jueves, 3 de abril de 2025

La carrera europea para reducir esta sustancia asociada al cáncer: hasta las pistas de esquí están contaminadas



Visitantes suben en telesilla a un glaciar en la estación de esquí de Kaprun, en los Alpes austriacos. (Getty Images/Sean Gallup)



El pasado mes de febrero, Francia anunciaba una de las leyes más ambiciosas del mundo para proteger a la población de los peligros de los PFAS. Además, en Austria encontraron restos de estos compuestos en pistas de esquí




Las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas, más conocidas como PFAS o químicos eternos, están presentes en el día a día. Se encuentran en cosméticos, utensilios de cocina, agua potable, ropa, aire o suelo.

"Estos compuestos acaparan protagonismo, no solo por la versatilidad de sus propiedades, que los hacen altamente demandados en múltiples sectores, sino también, y lamentablemente, por los preocupantes efectos que pueden conllevar para nuestra salud y el medioambiente. Su extremada persistencia, movilidad en el medio ambiente y capacidad para bioacumularse, junto con los efectos negativos para la salud, son motivo de preocupación". Esta explicación se puede leer en el informe Los químicos que nos rodean, elaborado en 2022 por el Ministerio de Transición Ecológica.

"La necesidad de avanzar hacia un entorno libre de tóxicos exige introducir medidas que permitan reducir el uso de estas sustancias, limitándolo a aquellos usos que se identifiquen como esenciales para la seguridad, funcionamiento de la sociedad o por razones sanitarias", continúa el documento.

Algunas de sus cualidades nocivas ya se han estudiado. En septiembre de 2023, la revista Nature publicaba una investigación sobre las asociaciones entre la exposición a sustancias químicas y diagnósticos de cáncer que no se habían explorado anteriormente. "Varias sustancias químicas PFAS se asociaron positivamente con la probabilidad de diagnóstico precoz de melanoma, solo en mujeres, y cáncer de ovario", refleja en sus conclusiones.

Además, insistía en que los hallazgos de este estudio pueden utilizarse para "fundamentar y priorizar" los tóxicos en las políticas relacionadas con una mayor vigilancia de la exposición a sustancias químicas y la evaluación de riesgos o emergente de contaminación ambiental.

Otra investigación, esta vez liderada por un equipo del Consorcio de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública en Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada y la universidad de la misma ciudad, analizaba la relación entre PFAS y hormonas sexuales, tanto femeninas como masculinas, en adolescentes. Su conclusión más significativa fue que la exposición de los adolescentes a compuestos perfluorados causa una alteración del equilibrio hormonal que puede tener consecuencias perjudiciales sobre su desarrollo y capacidad reproductiva. Los efectos observados fueron diferentes en las chicas y en los chicos, sugiriendo que el género desempeña un papel "crítico" en la manifestación del daño de estos compuestos.

Por último, un análisis elaborado y presentado en julio de 2024 por la Red de Acción Europea contra los Plaguicidas (PAN Europa), reveló que el 94% del agua potable y el 63% del agua de manantial o embotellada en la UE están contaminadas con ácido trifluoroacético (TFA), un subproducto de las sustancias perfluoroalquiladas.

En concreto, fueron 55 muestras de agua potable recolectadas entre abril y junio de 2024 en once países de la UE: Austria, Bélgica, Bulgaria, Croacia, Alemania, Hungría, Luxemburgo, Países Bajos, España y Suecia.


Regulación

Por todos estos motivos, las autoridades europeas y de los Estados miembros están haciendo esfuerzos para seguir reforzando su regulación en la Unión Europea y reducir su presencia, tanto en el medio ambiente como en la cadena alimentaria.

Un ejemplo es la nueva Directiva de Agua Potable (Directiva 2020/2184) de la UE, adoptada en diciembre de 2020, que incluye disposiciones específicas para abordar la contaminación por PFAS en el agua potable. Asimismo, el Reglamento (UE) 2024/2462, prohibirá la venta y el uso de PFHxA (un subgrupo de PFAS) en "productos textiles de consumo, como chubasqueros; envases de alimentos, como cajas de pizza; mezclas, como aerosoles impermeabilizantes; cosméticos, como productos para el cuidado de la piel; y en algunas aplicaciones de espuma contra incendios".


Normativa independiente en Francia

A su vez, Francia ha elaborado una norma independiente para su regulación. De este modo, a partir de 2026, la ley prohibirá los PFAS en determinadas aplicaciones, como textiles para vestir, calzado o agentes impermeabilizantes. No obstante, se aplicarán exenciones a prendas de protección específicas, como el equipo de los bomberos. La lista exacta de artículos exentos se determinará por decreto.

Fue el pasado 20 de febrero cuando los legisladores del país galo aprobaron un proyecto de ley destinado a mitigar estos riesgos. La normativa prohibirá su uso en tres categorías de productos e introduce una tasa sobre los vertidos industriales de PFAS al agua, siguiendo el principio de "quien contamina paga".

Por su parte, Austria está obligada legalmente desde hace diez años a tomar medidas para proteger el agua del TFA, pero la organización ecologista Global 2000, critica que "no lo ha hecho". "El agua potable sigue estando insuficientemente protegida contra los residuos de plaguicidas", describe el químico Helmut Burtscher-Schaden al diario austriaco Der Standard.

De hecho, el agua no es lo único que preocupa al país, las pistas de esquí también están contaminadas con PFAS. Así lo exponía en una investigación el Instituto James Hutton de Aberdeen (Escocia) junto con la Universidad de Graz, en Austria, en enero de 2024. "Encontramos catorce tipos diferentes de esta sustancia química, comúnmente utilizada en la cera para esquís, en suelos de estaciones de esquí familiares en los Alpes austriacos", decía el documento. Los resultados del estudio se conocieron unas semanas después de la entrada en vigor de la prohibición de la cera en eventos profesionales de esquí, "por su relación con graves problemas de salud, como cáncer, problemas de fertilidad y daño hepático".


"Es similar al amianto. Las posibles consecuencias solo aparecen al cabo de los años y rara vez son claramente atribuibles"


El motivo de su uso en este deporte es su propiedad extremadamente hidrófuga, lo que hace que los esquís se deslicen más rápido. Por ahora, los niveles medidos no suponen un "riesgo inmediato" para la salud de los esquiadores, pero sí para los trabajadores que enceran. Según una de las autoras principales del estudio, Viktoria Müller, ya se han encontrado niveles "significativamente elevados" de PFAS en la sangre de estas personas.

Para ella, el impacto a largo plazo sobre la salud sigue siendo "poco conocido": "Es similar al amianto. Las posibles consecuencias solo aparecen al cabo de los años y rara vez son claramente atribuibles".