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Vista de la Acrópolis, en Atenas.
(Scott Barbour/Getty Images)
Un estudio científico publicado en el 'Oxford Journal of Archaeology' revela que las esculturas griegas y romanas de dioses y de miembros de la realeza se aromatizan con aceites y esencias
Las espléndidas estatuas clásicas de mármol blanco que se exhiben en muchos museos no siempre fueron así de minimalistas e inmaculadas. Originalmente, en la Antigua Grecia y en la Antigua Roma, esas estatuas estaban pintadas con ricos colores y decoradas incluso con ropajes y joyas. Es algo que se sabe desde hace tiempo y en lo que ha insistido en varias ocasiones Mary Beard, catedrática de Clásicas en el Newnham College, Cambridge. Pero ahora, un nuevo estudio realizado por la arqueóloga danesa Cecilie Brøns y publicado en el prestigioso Oxford Journal of Archaeology, asegura que las estatuas de la antigüedad podrían haber estado también perfumadas, inundando con su agradable olor a quienes las contemplaban y haciendo de ello una experiencia multisensorial.
“El perfume y los aceites perfumados se mencionan a menudo como parte de la ‘decoración’ que se aplicaba a las estatuas de culto religioso en la antigüedad”, subraya Cecilie Brøns.
El uso de perfumes para el cuerpo humano, así como para la creación de ambientes perfumados, está bien documentado en el mundo mediterráneo antiguo. Sin embargo, esta nueva investigación revela que también se perfumaban algunas estatuas clásicas, lo que habría hecho que la experiencia entre ellas no fuera solo visual, sino también olfativa.
Brøns, que es conservadora del museo Glyptotek de Copenhague, ha analizado los textos clásicos e inscripciones de la época para estudiar las estatuas perfumadas y su posible relación con prácticas religiosas y culturales de la época, dado que eran precisamente las estatuas de dioses a las que con mayor frecuencia se aplicaban esencias aromáticas. El propio Cicerón, por ejemplo, habla de la práctica de ungir las estatuas con aceites aromáticos y cuenta cómo en la antigua ciudad griega de Segesta, en Sicilia, la estatua de Artemisa recibía ungüentos aromáticos como parte de las actividades rituales. Y las inscripciones del santuario de Delos, en la isla griega de ese nombre, revelan información sobre el coste y los ingredientes de los perfumes utilizados para el mantenimiento de las estatuas de Artemisa y Hera, a las que se aplicaban entre otros aceites de oliva, cera de abejas, carbonato de sodio y perfumes con aroma a rosas.
También el poeta Calímaco menciona fragancias al describir una estatua de la reina Berenice II de Egipto, diciendo que estaba “bañada de perfume", lo que indica que la costumbre de aromatizar las estatuas podría no haberse limitado solo a las esculturas que representaban deidades sino también a las de miembros de la realeza y personas distinguidas.
El tiempo, obviamente, ha borrado los aromas aplicados en la antigüedad a algunas estatuas, pero aún quedan algunos rastros. En la superficie de una escultura de la reina Berenice II realizada en del siglo III a. C. se han identificado residuos de cera de abejas, lo que sugiere que la estatua pudo haber estado perfumada. Asimismo, los hallazgos arqueológicos realizados en Delos revelan la existencia en el lugar de restos de talleres de perfumería en los que, probablemente, se elaboraban las fragancias utilizadas después en los rituales religiosos.
Los escultores de la antigüedad empleaban técnicas especiales para aplicar y preservar esos aromas en las estatuas. Una de esas técnicas se denominaba ganosis y consistía en untar ceras y mezclas de aceites sobre las estatuas. Algunos autores clásicos, como Vitruvio y Plinio el Viejo, mencionan el uso de cera y aceites especiales para conservar el brillo y la coloración de las esculturas, a la vez que les conferían una agradable fragancia. El geógrafo griego Pausanias relata que la famosa estatua de Zeus en Olimpia se ungía regularmente con aceite de oliva para proteger sus componentes de marfil del húmedo clima local.