miércoles, 20 de mayo de 2020

Evasión y subidón de autoestima: así es la nueva infidelidad digital (y así se destapa)

infidelidad


Psicólogos, sexólogos, practicantes de esta forma de ligar y una treintena de jóvenes hablan de la deslealtad en los tiempos del móvil


"Al principio, era algo totalmente inocente, o eso me decía yo. Sentí el impulso de escribirle un privado por Instagram con una excusa absurda para charlar. Yo no quería ser infiel a mi pareja, ni siquiera me planteaba que lo que hacía fuese una traición, pero supongo que cuando empiezas a tener cuidado con el móvil, algo está pasando", confiesa una mujer a quien llamaremos Alba, por privacidad y porque no da muy buena publicidad manifestarse públicamente como infiel. "Quería hablar, sentirme halagada, nada más", comenta. ¿Suficiente para ser infiel?
Poco más se puede pedir en el punto álgido del confinamiento, momento en el que surgió esta historia, pero, con o sin cuarentena, un poco de flirteo e intimidad es suficiente para definir una infidelidad. Es lo que opina el 90% de las 30 personas entrevistadas para este artículo a través de las redes sociales, pertenecientes a las generaciones Y y Z (de 18 a 39 años), entre quienes figura la joven. "Antes parecía que sin sexo no había infidelidad, la generación de mi hermano –nacido en 1979– lo sigue considerando así. Para mí, donde hay intención de buscar una conexión íntima del tipo que sea, hay infidelidad", resume un entrevistado de 34 años. Casi todos comparten su punto de vista: entablar una relación de intimidad y de complicidad por Internet es ahora una infidelidad al uso, sin más distinciones con la física que las obvias. Y es un fenómeno, conforme avanza el uso de los dispositivos móviles, cada vez más común.
 
No solo el sexo ha dejado de ser una condición necesaria para que exista infidelidad, sino que en la mayoría de los casos ni siquiera es el objetivo. Según se desprende de las entrevistas y de las opiniones de los expertos consultados en este artículo, el objetivo de la infidelidad digital es evadirse de los problemas y experimentar un subidón de autoestima. Cuando el sexo aparece en la relación es como un paso más en la evolución del coqueteo, y suele ser en forma de sexting, más que un encuentro físico. "Es menos complicado y es una solución inmediata a un deseo que tengo ahora, no a uno que tengo ganas de cumplir en algún momento", comenta uno de los entrevistados, de 26 años.
En la línea de las motivaciones detrás de la infidelidad, no es un anhelo puramente físico, sino que tiene mucho que ver con las emociones. Según Sara Laguna Bonilla, psicóloga cognitivo-conductual especialista en inteligencia emocional y ansiedad y estrés, "con la revolución tecnológica lo tenemos todo literalmente en la palma de nuestra mano, y si no lo tenemos de manera inmediata, aparecen emociones como ansiedad, tristeza e ira. Somos la generación del 'para anteayer' y lo hemos traspasado a todos los ámbitos de nuestra vida".

No eres tú, es mi autoestima, cariño

Es difícil establecer un patrón que defina al grueso de los infieles virtuales pero, según la percepción de recogida a través de las entrevistas por las redes, son personas que necesitan atención, que tienen baja autoestima y la necesidad de gustar. También buscan suplir carencias de la pareja, pero no tienen madurez para afrontarlas y recurren a la vía fácil de la evasión. Según un estudio publicado el pasado enero en la revista Computers in Human Behaviour, otra motivación para ser infiel por la vía digital es "satisfacer su curiosidad sobre el mercado actual de citas y comprender su propio valor como pareja potencial". La directora de Gabinet Psicològic Mataró, Cristina Martínez Viana, está de acuerdo con este "retrato robot": "Son personas con tendencia a la necesidad de aprobación, les gusta llamar la atención y buscan el reforzamiento social a través de las redes sociales. A menudo, también aparece una baja autoestima, que se compensa a través de este reforzamiento que obtienen mediante los likes, que son el elemento más adictivo de las redes sociales, pues actúan como un reforzador potentísimo e inmediato". Cuántos más tienen, más ganas de seguir siendo infieles experimentan.
La sexóloga Sonia Encinas opina que sentirse poco deseado por la pareja es determinante a la hora de decidir buscar relaciones fuera de la misma, ya que genera mucha frustración. Encina achaca el origen del problema a la falta de comunicación sexual: "No saber comunicarnos sexualmente quiere decir que no sabemos expresar lo que nos ocurre, ni siquiera sabemos identificar qué nos ocurre en esa parcela de nuestra vida porque siempre ha sido un tabú. Falta cultura sexual, eso hace que se convierta todo en un silencio que desemboca en buscar a otra persona para reforzar la autoestima sexual". Pero, obviamente, esta es solo una de las posibles motivaciones de los infieles digitales.
Otra fuente de infidelidad virtual es la necesidad de evasión, y es una que parece que se ha intensificado durante el confinamiento. El psicólogo experto en terapia sexual y de pareja Alejandro Vites Doñate afirma que el estrés, la gestión de un duelo, la pérdida del trabajo, las dificultades económicas y el aislamiento también pueden disparar estos patrones como forma de huir del malestar. Algunos de los individuos entrevistados llevan este detonante un paso más allá, al afirmar que encuentran atractivo ligar virtualmente convirtiéndose en otra persona, inventándose una personalidad y una vida nuevas para escapar de la suya. Al fin y al cabo, ¿quién va a darse cuenta en Internet?

La tensión del inservible botón del pánico

Una de las cosas que hacen de la infidelidad digital una aventura atractiva es que es una opción fácil, solo hace falta tener un móvil. Pero es menos discreta de lo que parece; todos los entrevistados coinciden en que hay señales inequívocas de que algo pasa: poner el móvil bocabajo, dejar ver sobresaltos inconscientes cuando vibra, recibir mensajes a horas intempestivas, dar explicaciones vagas acerca de su uso, dibujar una sonrisa pícara al escribir, tener largas ausencias con el dispositivo en las manos, no separarse de él o, como ha sucedido estos días de confinamiento, sacar demasiado al perro y salir excesivamente al balcón, movimientos que hasta han sido objeto de burla virtual por la poca discreción. Algunas apps para ligar tienen un botón del pánico para cerrar la aplicación rápidamente o incluso un detector de movimiento para que se cierre con un simple golpe de muñeca, pero no por ello estos gestos dejan de repetirse. Y es que la posibilidad de verse descubierto es un factor de estrés brutal.
También ver estas señales puede ser estresante. Según la psicóloga Beatriz Fernández Moreno, lo es "sobre todo para las personas que tienen personalidades dependientes, rasgos ansioso-depresivos, obsesivos, las que son controladoras o celosas. Por experiencias con pacientes, el simple hecho de que exista la posibilidad o haya una sospecha, puede desencadenar una serie de comportamientos que, si no se gestionan bien, pueden ser patológicos".
El psicólogo cognitivo-conductual y sexólogo Saúl Sánchez pone el foco en el infiel y en el que se plantea esa infidelidad, para quienes la posibilidad de ser pillados, aún incluso cuando no la han cometido, puede provocar "ansiedad con todos sus síntomas, a nivel cognitivo (pensamientos automáticos negativos), fisiológico (sudoración, taquicardia, problemas estomacales) y motor (si la persona fuma podría fumar más). Además, es importante mencionar que la ansiedad puede provocar hipervigilancia, estarán muy pendientes de todo lo que tenga que ver con el engaño". Es comprensible, ya que en las infidelidades virtuales hay poco margen para el perdón.
Las personas entrevistadas confirman que este tipo de señales ha sido el detonante del final de alguna relación, aunque reconocen haber dejado pasar el tiempo por miedo a resultar posesivos o invasivos. La psicóloga cognitivo-conductual Sara Laguna Bonilla afirma que, de primeras, se suele dar menos valor a la infidelidad emocional, pero que, sin embargo, es la que genera mayor impacto en una posible ruptura, por la falta de confianza. Los poquísimos entrevistados que creen poder pasar página recurren a lo que ellos mismos han calificado como autoengaño. "Creo que podría perdonarlo si consiguiera aferrarme a la idea de que no ha habido contacto", dice una chica de 28 años. Pero rápidamente recula y afirma, como el 95% de los que respondieron a esta pregunta, que sigue siendo una traición y, se perdone o no, la desconfianza sigue ahí.
"¿Cuántas veces tu pareja tiene planes sobre los que no tienes ni idea y desaparece sin decirte dónde va? Pocas. Y, sin embargo, ¿cuántas veces mira el móvil al día sin que sepas con quién está hablando? Miles. Así que la sombra de la duda estará ahí todo el rato", argumenta una mujer de 30 años. Y es que, como escribió Manuel Jabois en EL PAÍS, "a veces hay más cuernos en un 'buenas noches' desde la cama mientras ves una serie con tu pareja que en un polvo rápido, o dos, con una persona desconocida en un ascensor".

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