domingo, 31 de mayo de 2020

El “Valle de los Reyes” de la dinastía Ming

El “Valle de los Reyes” de la dinastía Ming


El mausoleo donde fue enterrado el emperador Yongle, uno de los trece del valle de las tumbas Ming. (Charlie fong / CC BY-SA-4.0)

Muy cerca de Pekín se alzan, en un espectacular entorno natural, los mausoleos de trece emperadores Ming, enterrados junto a su círculo de confianza



A tan solo cuarenta kilómetros al noroeste de la capital china se encuentra el impresionante Valle de las Trece Tumbas, que es como denominan los chinos la necrópolis imperial de la dinastía Ming (del siglo XIV al XVII). Allí fueron enterrados trece emperadores con sus esposas, numerosas concubinas y un número reducido de cortesanos. Sus mausoleos, situados en el subsuelo, permanecen prácticamente intactos; tan solo uno ha sido excavado en su totalidad.
El gobierno chino afirma no tener prisa en abrirlos, ya que, argumenta, constantemente aparecen nuevos yacimientos a lo largo y ancho del país que requieren mayor atención. Sin embargo, los expertos auguran espectaculares tesoros aún por desvelar a raíz de lo que ya ha salido a la luz.
Las tumbas Ming fueron levantadas a partir del siglo XV.
Las tumbas Ming fueron levantadas a partir del siglo XV. (Dominio público)

Se busca necrópolis imperial
El lugar en el que descansarían los restos de las personalidades más relevantes de los Ming se escogió durante el mandato de Yongle, tercer soberano de la dinastía. Fue él quien decidió abandonar la capitalidad de Nankín (Nanjing, “capital del sur”) y trasladarla a Pekín (Beijing, “capital del norte”). Motivos políticos, como la falta de apoyo de la corte, y estratégicos, entre ellos la necesidad de controlar de cerca la frontera norte (vía de entrada de las invasiones extranjeras), le impulsaron a tomar esta determinación.
Yongle tenía prisa en encontrar una nueva zona de entierro. Su esposa, la emperatriz Xu, había fallecido poco antes de hacerse efectivo el cambio de capital, y sus restos reposaban en una tumba provisional de Nankín. Cuenta la leyenda que el propio emperador encontró el lugar idóneo durante una cacería el día de su cumpleaños. Sin más demora, Yongle ordenó construir su recinto funerario, que también iba a albergar los restos de la emperatriz.
Las obras se llevaron a cabo de forma paralela a la construcción de los primeros edificios de la Ciudad Prohibida (zona amurallada de Pekín que contiene el Palacio Imperial y otros monumentos del gobierno imperial chino), y se prolongaron durante los dos primeros decenios del siglo XV.
Yongle, el primer emperador Ming en ser enterrado en las Trece Tumbas.
Yongle, el primer emperador Ming en ser enterrado en las Trece Tumbas. (Dominio público)

Del uno al trece
Yongle fue el primer emperador Ming en ser enterrado allí, pero no todos corrieron la misma suerte. Solo trece de dieciséis. Sus dos antecesores, Hongwu –el fundador de la dinastía– y Jianwen –su sucesor–, habían sido inhumados en Nankín. El tercer ausente del Valle es Jingtai, séptimo emperador Ming. Pese a su rango, fue sepultado como príncipe al oeste de Pekín, ante la negativa de su hermano Zhengtong –a quien sustituyó durante un tiempo como soberano– a honrarlo con un entierro imperial.
El recinto funerario de Yongle sirvió de modelo para los posteriores: en la superficie, un complejo palaciego destinado a diversos usos; bajo tierra, el mausoleo, que quedaba sellado tras el funeral. Su tumba es la más grande del Valle. Así lo quiso, y por eso se denomina tumba de Changling, es decir, tumba Larga.
Acuarela que presenta una visión general del Valle de las Trece Tumbas.
Acuarela que presenta una visión general del Valle de las Trece Tumbas. (Dominio público)

El recinto superficial está rodeado por un muro rojo rematado con tejas amarillas, colores que señalaban que aquella era un área imperial. Su entrada es tan imponente como la de un palacio de la Ciudad Prohibida. Consta de tres accesos arcados, pero solo se permitía el paso por dos de ellos, los laterales; el central estaba reservado al emperador.
Su mausoleo ocupa una superficie conocida de casi dos mil metros cuadrados y viene a ser una representación en miniatura de la Ciudad Prohibida (consta de una impresionante Sala de los Favores Celestiales, un suelo de mármol y una treintena de columnas de madera de sándalo).
Hoy alberga un museo en el que se exponen gran número de objetos hallados en su interior durante los años cincuenta del siglo pasado. Los arqueólogos no han entrado en la cámara sepulcral –donde yacen los cuerpos del emperador y su esposa–, pero se muestran expectantes ante la posibilidad de descubrir magníficos tesoros, los propios de un emperador tan poderoso como Yongle.
Estatua en los jardines que rodean las tumbas Ming.
Estatua en los jardines que rodean las tumbas Ming. (Dominio público)

La tumba diez
El único mausoleo que ha sido objeto de trabajos arqueológicos –efectuados a mediados del siglo pasado– corresponde al de la tumba de Dingling (tumba de la Certeza). En él yacen los restos de Wanli, decimotercer emperador de la dinastía, de su primera esposa, la emperatriz Xiaoduan, y de la concubina imperial, Xiaojing.
Tanto el soberano como Xiaoduan fueron enterrados allí en 1620; el cuerpo de Xiaojing (fallecida nueve años antes) fue trasladado allí después de que el hijo concebido con el emperador ascendiera al trono y ella recibiera la designación póstuma de emperatriz.
Más de seiscientas mil personas participaron en la construcción de esta tumba durante los seis años que duraron las obras, iniciadas cuando Wanli tenía 22 de edad. Él mismo supervisó los trabajos en varias ocasiones. Quería que su tumba fuera la mayor; una pretensión que rompía con la tradición imperial china de no sobrepasar en tamaño los recintos funerarios de los antepasados. No lo consiguió, pero su mausoleo es uno de los más profundos: se halla a 27 metros bajo el suelo.
Visión panorámica de uno de los mausoleos Ming.
Visión panorámica de uno de los mausoleos Ming. (Charlie fong / CC BY-SA-4.0)

En su cámara sepulcral se hallaron cerca de tres mil objetos para ser usados en el más allá. Durante el período de la dinastía Ming existía la creencia de que, tras la muerte, la persona debía cubrir las mismas necesidades que tenía en vida. Por ello, este yacimiento permite hacerse una idea de cómo era el día a día en la corte del siglo XVII. Entre los hallazgos se cuenta la colección conocida más completa de textiles, piezas de porcelana y adornos fabricados en oro, plata y jade.
Ninguna de las tumbas de los sucesores de Wanli alcanzó su esplendor. Los arqueólogos han restaurado parcialmente la mayoría de ellas en las últimas décadas. En los últimos tiempos, el Valle de las Trece Tumbas ha estado recibiendo miles de visitas. Pese a ello, sigue siendo el paraje idílico que hace seiscientos años cautivó al tercer emperador Ming.


Este artículo se publicó en el número 453 de la revista Historia y Vida.
  

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