Una foto retro de un hotel en la playa (mrdoomits / Getty Images/iStockphoto)
Ni redes sociales, ni móviles, ni 4G... otras épocas no siempre fueron mejores
Hace ya 25 años que aparecieron las primeras compañías ‘low cost’ que cambiaron nuestra forma de viajar. Abaratar el precio de los billetes ha permitido aumentar el número de rutas, de vuelos y de pasajeros en todo el mundo. Los viajes comerciales han posibilitado viajar a cualquier sitio, no hay distancias imposibles y destinos turísticos inimaginables.
Pero esto no siempre fue así, sobre todo antes de la década de los noventa. No es que fuese peor o mejor: sin internet, móviles, Google, Airbnb... sólo diferente, y de eso no hace tanto tiempo. Seguro que muchos recordarán con nostalgia la experiencia de organizar unas vacaciones antes de la era digital.
Agencias de viajes
Cuando no existía internet, la única forma de reservar un vuelo o un hotel era la de acudir a una agencia de viajes. Su negocio precisamente es la de planear las vacaciones, hacer las reservas y entregarnos la documentación necesaria. Siempre con el criterio y opinión del experto agente. Uno podía pasar unos días antes de dar la confirmación mientras se bloqueaban los vuelos.
Era el lugar para encontrar las ofertas y paquetes cerrados de última hora, en la que incluía las visitas guiadas y actividades ya preestablecidos. Hoy en día, todavía es posible encontrar algunas agencias, pero ofrecen otras formas de viajar mucho más personalizados y exóticas, no tan encorsetadas y con mucho más lujo.
Folletos
Para poder escoger, las agencias ofrecían a sus clientes una serie de folletos impresos con imágenes, precios y explicaciones sobre los alojamientos y los destinos del momento. Imágenes maravillosas que muchas veces no coincidían con la realidad. Sin tener ni idea de lo que opinaban otros viajeros sólo cabía esperar que la descripción fuese tan real como en el folleto y todo saliera como esperábamos.
Billete de avión y ‘check in’
Los billetes de avión eran varias hojas unidas entre sí, con papel carbón, bastante fáciles de romper y perder, así que había que guardarlos como un pequeño tesoro, era difícil conseguir otro en caso de perderlo, y con un coste adicional, pero sin él no podías subir a bordo.
Una vez en el aeropuerto, todo el mundo debía pasar por la interminable cola del ‘check in’ frente a los mostradores de facturación. En la cinta transportadora se dejaban las pesadas maletas sin ruedecillas que habíamos acarreado durante todo el camino, a cambio nos ofrecían la tan ansiada tarjeta de embarque con el asiento asignado. Había que llegar con tiempo y hacer largas colas. Hoy en día es mucho más fácil y todo puede llevarse en un código QR en el móvil.
Sí había controles de seguridad, pero mucho menos restrictivos, uno podía pasar con todo tipo de botellas, productos de higiene, pequeñas navajas... casi de todo.
Comunicaciones
Una vez en el destino, para que todos supieran que todo iba bien, había que buscar una cabina de teléfonos. No sólo encontrarla, eran necesario llevar suficientes monedas -del país visitado-, y saber el prefijo para poder llamar desde el extranjero. A veces había que esperar un rato pues había alguien realizando alguna llamada.
Y luego estaban las postales, buscar imágenes icónicas y turísticas, escribir unas líneas desde el destino, y enviarlas para que llegasen mucho después de que hubiésemos regresado.
Fotografías
La cámara fotográfica era imprescindible para poder inmortalizar los mejores momentos del viaje, pero había que cargar con la máquina, las pilas, los carretes, el limpiador... Y evidentemente no se podía fotografiar todo, el precio de los rollos y el revelado posterior condicionaban el número de fotos que se hacían. Además, era imposible ver el resultado al momento, había que esperar al revelado y cruzar los dedos para que el enfoque, la luz y la velocidad fueran los adecuados.
Luego se montaban maravillosos álbumes que se mostraban a la familia y amigos.
Mapas y guías
Algunos no los habrán visto en su vida, pero para poder orientarse en una ciudad (sin navegador) era necesario ir equipado con un buen mapa en el que, previamente, habríamos marcado los puntos de interés.
Las guías en papel servían para ir algo preparados con las recomendaciones del escritor que, a su criterio, habría seleccionado los mejores lugares, restaurantes y hoteles . No había ni foros, ni chats, ni blogs que pudieran orientar sobre qué cosas ver y hacer.
Otra opción era la de preguntar por la calle a cualquiera, desde en qué lugar se podía comer hasta dónde estaba tal y cual sitio. Con un poco de suerte entendíamos las indicaciones y conseguíamos llegar a buen puerto.
Alquiler de apartamentos
Otra opción a los hoteles eran los apartamentos, totalmente regulados, -nada que ver con Airbnb-, especialmente preparados para los turistas. No interesaba interactuar con los lugareños, y no había intención de probar cosas nuevas, como dormir en un molino de viento, una yurta, un faro...
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