lunes, 18 de mayo de 2020

Relanzar ciudades con mala reputación por el virus: de Barcelona a Nueva York

Relanzar ciudades con mala reputación por el virus: de Barcelona a ...

Un repartidor de Uber Eats pasa frente a un charco en una Barcelona vuelta del revés. / NACHO DOCE Reuters

Greg Clark, experto en urbes en crisis, avanza ideas sobre el futuro de las metrópolis



Desde que se declaró la pandemia, el urbanista Greg Clark (Wimbledon, 1962) no para de atender llamadas, emails e invitaciones a videoconferencias procedentes de todo el planeta para que aconseje sobre cómo pueden las ciudades globales superar una crisis que cuestiona su propia naturaleza diversa. Porque su especialidad es precisamente esa: asesorar a urbes en crisis. Nos conocimos en diciembre de 2017, cuando, invitado por Barcelona Global, dio una conferencia sobre los efectos de la crisis política en la imagen de la capital catalana.
Atiende a La Vanguardia por vía telefónica desde Londres. Le preguntamos si los consejos que suele dar a ciudades que sufren crisis puntuales sirven para una debacle planetaria como la causada por la Covid-19´
“Sí. Los consejos que di en el pasado a Barcelona, igual que a Nueva York, Londres, Hong Kong, Dubai o Sidney, se basan en tres ideas: las crisis son la oportunidad para hacer cambios importantes; son la oportunidad para cohesionar a la gente y que sea la comunidad la que protagonice los cambios y, tercero, para recuperarse hay que recordar cuál es el ADN histórico de la ciudad, y no el del momento actual”.
Buen conocedor de Barcelona, Clark apunta al corazón del problema: “Todas las ciudades exitosas tienen una relación de éxito con el turismo, también Singapur, Hong Kong, París o San Francisco. Ahora, la eliminación del turismo no debe de ser el objetivo, sino redimensionarlo y readaptarlo. Y la cuestión es que el turismo masivo que tenía Barcelona no formaba parte de su ADN. En cambio, Barcelona ha sido siempre una ciudad innovadora, productiva, creativa, de comercio y de diseño, y es eso lo que hay que recuperar”.
El equilibrio no era el adecuado. El turismo sin límites dificultaba la visión de conjunto. Clark no vaticina lo que va a ser capaz de hacer Barcelona, sino lo que podría suceder en el caso de que hubiera un liderazgo político y social fuerte que usara el virus “como catalizador y acelerador de oportunidades”:
“La historia que tiene que contar Barcelona al mundo no es la del sol y la playa y la fiesta, que está muy bien, sino que tiene que cambiar el modelo de turismo de bajo coste por un modelo de alta calidad de intercambio de visitantes que la ayuden a ser una ciudad de innovación, diseño y productividad. Para lograrlo tiene que especializarse más como ciudad de congresos, de cumbres de diversos ecosistemas, donde gente de todo el mundo se reúna para discutir sobre medicina, sobre ciencias de la vida, sobre las nuevas fronteras de la economía circular, sobre tecnología móvil, sobre los procesos de digitalilización, sobre la conexión entre el diseño urbano y la salud humana, sobre los contenidos creativos... todo eso, en lugar de apostar por políticas que dañan a su propio ADN”.

“Una fortaleza de Barcelona es crear consensos sobre cómo quiere vivir la gente”


El urbanista abre un paréntesis: “Si eres la anfitriona del Mobile World Congress (MWC) es importante que seas la ciudad de referencia en el mundo en procesos de digitalización que crean mejores condiciones de vida para la gente”.
La digitalización reducirá probablemente el número de congresos o conferencias presenciales que se celebran en el mundo: por eso hay que especializarse y convertirse en una de las ciudades que van a seguir quedándose con buena parte de ese pastel, aunque su tamaño se haya reducido en términos globales.
Una pregunta recurrente, cuando se entrevista a alguien con un discurso elaborado, es lo que haría si fuera alcalde. Y el urbanista londinense, que no tiene ningún interés en meterse en política, responde que Barcelona ha de recuperar su rol como lugar de encuentro de gente creativa e innovadora de todo el mundo, porque pocas ciudades tienen su capacidad “para crear grandes consensos sociales sobre cómo queremos vivir”.
Pero advierte que no hay tiempo que perder y, además, no sería sensato recurrir a políticas maximalistas como sería la renuncia a todo tipo de turismo. “El mundo espera que Barcelona sea líder en esto, como lo ha sido en el pasado, pero hay que tener cuidado, una cosa es eliminar el turismo masivo y otra renunciar a este otro tipo de visitantes vinculados a la creatividad y a la innovación. Como decimos en inglés, Don’t throw the baby out with the bathwater (cuando tires al agua del baño, no tires también al bebé). “No se relocaliza para quedarse al margen del mundo, sino para ser parte del mundo”, asevera.
Antes que nada, sin embargo, habrá que reparar el daño sufrido en la reputación internacional de ciudades que cuentan por miles sus víctimas en la pandemia y que en las últimas semanas han protagonizado las crónicas más negras de la prensa internacional.
Una de las imágenes más duras de esta crisis en la ciudad de Nueva York: una responsable de una funeraria transporte un cadáver por una calle de Harlem. / Johannes Eisele AFP
Una de las imágenes más duras de esta crisis en la ciudad de Nueva York: una responsable de una funeraria transporte un cadáver por una calle de Harlem. / Johannes Eisele AFP

De entrada, no cree que sea cierto que las ciudades globales hayan sufrido más el impacto del coronavirus por el mero hecho de serlo. Para rebatirlo, menciona los ejemplos de Taipei, Singapur, Seúl, Tokio, Copenhague o Berlín, grandes metrópolis que han salido bien paradas de esta crisis sanitaria.
En su opinión, han jugado a favor de estas urbes la escala de acción de los gobiernos a la hora de prevenir la pandemia y la consecuente anticipación de las medidas de defensa, así como la disposición de los ciudadanos a admitirlas. También, y mucho, la disposición de tecnología para testear, trazar y monitorizar el avance del virus. Y, por último, el hecho de que en algunas de estas ciudades se haya sabido comunicar mejor que en otras a los ciudadanos que si se aplicaban bien estas restricciones todos iban a salir beneficiados.
“Es verdad –razona Clark– que Nueva York, Milán, Londres, Barcelona y Madrid experimentarán algún tipo de consecuencia negativa en términos de reputación por no haber sabido gestionar la pandemia tan bien como otras ciudades globales. Pero no hay razón para que no puedan recuperar esa buena fama si demuestran ahora que pueden situarse al frente de la innovación, de la creación de nuevas oportunidades, de posicionarse en la búsqueda de una vacuna y de crear una sociedad más saludable. Estas ciudades pueden ser líderes en la siguiente fase de la respuesta, pero tienen que decidir antes que realmente quieren serlo”.

“La ciudad no perderá población, sino que se redistribuirá en su entorno”


Al oír su discurso sobre el futuro de las ciudades globales, se tiene la sensación de que la incapacidad de los gobernantes locales de articular el área metropolitana barcelonesa puede solventarse por la propia inercia de cambio que impone la nueva normalidad. Que el virus derribará las barreras psicológicas que lo impiden.
“La gente no huirá en masa de las ciudades. Pero sí se flexibilizará la manera en que va a estudiar o a trabajar al centro. Gracias al teletrabajo, a los nuevos horarios y a la digitalización, en los distritos y en las ciudades metropolitanas habrá más oportunidades. Se trabajará en casa, pero también en espacios de coworking, con una vida vecinal más rica. Cómo solo habrá que ir a trabajar al centro uno, dos o tres días a la semana, se podrá vivir más lejos, como pasa en Estados Unidos o China”.
Su apuesta es la ciudad mixta, la blended city, en la que se yuxtaponen la ciudad real y la virtual. “Hay gente que forma parte de Shanghai pero que teletrabaja desde Nanjing y sólo va a Shanghai algunos días al mes; hay gente que forma parte de Nueva York pero que teletrabaja desde Pensilvania o Massachusetts; y habrá gente que formará parte de Barcelona pero que vivirá en otras ciudades de España o de Europa y vendrá cuatro veces al mes al centro. Lo importante es que los líderes políticos de las ciudades traten a esos miembros de la ciudad virtual igual que a los de la ciudad real, y que les den servicios que dan a la población residente”.
Una insólita imagen de las galerías Vittorio Emanuele de Milán vacías de público / Claudio Furlan AP
Una insólita imagen de las galerías Vittorio Emanuele de Milán vacías de público / Claudio Furlan AP

Vislumbra este urbanista una ciudad más extensa y con menos movilidad gracias al teletrabajo, lo que restará presión al transporte metropolitano, algo muy importante mientras no se consiga la vacuna. “Pero no se perderá población, sino que se redistribuirá mejor por territorio en beneficio de ciudades más pequeñas de las áreas metropolitanas.
En este proceso, sin duda, el parque inmobiliario sufrirá una fuerte sacudida. El teletrabajo afectará a los grandes edificios de oficina, de ocio o de servicios públicos, que tendrán que reconvertirse total o parcialmente. “Muchos hoteles servirán para que la ciudad siga siendo líder en conferencias o congresos, pero otros tendrán que reconvertirse para prestar servicios diversos a nivel local o regional”.
¿Persistirán, sin embargo las desigualdades en este nuevo entorno? “Por un lado sí, como hemos visto en la cuestión sanitaria, porque los que más sufren son los más débiles. Pero es muy importante algo que ha sucedido estos días: la solidaridad entre la gente, o con los sanitarios. Creo que se ha creado un nuevo sentido de comunidad y de vecindario”.
Clark se confiesa devastado por la pérdida de vidas humanas: “Se ha muerto una parte de una generación”. También por la destrucción masiva de empleos. Pero no oculta su sensación de que el mundo urbano tiene una oportunidad única de promover una especie de reinicio, “una ocasión para conseguir que esta nueva normalidad sea en algunos aspectos mejor que la anterior”.
Los rasgos de esa nueva normalidad, según la visión de este urbanista, están recogidos en una relación de siete puntos:

1. Relocalización


Hay que promover una relocalización de las cadenas de suministro y de producción. Muchas ciudades han descubierto a lo largo de esta crisis sanitaria que no tenían capacidad de acceder al suministro de comida, medicina, material médico o componentes industriales. Tanta dependencia crea una vulnerabilidad excesiva. Según Clark, “hay que avanzar hacia un reequilibrio local y regional que prime más el just in case que el just in time. Uno de los objetivos asociados es que, al diversificar sus sectores productivos, la ciudad cree empleos más diversos.

2. Digitalización


Más teletrabajo, más teleconferencias, más entrega a domicilio, más telemedicina, más entretenimiento en casa. “En pocos meses hemos completado un cambio que supone todo un ciclo tecnológico, y esto dejará en algunas áreas un legado perdurable. En muchos casos no se volverá al patrón analógico anterior. Esto tendrá muchas implicaciones en retail, en las oficinas y también en los sistemas de trabajo. Hay que verlo como una oportunidad, especialmente en el caso de una ciudad que es la anfitriona del Mobile World Congress (MWC)”.

3. La salud humana


Se ha puesto de manifiesto al alto grado de desigualdad que hay en las ciudades. Han sufrido especialmente las consecuencias de la Covid-19 los pobres, los mayores, las minorías o los grupos de riesgo. “Hay que invertir más en salud, en hacer la vida más saludable, en que pueda hacerse ejercicio, en la calidad del aire para que la población, y en especial los niños, no tengan tantos problemas respiratorios.

4. Cambio climático


Hay que poner énfasis en que la crisis climática es una prioridad global. A lo largo de esta crisis sanitaria se ha minusvalorado el vínculo entre la salud humana y el calentamiento global. “Parte del problema del cambio climático es la manera en que tratamos el planeta en beneficio de nuestro sistema alimentario y la destrucción de los hábitat de los animales. Recordemos que esta emergencia sanitaria viene de la disrupción por nuestra parte del reino animal”.

5. Nuevo uso del espacio público


Afirma Greg Clark: “La idea de mucha gente vive en un área residencial y viaja a su lugar de trabajo en el centro con coche o con transporte público es difícil de sostener cuando nos damos cuenta de que los edificios de oficinas y los propios sistemas de transporte de alta capacidad se han convertido en un riesgo para la salud. Hasta que llegue la vacuna, tenemos que ser más imaginativos a la hora de rediseñar los flujos en la ciudad. Hay que hacer cambios en los horarios y que haya más gente trabajando desde casa”.
En este contexto, sostiene el urbanista: “Conseguiremos una ciudad más distribuida en el espacio urbano. Habrá más actividad en nuevas localizaciones, más gente viviendo en las segundas y terceras coronas metropolitanas. No creo que las ciudades pierdan población. Más bien la compartirán contras ciudades más pequeñas de su entorno.

6. Más papel de los gobiernos


En opinión de Greg Clark, un fenómeno obvio es que las ciudades han acabado asumiendo el papel primordial de los gobiernos como garantes de la salud. “Los gobiernos centrales van a estar a partir de ahora más presentes en nuestras vidas, con responsabilidades en cuestión de salud, de clima, de calidad del aire, de cadenas de suministro alimenticio o de comercio”.

7. Un nuevo contrato social


“Este geste ha puesto de manifiesto que hay mucha desigualdad, pero también ha mostrado la solidaridad entre la gente, con los sanitarios y otros trabajadores de emergencias, así como un nuevo sentido de pertenencia a la comunidad y al vecindario”. En opinión de Greg Clark, “es importante tener una comunidad local más fuerte, pero también un contrato social más sólido que tenga consecuencias fiscales”.
Se refiere el urbanista a la eclosión sin parangón del comercio digital: “Eso nos debería obligar a gravar más a las empresas que sacan dinero de esto, y a destinar ese dinero a mejorar los servicios públicos”.

  

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