como entre los próximos cinco o diez años.
Si le parece mucho, tenga en cuenta que, “al ritmo al que avanza la tecnología, diez años es una eternidad”, y que “todos los meses hay novedades en el mundo de la IA que suponen un cambio fundamental”, dijo a finales de verano la física teórica y directora ejecutiva de la empresa de robótica canadiense Sanctuary AI, Geordie Rose, en una entrevista con la BBC. Aunque la inteligencia artificial general corpórea tipo Bender probablemente sea la última en llegar, “para 2027, más del 75% de las empresas habrán adoptado alguna forma de automatización ciberfísica dentro de sus operaciones de almacén”, augura el Ciclo del ‘Hype’ de Gartner sobre Robots Móviles y Drones 2023, que sitúa la masificación de los coches autónomos en este mismo lapso de entre cinco y diez años.
Aunque la consultora reconoce que “los robots inteligentes se están acercando al ‘pico de expectativas infladas’, donde la publicidad temprana produce historias de éxito, pero las expectativas superan la realidad actual de lo que se puede lograr”, también afirma que, gracias a “tecnologías avanzadas como el aprendizaje automático, podrán incorporar tareas en actividades futuras o soportar condiciones sin precedentes”. Y, como no podía ser de otra forma, si hay alguien intentando hacer realidad los sueños de Futurama, ese es Elon Musk.
Tal vez le cueste creerlo si aún recuerda aquella vergonzosa pantomima que organizó en 2021, cuando anunció sus planes para crear un robot humanoide generalista y lo que apareció en el escenario fue un señor disfrazado que se movía como un transformer. Pero, aunque el magnate sea famoso por fanfarronear lo mismo que el propio Bender, también lo es por llevar a cabo cualquier cosa que se le mete entre ceja y ceja. Si ha conseguido masificar el coche eléctrico, inventar los cohetes reutilizables y acercarnos a los vehículos autónomos, ¿por qué no iba a ser capaz de cumplir el sueño de la IA corpórea?
De hecho, es toda su trayectoria empresarial y no tanto su caprichosa cabezonería la que le sitúa en una posición privilegiada para llenar el mundo de Benders. “Quiere construir un robot doméstico de uso general que pueda hacer de todo, desde limpiar la habitación hasta descargar el lavavajillas. Diseñar un robot capaz de hacer más de una cosa requiere mucho trabajo y sofisticación. Tesla está muy bien posicionada para hacerlo. Su división de conducción autónoma tiene una enorme capacidad de visión por ordenador y está construyendo los tipos de baterías que se necesitarían para alimentar una máquina tan sofisticada durante un largo periodo de tiempo”, afirma la profesora del Instituto de Robótica de la Universidad Carnegie Mellon Henny Admoni en un reciente video en Wired.
Y, como Musk no sabe hacer otra cosa que vanagloriarse con sus propios empeños, en la reciente cumbre sobre seguridad de la IA organizada en Reino Unido llegó a afirmar que “llegará un momento en que no se necesitará ningún trabajo, […] la IA podrá hacerlo todo”. Con esta predicción, el magnate afirma que, además de las tareas del entorno digital que ya están siendo asumidas por algoritmos, el futuro estará dominado por máquinas capaces de llevar a cabo cualquier labor física, desde la fabricación y el mantenimiento hasta la agricultura y las tareas domésticas.
EL TRABAJO, EL MAYOR MERCADO DE LA HISTORIA
Antes de que llegue ese maravilloso futuro en el que todos podríamos dedicarnos al arte, la filosofía, la ciencia, la cultura o simplemente a dormir, mientras las máquinas lo hacen todo por nosotros (siempre y cuando se realice una correcta redistribución de la riqueza, ejem, pero ese es otro debate bien diferente), Musk ha prometido que sus robots mayordomo dejarán de ser señores disfrazados y empezarán a venderse hacia 2027 por menos de lo que cuesta un coche, informa Business Insider. Al igual que él, Rose también cree que los autómatas terminarán por asumir todos los trabajos, y afirma: “El mercado total al que podemos dirigirnos a largo plazo es el mayor que ha existido nunca en la historia de la empresa y la tecnología: el mercado laboral”.
Con un pastel tan grande en juego no sorprende que el de Tesla no sea el único tiburón tecnológico con ganas de llenar el mundo de autómatas. En abril, el CEO de OpenAI, Sam Altman, afirmó que la era de los grandes modelos de IA “ha terminado” y que ahora el campo “va a mejorar por otras vías”. ¿Se referiría a la inteligencia artificial corpórea? Podría ser si tenemos en cuenta que, un par de semanas, antes su compañía se alzó como principal inversora de la empresa de robótica noruega 1X en una ronda de Serie A en la que levantó 23,5 millones de dólares. Y en el lado oriental del tablero de juego, el año pasado Xiaomi también presentó su propia versión de robot humanoide, el Cyber One.
Por supuesto, todos estos criados robóticos siguen lejísimos de parecerse mínimamente a nuestro querido Bender, y mucho más de acercarse a la versión robótica hiperrealista de Lucy Liu con la que Fry acabó teniendo un romance en otro capítulo de Futurama. “Hace falta mucho para crear un robot que sea indistinguible de un ser humano. Esto se debe a que los humanos somos muy sofisticados. Tenemos docenas de músculos sólo en la cara para hacer expresiones faciales. Conseguir que un robot sea capaz de hacer eso requiere docenas de motores, y eso no es algo realista ahora mismo. Yo diría que todavía estamos muy lejos de este tipo de robots hiperrealistas como los de Westworld”, continua Admoni.
Aun así, tiempo al tiempo. Ya tengan forma humana o un aspecto totalmente diferente, parece que la era de un mundo inundado de robots inteligentes está cada vez más cerca, tal vez mucho más de lo que pensábamos. Por supuesto, un avance de tal magnitud vendrá con sus propios desafíos, a los que ya deberíamos estar prestando atención antes de que nos atropellen, como ha pasado con toda la inteligencia artificial que ya tenemos contenida en nuestros ordenadores. De lo que no cabe duda es de que será un futuro muy interesante o, como dice Futurama, “sería genial”. Yo estoy deseando verlo, y si usted no está de acuerdo, puede besarme mi carnoso culo humano.
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