¿Por qué no hay sillas en la Biblia ni en los versos de Homero? Tampoco las hay en Hamlet (la obra de Shakespeare escrita en 1599).
Sin embargo, a mediados del siglo XIX, la historia es otra.
De repente, en la novela de Charles Dickens "Casa desolada" (Bleak House), se las menciona en 187 oportunidades.
¿Qué cambió?
El estar sentado ha sido comparado, muchas veces, con el hábito de fumar. Sabemos que pasar mucho tiempo sentados es malo.
No solo es poco saludable, como respirar aire contaminado, sino que se ha vuelto una posición casi imposible de evitar para los humanos modernos.
60.000 millones de sillas
Cuando empecé a investigar para escribir mi libro sobre cómo el mundo que hemos creado está cambiando nuestro cuerpo, me sorprendí al descubrir que, en el pasado, casi no había sillas.
Hoy están por todos lados: en oficinas, trenes, cafés, restaurantes, bares, autos, salas de conciertos, cines, hospitales, teatros, escuelas, salas de conferencias y por toda nuestra casa (te aseguro que tienes más de las que piensas).
Si tuviese que hacer una estimación conservadora de cuántas sillas hay en el mundo, creo que sería difícil que haya menos de 10 por persona.
Siguiendo esa lógica, podría haber más de 60.000 millones en el planeta.
Creo que, de hecho, las sillas podrían ser uno de los marcadores universales de la llegada de nuestra época geológica actual, el Antropoceno, ¿no?
Al igual que otros marcadores que indican el pasaje a un nuevo período, las sillas empiezan a aparecer en todos los continentes.
No hay una razón clara por la que el mundo se llenó repentinamente de sillas. Es una confluencia de factores como la moda, la política, el cambio en los hábitos de trabajo y el deseo de confort.
Los últimos tres elementos no requieren una explicación en una cultura donde la comodidad y la facilidad son algunos de los factores principales detrás de las decisiones de los consumidores.
Si bien las sillas empezaron a aparecer con un poco más de frecuencia al comienzo de la edad moderna (1500 - 1800), parecen haberse hecho más populares durante la revolución industrial.
Sillas y poder
Antes del siglo XVIII, era relativamente fácil encontrar una silla, pero, la mayoría de la población no le daba mucho uso.
Incluso hoy día, no es fácil sentarse en una silla dura de madera por mucho tiempo. Y, en ese entonces, las sillas tapizadas eran extremadamente costosas.
Sin embargo, la moda de reclinarse cómodamente, impuesta por corte francesa del siglo XVIII, ayudó a popularizar su uso.
Durante siglos, las sillas estuvieron constantemente asociadas al poder, la riqueza y el estatus.
En el "Rey Lear", de Shakespeare, el dramaturgo indica en uno de sus actos que el rey entra llevado "en una silla" por sus sirvientes.
La idea de que las sillas son un símbolo de estatus persiste hoy día. En el mundo de la academia, el puesto más alto se llama, en inglés, "chair" (silla, literalmente).
Y en inglés, también, a la persona que dirige una reunión también se le dice"chair". Al director/a de una empresa se la conoce como "chairman o chairwoman".
Y, esta es una verdad aceptada universalmente: la mejor silla de la oficina pertenece al jefe.
Mercado laboral
La democratización del uso de la silla (sobre todo después de la revolución francesa) coincidió con un cambio en nuestro patrón de trabajo. La mayoría de los trabajos en la era victoriana eran manuales o trabajos de fábrica.
Pero, hacia finales del siglo XIX, cuando la segunda ola de la revolución tecnológica cobró fuerza con inventos como la máquina de escribir, el telégrafo y el uso expandido de la electricidad, el mercado laboral también empezó a cambiar.
La nueva categoría de oficinista fue la ocupación que más rápidamente creció en la última mitad de ese período.
El censo de 1851 muestra que menos de 44.000 personas hacían trabajo administrativo. Dos décadas después, había 91.000 trabajadores sedentarios.
Hoy día, estos conforman la mayor parte de la fuerza laboral.
Y, a lo largo del siglo XX, surgieron numerosas actividades sedentarias que se acomodan a nuestra nueva forma de vida.
La lectura de novelas aumentó enormemente su popularidad a lo largo del siglo XIX (y a esto se le sumaron otras actividades sedentarias como ir al cine, escuchar radio y ver televisión. Más recientemente, los videojuegos y otras actividades en internet que nos llevan a estar sentados.
Los efectos negativos de estar sentado
Los humanos del antropoceno necesitamos sillas para hacer todas estas actividades.
Se han vuelto tan necesarias en la vida moderna que la mayoría de las cosas que hacemos son impensables sin ellas.
Según una investigación de la ONG British Heart Foundation (Fundación Británica del Corazón), pasamos 9,5 horas del día en actividades sedentarias. Esto quiere decir que los humanos estamos inactivos el 75% del tiempo.
Esto acarrea varios problemas.
Nuestros huesos y músculos responden al uso o a la falta de uso. Con el uso, los huesos se vuelven más densos. Si los usamos menos se tornan más frágiles.
Lo mismo ocurre con los músculos: su uso determina que sean más fuertes o débiles.
Pasar mucho tiempo sentados, con la mayor parte de la musculatura de nuestra espalda inactiva por la forma en que nos recostamos sobre la silla, hace que nuestra columna se vuelva más débil.
Por eso no sorprende que hoy día, el dolor de espalda es la principal causa de discapacidad en el mundo.
Los riesgos de los hábitos sedentarios
Los humanos del paleolítico morían con frecuencia durante la infancia. La violencia y las heridas eran también las causas más comunes de mortalidad durante la edad adulta.
Los humanos modernos, en cambio, morimos como resultado de desórdenes metabólicos como la diabetes tipo 2, afecciones cardíacas o distintos tipos de cáncer, todos ellos asociados en muchos casos con la inactividad: es decir, con el uso de la silla.
Un estudio de 2012 que investigó los efectos de la inactividad en 7.813 mujeres descubrió que las que pasaban sentadas 10 horas al día tenían telómeros más cortos (un indicativo del envejecimiento celular).
Sus hábitos sedentarios las habían hecho envejecer biológicamente cerca de 8 años.
Algunos estudios sugieren incluso que los efectos de estar sentado por períodos largos no pueden ser compensados con un poco de ejercicio.
Estos estudios -y muchos otros- muestran que debemos repensar cuidadosamente nuestra relativamente nueva relación con las sillas.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Está reproducido bajo la licencia Creative Commons.
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