- Forzar ahora una recesión puede evitar sufrirla en un peor momento electoral
- Tratará de demostrar las tesis antiglobalización de JD Vance y Stephen Miran
- EEUU gana poder de negociación para imponer exigencias al resto del mundo
Donald Trump llegó a la presidencia de Estados Unidos como un outsider en el mundo de la política tradicional, y en su segundo mandato ha dado un golpe sobre la mesa, logrando imponer una política de aranceles que no fue capaz de sacar adelante en su primer mandato como presidente. Los aranceles que ha aprobado Trump esta semana rompen con la ortodoxia globalista que ha caracterizado a Estados Unidos en los últimos años, y plantean la entrada en una nueva era antiglobalización en la política económica mundial. La aplicación de unos aranceles no vistos en 100 años ha llevado las manos a la cabeza de muchos analistas y economistas por el impacto negativo que tendrá en la economía mundial, y también en la estadounidense, pero hay algunos motivos más allá de lo evidente que pueden explicar la decisión que ha tomado la administración Trump.
El presidente estadounidense ha defendido desde hace décadas la imposición de aranceles para defender los intereses de Estados Unidos, y trató de sacarlos adelante en su primer mandato en la Casa Blanca, sin éxito. Ahora ha logrado imponer su política comercial poco ortodoxa, pero hay algunos argumentos bajo la superficie que pueden explicar los motivos del presidente y su equipo para aprobar una medida que, para los expertos, van a desembocar en más inflación y menos crecimiento en Estados Unidos.
Para Trump, el impacto negativo de sus medidas será temporal, y necesario para poder fortalecer la economía estadounidense en el largo plazo. De hecho, el presidente, a mediados de marzo, ya abrió la puerta a la posibilidad de que haya una recesión en el país. "¿Quién sabe?", señaló, al ser preguntando por la cuestión. "Hay un periodo de transición, porque lo que estamos haciendo es muy grande", explicó el presidente. La recesión y tratar de que esta no llegue en el peor momento electoral es una de las claves que puede haber movido al gobierno estadounidense a establecer unos aranceles tan elevados, pero no es la única.
Ganar poder de negociación
El primer motivo detrás de la imposición de aranceles, y más allá de que sea un ataque directo a quienes el gobierno estadounidense considera que están "saqueando" el país, es la intención de Trump de ganar poder de negociación para conseguir sus intereses. Y si su interés principal es cerrar el déficit comercial que tiene el país, para así conseguir que también se reduzca el déficit fiscal, los últimos aranceles pueden servir como arma en un proceso de negociación con el que Trump intentará que los países compren más productos estadounidenses.
Lo que parece claro es que no hay un motivo político concreto detrás de los aranceles que han anunciado, teniendo en cuenta que hay grandes aliados de Estados Unidos, como Israel, que sufrirán aranceles más altos que otras naciones con las que Trump choca políticamente, como Colombia, con Gustavo Petro en la presidencia.
"Los aranceles y su justificación, a saber, que EEUU está siendo víctima de fraudes comerciales, sugieren que los aranceles anunciados son el inicio de negociaciones que podrían sufrir represalias, aranceles adicionales y, en última instancia, acuerdos que resulten en menores barreras comerciales que las anunciadas", explica David Kohl, economista jefe de Julius Baer. "Prevemos que las negociaciones se prolongarán durante los próximos tres a nueve meses", indica Kohl, asumiendo que el mercado va a asistir a varios meses de incertidumbre en ese frente, antes de que se llegue a un acuerdo definitivo.
El secretario de Comercio de Estados Unidos, Howard Lutnick, ha confirmado la hipótesis de que todo será negociable este mismo jueves, al señalar que los países afectados tendrán que "revisar su regulación y sus limitaciones de importar productos 'made in USA'" si quieren conseguir aliviar las medidas de Trump.
Presión a la Reserva Federal y forzar una recesión
El segundo argumento que ha podido llevar a la aprobación de los históricos aranceles es mucho más histriónico, pero no se puede descartar, por la lógica política a la que están atados los gobiernos en democracia: que Trump prefiera una recesión ahora, que más tarde, y que trate de forzar a la Fed a bajar tipos próximamente. Muchos expertos consideran que el método para calcular los aranceles es arbitrario y no tiene lógica, lo que les lleva a pensar en que Trump ve con buenos ojos, o al menos, no le importa demasiado, que ahora se produzca una recesión económica.
El reconocimiento de Trump de que sus medidas pueden desatar una recesión, y más a sabiendas de que el consenso de economistas, y también el mercado, tienen claro que el impacto de los aranceles va a ser negativo para la economía norteamericana, no permite descartar la hipótesis de que el gobierno considere aceptable que ahora la economía norteamericana sufra una corrección.
Además, desde su primer mandato Trump tiene a la Reserva Federal de Jerome Powell en su punto de mira. Si en el pasado la Fed se negó a seguir las insinuaciones del presidente, que trató de forzar bajadas de tipos antes de las elecciones de 2020, la imposición de unos aranceles tan agresivos puede servir como un arma para obligar a la Fed a bajar tipos ahora, y que el nuevo gobierno disfrute de unos años de tipos más bajos, un contexto mejor para que la economía llegue a las próximas elecciones con más dinamismo.
Para la Fed, los aranceles son un duro varapalo, y más teniendo en cuenta que el presidente Powell ha declarado hace pocos días que el impacto inflacionista de los aranceles de Trump sería "transitorio", una declaración temeraria por parte del presidente, y más teniendo en cuenta que se arriesga a repetir el error que ya cometió en 2021. Así, al menos, lo están viendo muchos economistas, e incluso algunos miembros de la Fed, que han intentado matizar en los últimos días las palabras de Powell.
"La recesión y la inflación son ahora más probables", señala Stephen Dover, director del Franklin Templeton Institute, y apunta a un impacto promedio de 4.200 dólares para cada familia estadounidense por los aranceles actuales. Enguerrand Artaz, estratega de La Financière de l'Echiquier, reconoce que "el impacto será muy negativo, y el riesgo de recesión en Estados Unidos empieza a ser muy real", indica.
Poner a prueba las tesis antiglobalistas que defiende el vicepresidente Vance
Trump lleva décadas pidiendo aranceles para Estados Unidos, pero no es el único miembro del gobierno actual que considera que los aranceles serán el bálsamo de fierabrás para la economía estadounidense… y en el caso de JD Vance, vicepresidente del gobierno, para impulsar la innovación en un país que ha perdido de vista sus raíces.
Tanto Vance, como Stephen Miran, presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, han defendido tesis arancelarias y de devaluación del dólar como herramientas que servirán a los intereses de los estadounidenses. Para Vance, el haber delegado la producción de bienes estadounidenses fuera de Estados Unidos ha hundido el espíritu de innovación que tuvo Estados Unidos en el pasado, algo que dejó claro en su discurso en el American Dynamism Summit, el pasado 18 de marzo.
Por el camino, a la Casa Blanca no parece importarle nada que se produzca una corrección bursátil, o incluso una recesión, si con ello consiguen reconducir el déficit comercial y conseguir que Estados Unidos vuelva a convertirse en un motor industrial. El propio Miran ha defendido que en los últimos tiempos se ha beneficiado mucho a los sectores más bursatilizados de la economía, frente a la vieja industria estadounidense, y a Vance se le considera el adalid del cinturón de óxido, la región de Estados Unidos que ha sufrido un proceso de decadencia industrial en las últimas décadas.
Al final, se trata de intentar imponer un nuevo orden económico mundial en el que la globalización ha muerto, y comienza una nueva era en la que las políticas comerciales nacionalistas serán protagonistas. Esto, además, encaja con la idea que Trump ha destacado desde su primer mandato de que "Estados Unidos no debe ser la policía del mundo", un posicionamiento aislacionista que choca con la diplomacia que el país ha llevado a cabo durante los últimos 80 años, y que, en el comercio, encaja con la imposición de aranceles.
Reducir el endeudamiento a base de inflación
Los aranceles son una fuente de inflación. Es, sin duda, una idea asumida por el consenso de economistas, y la administración Trump lo sabe. A sabiendas de que la inflación que llegó en 2021 fue uno de los motivos que se llevó por delante al gobierno de Joe Biden en las elecciones, es posible que Trump y su equipo hayan comprado un argumento económico poco ortodoxo, por el cual una imposición de aranceles no tiene porqué desembocar en incrementos de los precios.
Sin embargo, existe un motivo que puede llevar a la Casa Blanca a desear que haya inflación: el enorme endeudamiento de Estados Unidos. El déficit fiscal es el gran problema del país, y en buena parte, la política de aranceles está relacionada con él, por la idea que se ha planteado de que el déficit comercial genera déficit fiscal. Para Trump es absolutamente clave terminar con el déficit fiscal, y prueba de ello es la creación de DOGE, con Elon Musk a la cabeza, para recortar el gasto público del país.
Es por ello que no se puede descartar que Trump y su equipo ahora vean con buenos ojos la llegada de una nueva ola inflacionista, a la que, quizá, se podría responsabilizar a los socios comerciales por haberles obligado a tomar las medidas proteccionistas. La inflación es uno de los fenómenos más eficaces para reducir el peso de la deuda de un país, ya que, si el déficit crece por debajo de la tasa de inflación, la pérdida de valor de dinero poco a poco va reduciendo el peso real de la deuda que mantiene un gobierno.
Los cuatro argumentos anteriores implican grandes riesgos para el gobierno estadounidense, teniendo en cuenta que pueden tener que enfrentarse a distintas contingencias que pongan su plan en peligro: la Fed podría negarse a bajar tipos aunque la economía se estanque, si la inflación sigue subiendo mucho; los socios comerciales podrían negarse a negociar por sí mismos con Estados Unidos nuevas condiciones, y podrían crear cárteles con los que presionar en conjunto al gigante estadounidense, y también, el más evidente, es que el frenazo económico y el aumento de la inflación se lleve por delante las aspiraciones electorales de los Republicanos en el futuro. Habrá que esperar a ver si la apuesta de aranceles récord que ha hecho el nuevo Gobierno termina dando sus frutos, o termina en un accidente total.