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Expertos españoles en urbanismo y epidemiología aúnan sus esfuerzos para diseñar un nuevo entorno urbano ante las amenazas de nuevos brotes
“Una era construye ciudades. Una hora las destruye”, sentenció Séneca en uno de sus proverbios. A pesar de las advertencias de diversos estudios académicos y de las autoridades sanitarias, nadie podía predecir ni imaginar lo que iba a suceder en nuestros municipios a comienzos de marzo. En las conversaciones privadas de las últimas semanas habita esta retroalimentación de mensajes de perplejidad e incredulidad. Visto y no visto: en apenas un par de jornadas, sino horas como dijo el filósofo latino, el coronavirus desgajó el modo de vida que llevábamos, paralizándolo por completo, colapsando hospitales y separándonos de nuestros seres queridos durante una larga cuarentena que ya supera los 50 días. Ahora, el reto radica en prever cómo será esa vuelta a la normalidad y en diseñar nuevas formas de convivencia dentro de un entorno metropolitano de proximidad y flexible.
Ha llegado la hora de imaginar una ciudad desde cero. Si hay algo en lo que coinciden todos los expertos es que no podemos volver a ver atascos en la salida de las grandes ciudades los lunes por la mañana, concentraciones masivas de gente a hora punta en el transporte público o kilómetros de calles asfaltadas sin un solo árbol. El esfuerzo de cada uno de los sectores de la población a lo largo de estos meses ha sido ingente, más aún el de los profesionales sanitarios. Ahora que vamos a afrontar la desescalada, los grandes pensadores y científicos de nuestra era, urbanistas, políticos y sociólogos, están concentrando sus energías en vislumbrar la que será la ciudad del futuro bajo la sombra del Covid-19 que, como ya sabemos, va a ser muy alargada, sin dejarnos otra opción que vivir bajo ella hasta que aparezca una vacuna o tratamiento efectivo que la despeje.
No se puede abrir hospitales pensando en una catástrofe, pero hay que disponer de Planes de Contingencia ante esta posibilidad
Así es como se abre en estos momentos una enorme ventana de oportunidad hacia una vida más armoniosa en los ambientes metropolitanos. El cambio de paradigma urbano que se presenta es demasiado grande; he ahí la trascendencia de las decisiones que se tomen a partir de ahora. El dramático contexto sanitario de las últimas semanas hace a suponer que, de aquí en adelante, la salud de los ciudadanos, y por tanto su bienestar, adquiera una importancia como nunca se ha visto en la historia. ¿Qué criterios debería seguir una ciudad, si pudiéramos construirla desde cero, en caso de que este tipo de pandemias se vuelvan habituales? ¿Hay alguna en la actualidad, en nuestro país o en el extranjero, que cumpla con estos estándares de cara a luchar y convivir mejor con una pandemia?
En primer lugar, lógicamente, sería disponer de un sistema sanitario fuerte para hacer frente a nuevos brotes en el futuro. Si hay algo en lo que coinciden los expertos es que las instituciones han entendido que la inversión en materia de sanidad a partir de ahora debe ser prioritaria, y que no podemos depender de otros países para adquirir recursos como mascarillas o guantes; debemos garantizar una reserva estratégica de estos productos de cara al futuro. Por otro lado, ¿habría que aumentar el número de hospitales? ¿Cuántas camas de UCI harían falta? La Comunidad de Madrid ya ha anunciado que levantará un nuevo hospital permanente equipado con mil camas en otoño para estar más preparados de cara a los próximos meses.
Esta ciudad ideal no es una ciudad hecha solo contra el coronavirus. Nos vamos a seguir muriendo de cáncer o infarto mientras tanto
“España tiene un buen rato en el número de hospitales por habitante”, explica José María Ordóñez Iriarte, expresidente de la Sociedad Española de Sanidad Ambiental (SESA) a este periódico. “El problema surge cuando emerge una catástrofe como la que estamos padeciendo. Y a pesar de ello, se tuvo una buena capacidad de respuesta en los peores días; los hospitales multiplicaron sus camas de UCI; los hoteles medicalizados descongestionaron los hospitales con los pacientes menos graves, y aquellos de campaña que montó la Unidad Militar de Emergencia (UME) en un tiempo récord sirvieron para incrementar la capacidad de respuesta asistencial. No se puede abrir hospitales pensando en catástrofes, pero se tiene que disponer de Planes de Contingencia que contemplen estas posibilidades”.
Por otro lado, la ciudad ideal para luchar contra una pandemia debe tener un enfoque integral de todos los problemas de salud, y no centrar toda su atención hospitalaria a casos de virus como el Covid-19, ya que en los últimos meses “se han desatendido las emergencias y necesidades sanitarias de otros enfermos”. Así lo asegura Manuel Franco, epidemiólogo y profesor de la Universidad de Alcalá y la prestigiosa John Hopkins, quien defiende que esa hipotética ciudad debe estar preparada para atender ambas circunstancias.
Una respuesta sanitaria integral
“En términos sanitarios, para tratar a enfermos crónicos y de Covid-19, y en términos de salud pública, para prevenir los contagios de esta nueva enfermedad”, recalca. “La ciudad del futuro no es una ciudad hecha solo para parar el coronavirus. Estará más de un año presente, pero antes o después desaparecerá. Y mientras tanto, nos vamos a seguir muriendo de cáncer y de infarto. Si vuelve un nuevo brote, debemos estar prevenidos para que estas otras patologías se atiendan a la par que el Covid-19”.
La alta densidad poblacional y el hacinamiento determinan quién se contagia, quién alcanza gravedad y quién muere
Manuel Franco lleva años estudiando las características básicas que cumplen los barrios y ciudades saludables, centrándose en las desigualdades sociales y su influencia en la salud, sobre todo en épocas de pandemia. En este sentido, ha descubierto que algunas de las zonas más afectadas por el Covid-19 son también de las más humildes, concretamente en Madrid, como por ejemplo el distrito de Puente de Vallecas o el municipio de Leganés. La alta densidad poblacional, unida al hacinamiento que sufren muchas familias al contar con un espacio muy reducido de vivienda, “determinan quién se está contagiando, quién alcanza gravedad y quién muere”.
De igual modo, “el teletrabajo también genera brechas, ya que no todos pueden hacerlo”. Esta fórmula laboral será clave en esa ciudad ideal de cara a luchar contra una pandemia porque al flexibilizar el horario o los días de asistencia presencial al lugar de trabajo se evitarán aglomeraciones en las horas punta del día, tanto en el tráfico de vehículos privados como en el uso del transporte público. Y hablando de coches, en esa metrópolis ideal “no habría que volver a caer en el error de que hay que utilizarlo para todo”, apunta el epidemiólogo. De ese modo se garantizaría una mejor calidad del aire, un requisito indispensable de cara a frenar una pandemia como el Covid-19, ya que según han demostrado diversos estudios la probabilidad de contagio aumenta drásticamente si la contaminación es alta.
Distancia social, cercanía metropolitana
“Yo no pensaría tanto en la distancia social de los habitantes de esa ciudad ideal, sino más bien en la cercanía”, apunta José María Ezquiaga, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid y presidente de la Asociación Española de Técnicos Urbanistas, además de actual asesor del grupo de expertos de José Luis Martínez-Almeida, quien ya está trabajando para diseñar la ciudad que tendrá que convivir con el coronavirus en los próximos meses. “La naturaleza debe estar cerca de casa, a rápido acceso, para que tanto mayores como niños puedan desplazarse hasta allí en muy poco tiempo. La actividad económica y el empleo deberán estar a pocos metros del hogar, así como los colegios, los centros de salud o los mercados y tiendas de calle. Habría que diseñar una ciudad organizada por células urbanas, algo que con el tiempo ha ido desapareciendo, ya que en los últimos años ha primado la tendencia a vivir en barrios periféricos de monocultivo de viviendas en los que apenas hay nada”.
Los barrios serán más autosuficientes, pero solo si la sociedad lo pide. No podemos volver al modelo de cuarentena medieval
“Yo no construiría una ciudad desde la premisa de la separación, porque además es imposible”, recalca Ezquiaga. “Hay una creencia de que si viviésemos aislados no nos contagiaríamos, pero el Robinson no existe, es una falsa ilusión. Creo que vamos a avanzar hacia barrios más autosuficientes, pero solo si la sociedad lo pide de verdad. No podemos volver al modelo de cuarentena medieval de la época de la peste”. El urbanista comparte con Franco las teorías de “ciudades de 15 minutos" que ya quieren aplicar grandes urbes europeas como París. Por ello, es preciso ahondar en la importancia de llegar a unos entornos urbanos saludables en los que la naturaleza esté mucho más presente, centrando la atención en los grupos de riesgo como son los mayores.
El “verdor circundante”
La OMS recomienda que toda ciudad debería tener más de 11 metros cuadrados de zonas verdes por habitante para garantizar la calidad del aire. En España, hay urbes que superan con creces esta marca, como Vitoria, que lidera el podio con 26,76 m²/habitantes, según un estudio de una empresa de comparación de viajes que ha usado la base de datos del Open Street Maps. Madrid, en este caso, está la tercera (15,78 m²/hab), pero eso no quiere decir nada, ya que en la capital la superficie de parques y jardines está muy concentrada, sobre todo en grandes superficies naturales como son Casa de Campo, El Retiro o El Pardo. Por ello, Franco incide en el concepto de “verdor circundante”, que alude a la presencia de la naturaleza dentro de los barrios y centros históricos.
La ciudad ideal contaría con mercados vecinales en los que se venden productos frescos de proximidad o cosechados en el mismo barrio
Ezquiaga asegura que actualmente el equipo municipal está enfocando sus esfuerzos en la creación de un corredor natural que parta de la sierra de Guadarrama y se adentre en el centro de Madrid a través del río. Esto no solo mejorará la calidad del aire de los vecinos, sino que ayudará a generar relaciones comerciales distintas que impactarán en la salud de los habitantes, como por ejemplo más mercadillos urbanos de productos frescos y comida ecológica cultivada en huertos urbanos. “En Union Square, el corazón de una urbe tan poblada como Nueva York, todas las semanas hay un mercadillo de agricultores locales que se cultivan en los barrios del resto de la ciudad”, explica el urbanista, “por lo que se necesitará concienciar a la población de la importancia de adquirir alimentos frescos producidos en su propio barrio para fomentar el consumo sano y a la vez la autosuficiencia económica de los distritos”.
Una ciudad más vulnerable y... ¿más humilde?
En esa ciudad ideal, los espectáculos serían sometidos a fuertes restricciones de aforo, un hecho que vamos a observar a medida que avance la desescalada. Deberá pasar un tiempo para que los clientes recuperen la confianza y la seguridad. Pero más allá de eso, la industria del ocio de esta ciudad ideal estará más centrada en los cuidados entre familiares y amigos. “Habría un mayor equilibrio entre la vida personal con los seres queridos y la vida social más anónima”, según reconoce Ezquiaga. Esta nueva tendencia nace de haber experimentado un mayor o menor grado de aislamiento, o de valorar más la cercanía hacia las personas que nos importan más allá de modelos de ocio que siempre han triunfado, como bien puede ser los cines o las fiestas.
La solidaridad no llegará más lejos si no se la acompaña de políticas económicas. Un plan urbanístico necesita el consenso de todos
“Todavía hay mucha gente que no se ha podido despedir de sus seres queridos”, asevera el arquitecto. “De ahí que habrá una primera fase en la que la interacción social sea solo entre conocidos. Uno de los aspectos clave de la resiliencia española es el valor de la familia como un sistema de apoyo afectivo, pero también económico y de otras maneras. Ojalá aprendamos a valorar y disfrutar más de la compañía, que parecía que estaba regalada, como el aire que respiramos, pero que sin duda perdimos en algún momento. Y luego, poco a poco, volverán las grandes pasiones como el fútbol o el teatro”.
Aquello en lo que también coinciden todos los expertos es que esa ciudad ideal sería más consciente de su propia vulnerabilidad. “Ya vivíamos concienciados con la importancia de la salud, pero solo a nivel individual, ahora se ha puesto de manifiesto que se trata de un asunto social y colectivo”, sentencia Ezquiaga. “La gran pregunta de nuestro tiempo sigue siendo si damos prioridad a la economía o la salud”, concluye Franco, por su parte. “Creo que habrá una mayor conciencia vecinal después de lo que ha ocurrido. Nos hemos ayudado unos a otros, pero esa solidaridad no llegará más lejos si no se la acompaña de políticas económicas de forma estructurada. Un plan urbanístico necesita el consenso de todos”. Tal vez, al ser a partir de ahora más conscientes de que en solo unas horas todo nuestro mundo puede venirse abajo, como decía Séneca, seamos más humildes y sea más fácil imaginar un futuro igualitario y saludable para la población, y por ende, que garantice un auténtico bienestar.
AUTOR
ENRIQUE ZAMORANO 11/05/2020
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