lunes, 24 de diciembre de 2018

‘Diarios de motocicleta’, la crónica del viaje que transformó al doctor Guevara en el Che

‘Diarios de motocicleta’, la crónica del viaje que transformó al doctor Guevara en el Che
Alberto Granado y Ernesto Guevara durante su periplo en moto (Maritza Guzman / Twitter)




El revolucionario argentino y un amigo recorrieron América Latina de sur a norte, descubriendo sus profundas injusticias y desigualdades



El 4 de enero de 1952, dos jóvenes argentinos emprenden una gran aventura, un enorme viaje: pretenden ir de Buenos Aires a Venezuela por tierra. Son el bioquímico Alberto Granado (Rodrigo de la Serna), quien tenía 29 años entonces, y Ernesto Guevara de la Serna (Gael García Bernal), con veintitrés, ‘casi médico’ —le falta el aprobado en tres asignaturas— especializado en el tratamiento de la lepra.
En palabras de Guevara: “El plan es recorrer 8.000 km en cuatro meses. El método, la improvisación. Objetivo, explorar el continente latinoamericano, que solo conocemos por los libros. Equipo, La Poderosauna motocicleta Norton 500 del año 1939 que está rota y goteando”. Guevara se quedó corto en sus previsiones: la peripecia duró seis meses y medio, y recorrieron 12.425 km.

Alberto Granado y Ernesto Guveara cruzando el río Amazonas durante su travesía por América Latina en 1952
Alberto Granado y Ernesto Guveara cruzando el río Amazonas durante su travesía por América Latina en 1952 (N. C.)

Granado es extrovertido, charlatán, buen bailarín, una persona generosa, el amigo calavera que nunca te falla. Guevara es contenido, reflexivo, ecuánime, pero tiene una limitación: su incapacidad para mentir. Cuando recaban su opinión, dice lo que piensa, de manera directa, brutal, sin paños calientes, aunque las consecuencias sean previsiblemente catastróficas.
Ambos comparten la fogosidad propia de la juventud: corren detrás de cualquier falda que se cruce en su camino. Uno seduce a las chicas con su cháchara torrencial y su buen humor; el otro las atrae por su sonrisa tímida y su actitud retraída.

Empieza la aventura



Los dos protagonistas abandonan Buenos Aires en dirección surpor carreteras rectas, poco concurridas, entre pasturas y cañaverales. Los impulsa el afán aventurero, las ganas de pasarlo bien. Mientras recorren la Pampa, su única compañía son los gauchos y las vacas, enmarcados por alguna estancia que se levanta solitaria a lo lejos. El asfalto cede paulatinamente terreno a la tierra, enfilan hacia cumbres lejanas: se adentran en la Patagonia, se encaminan a los Andes.Ya en la montaña, las pistas devienen barrizales con surcos profundos, campos de minas donde La Poderosa tropieza una vez y otra. Carros tirados por bueyes los adelantan con facilidad exasperante, los vendavales les arrebatan su tienda de acampada, descubren el cansancio físico, el agotamiento...

'La Poderosa', motocicleta modelo Norton 500 M18 que acompañó a Ernesto Guevara y a Alberto Granado en su travesía por Latino América en 1952 fotografiada en la casa museo de el Che Guevara
'La Poderosa', motocicleta modelo Norton 500 M18 que acompañó a Ernesto Guevara y a Alberto Granado en su travesía por Latino América en 1952 fotografiada en la casa museo de el Che Guevara (Rcidte)

El día 42 del viaje, un trasbordador atraviesa el lago Frías y los desembarca en Chile. Acumulan 2.306 kilómetros. Las nubes cubren un paisaje montañoso con apariencia de acuarela china. Aparece la nieve. Al principio embellece, tiene su encanto, pero pronto se transforma en una fiera hambrienta. La Poderosa se asusta, deben empujarla puerto arriba en medio de la ventisca. Cunde el desánimo, no hay para menos.
La ciudad de Temuco los recibe solícita, pero frunce el ceño al saber que se les acabó dinero. Aprenden a buscarse la vida: se personan en la redacción del diario local, que difunde la llegada de “dos eminentes leprólogos argentinos”. El recorte de prensa les abre puertas y comedores: son personalidades, no vagabundos. Hasta que una inconveniencia de Guevara los obliga a la fuga atropellada para ahorrarse un traje de brea y plumas, o algo peor.
El día 53 del viajeLa Poderosa exhala su último suspiro. ‘Descanse en paz’, la despiden sus pasajeros desconsolados. Reemprenden la marcha a pie.

Valle De La Luna, desierto de Atacama, Chile
Valle De La Luna, desierto de Atacama, Chile (ViewApart / Getty Images/iStockphoto)

En Valparaíso, a orillas del océano Pacífico, reciben correspondencia y dinero de sus familiares. Este es otro mundo, uno donde los camioneros leen a Pablo Neruda. Un mundo efímero, eso sí: inmediatamente parten hacia el desierto de Atacama, adonde llegan el día 67, después de 4.960 kilómetros.

Los campesinos no entienden que viajen por gusto


En aquella desolación pedregosa descubren la misérrima existencia de los mineros, campesinos expulsados de sus cultivos por latifundistas y ahora explotados por empresas como la Anaconda Minas Company. Gentes que se desplazan a pie, van de mina en mina en busca de trabajo para hoy. Son jornaleros, viven al día, y sufren los malos tratos de capataces y sicarios. No comprenden que Granado y Guevara viajen por gusto, ¿qué tiene de divertido?
Los jóvenes siguen una marcha que se yergue y empina; ascienden la cordillera, remontan los Andes. Entran en Perú dentro de la cabina de un camión. Los tramos a pie, las pendientes resultan insufribles, arden los pulmones, falta oxígeno. Bajitos y escuálidos, los impasibles nativos los adelantan con facilidad, aunque vayan cargados hasta las cejas.

Una llama enfrente de la antigua ciudad inca de Machu Picchu
Una llama enfrente de la antigua ciudad inca de Machu Picchu (Pawopa3336 / Getty Images/iStockphoto)

En Cuzco —día 89, km 6.932— conviven con una población quechua iletrada, que no entiende el castellano. Cuida el ganado, teje, masca coca... Son personas desposeídas, sin expectativas culturales, políticas ni sociales. Son los desprestigiados ‘pobres de la Tierra’. Visitan Ollantaytambo y Machu Picchu, Ernesto reflexiona ante su arquitectura: “Los incas atesoraban el conocimiento, pero los invasores españoles tenían la pólvora”. El doctor Guevara vacila; el Che Guevara asoma la nariz.
Pero médico y revolucionario todavía conviven amistosamente en San Pablo, un lazareto en plena Amazonia peruana, adonde llegan después de 156 días y 10.223 km de viaje. Los dos jóvenes colaboran como voluntarios atendiendo a los leprosos. Durante semanas curan heridas, consuelan, construyen nuevos pabellones, juegan a fútbol, cantan y bailan...

Puente colgante en la reserva natural de Tambopata en la Amazonia peruana
Puente colgante en la reserva natural de Tambopata en la Amazonia peruana (Pere_Rubi / Getty Images/iStockphoto)

En su fiesta de despedida, Ernesto toma la palabra, habla de “una sola raza mestiza desde México hasta el estrecho de Magallanes”, y brinda por una América unida. El panamericanismo bolivariano ha calado en él, aflora en su primer discurso político.

El regreso



Una balsa los lleva hasta Leticia, en la Amazonia colombiana. El 26 de julio de 1952 se separan en el aeropuerto de Caracas. Ernesto regresa a Buenos Aires para terminar sus estudios. Alberto permanece en Venezuela, donde encontró trabajo. No se volverán a ver hasta ocho años después, en Cuba, donde Ernesto ya será el Che, el gran líder revolucionario, y adonde Alberto acudirá para arrimar el hombro desde el ámbito hospitalario.
El cineasta brasileño Walter Salles dirigió esta película, inspirada en las crónicas escritas por los dos protagonistas: Notas de viaje, de Ernesto Che Guevara (Ediciones B, 2002); y Con el Che por Sudamérica, de Alberto Granado (Ed. Marea, 2018). Salles recorrió personalmente los pueblos y ciudades descritos en esos libros, conoció la ruta seguida por sus autores 50 años antes. Fruto de ese esfuerzo, la película muestra más de treinta emplazamientos. Todas sus localizaciones son reales.

En el film no paran de ocurrir cosas, continuamente, la sucesión de anécdotas y de personajes secundarios es frenética, propiciando dos horas muy entretenidas para el espectador. Con acierto, la película esquiva el maniqueísmo populista, abordando las escenas más sociales con una contención espartana.
No analiza América, solo la muestra. Y, sobre todo, argumenta por qué el universitario bonaerense que emprendió un viaje de placer se transformó en alguien dispuesto a cambiar el mundo, a hacerlo más justo. Como advierte el refrán, lo que se mueve, se conmueve.
Diarios de motocicleta ganó el premio Oscar a la mejor canción original en la edición de 2005, gracias al tema Al otro lado del río, una creación de Jorge Drexler.

El che guevara en la tore del oro en madrid foto para enric juliana
El che guevara en la tore del oro en madrid foto para enric juliana (Emilia Gutiérrez)

La película ganó en 2005 el Oscar a la mejor canción original

https://www.lavanguardia.com/ocio/viajes/20181223/453634840576/che-guevara-diarios-motocicleta-cronica-viaje-transformacion.html

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