martes, 30 de agosto de 2022

Sí, el lujo sigue vendiendo incluso cuando las cosas no parecen ir del todo bien


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La industria ha experimentado un importante crecimiento en la primera mitad de 2022, demostrando que el público sigue haciendo inversiones (cuando puede) guiadas por el deseo.



Las noticias sobre la coyuntura económica actual incluyen cada vez más titulares sobre la inflación, que ya se ha dejado sentir en los negocios de verano, y previsiones sobre un otoño duro. Como era de esperar, el sector textil no se escapa: desde el Consejo Intertextil Español (CIE) ya han pedido ayudas a la administración ante la subida de costes, principalmente debido al sector energético, y ante la más que probable caída del consumo durante los próximos meses. Afirman que la situación es "totalmente insostenible" y que "las empresas se están descapitalizando para poder hacer frente a esta crisis de precios energéticos", a pesar de que "no hay ninguna señal positiva de cara al resto del año". Otro empujón que les impide levantar cabeza tras la pandemia, momento en el que experimentaron tremendas dificultades por el cierre de las tiendas y las posteriores restricciones. Sin embargo, el lujo sigue vendiendo. Sí, incluso en este contexto.

Aunque los conglomerados de la industria no han hecho todavía predicciones, los datos que han obtenido durante la primera mitad de 2022 deja claro que no solamente se han recuperado tras la crisis de los últimos dos años, sino que incluso han llegado a superar los objetivos marcados (como, por otro lado, también ha hecho Inditex, que sigue batiendo récords). ¿El primer ejemplo de este particular fenómeno? El de Hermès. Básicamente, porque es una de las casas de lujo más emblemáticas del mundo, algunos de sus bolsos tienen una lista de espera interminable (e imposible de saltar, como intentase hacer Samantha en Sexo en Nueva York) y han sabido mantener un aura de encanto antiguo que no es incompatible con nuevos modos de comunicar y diseñar. Si hay una fórmula mágica infalible, quizás la compañía esté cerca de encontrarla.

En la presentación de resultados del primer semestre que tuvo lugar a finales de junio, la marca comentó que estaban experimentando "un crecimiento muy fuerte y resultados excepcionales", lo que se traduce en que los ingresos aumentaron un 29% y el beneficio neto, en un 40%, hasta los 1.641 millones de euros (el 30% de las ventas, que se estiman en unos 5.475 millones de euros). Cifras favorables en contextos inestables. Resultaría curioso si no se tuviese en cuenta tanto el canal online como la recuperación de China. Pero ahí están.

Las ventas en las tiendas aumentaron un 23% y la venta mayorista un 25%, pero uno de los aspectos más llamativos de estas subidas porcentuales son las que implican a Asia: allí, sin contar Japón, las ventas aumentaron un 15%, estadística en la que han jugado un papel fundamental Singapur, Australia y Corea. También la mencionada China, que tras las restricciones sanitarias y el cierre de tiendas que experimentaron en abril y mayo, parece haber vuelto a la vida durante el mes de junio. Algunos lo llaman efecto rebote, otros, 'shopping revenge'.


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En los beneficios de Kering, el conglomerado francés de lujo que es dueño de firmas como Gucci o Saint Laurent, también tiene una gran importancia el cambio de paradigma sucedido en China: aunque allí las ventas han empezado a recuperarse, dentro del grupo se necesitaba "compensar", según afirmaron en un comunicado, "el impacto de los confinamientos". Se ha logrado: a finales de julio, los franceses comentaron que habían aumentado sus beneficios en un 34% con respecto al año anterior en el mismo período, lo que supone unos beneficios netos de 1.988 millones de euros en el primer semestre. Ahí es nada.

No es la única manera en la que las restricciones chinas han hecho cambiar los resultados de Kering: implica directamente a Gucci. Es más sencillo de lo que parece. Allí, la casa italiana tiene un fuerte impacto; tanto que, según diferentes expertos, es en China donde Gucci genera la mitad de sus ventas. Y si las tiendas allí cierran y resulta más complicado comprar, las ventas se van a resentir; al parecer, lo habrían hecho entre el 30 y el 35%. Una secuencia lógica clara.

Entre otros factores, eso es lo que explica la desaceleración de Gucci, incluso a pesar de las numerosas y exitosas colaboraciones que ha llevado a cabo en el último año. Ojo, desaceleración, que no números negativos: los italianos han seguido creciendo, solo que menos que el año anterior. Justo al contrario que Saint Laurent, Bottega Veneta, Balenciaga o Alexander McQueen.

El caso de Saint Laurent es llamativo también para quienes entienden más de siluetas que de números: el trabajo de Anthony Vaccarello en la firma es uno de los más aplaudidos actualmente y la colección de otoño-invierno 2022/2023, una fuente inagotable de tendencias que se ha valido el beneplácito de la crítica especializada. Y la estética genera beneficios: ha experimentado un alza de un 42% con ventas por 1.480 millones de euros y su margen operativo "bate un récord para un primer semestre" con un 29,6%, según explican desde Kering.

Por otro lado, "las ventas de Bottega Veneta alcanzaron los 834 millones de euros (un 18% más)", según AFP, regresando a un margen operativo del 20%. Balenciaga y Alexander McQueen ya se acercan a los 2.000 millones, con un aumento del 32%.

Todas estas cifras contrastan con la rebaja de las previsiones de crecimiento global que ha realizado el Fondo Monetario Internacional, que ha situado las de este año en el 3,2% y las del año que viene, en un 2,9%. Esos números podrían ser incluso más bajos (un 2,6% y un 2% respectivamente) si la situación sigue complicándose con, por ejemplo, una inflación continuada y un corte de suministro ruso de gas a Europa. Como si fuesen dos universos paralelos, dos burbujas que no se tocan y que a pesar de emerger de la misma agua jabonosa, toman dos formas y trayectorias diferentes.




MARÍA JOSÉ PÉREZ MÉNDEZ
Actualizado Viernes, 26 agosto 2022 - 12:23
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