TEXAS, LA ÚLTIMA TIERRA DE LAS OPORTUNIDADES
Crece su leyenda como nueva tierra de oportunidades, atrayendo a miles de familias, la mayoría de clase media. Estos emigrantes están siendo empujados por las fuerzas que transforman la economía americana: el hundimiento de la clase media y el incremento del costo de vida en los centros de población.
Al proponer el modelo texano como el futuro de América, Cowen proyectaba un país con una clase media diezmada, que se tendrá que acostumbrar a crecientes desigualdades salariales, a un nivel de vida low cost, a micro-casas y a una protección social muy reducida
Lo llaman “el sobaco de América” por su localización geográfica y su carencia de atractivo. Un lugar contaminado, yermo y húmedo, una sucesión de aparcamientos, almacenes, fábricas y geometrías de cemento. De fondo, las refinerías boquean humo. El tráfico, horrible para los estándares de EEUU, circula por autopistas que se elevan, se entrelazan y se retuercen en distintas alturas hasta volver loco al GPS.
Hablamos de Houston, la ciudad más grande de Texas, que es a su vez el segundo estado más grande de la Unión, sólo por detrás de Alaska. Texas siempre fue la última frontera del desarrollo e informes como este reflejan que su educación secundaria sigue estando entre las peores de Estados Unidos, que no hay ningún otro estado con tanta población sin seguro médico, con tantas adolescentes embarazadas, con más vertidos tóxicos ni más muertos en peleas sin armas, a patadas y puñetazos…
De un tiempo a esta parte, sin embargo, la “estrella solitaria” está de moda. Crece su leyenda como nueva tierra de oportunidades y atrae a miles de familias, la mayoría de clase media. Desde el año 2000, se han instalado más de un millón de personas procedentes de alguno de los 49 estados restantes. Y cinco de las diez ciudades que experimentaron un mayor crecimiento demográfico en 2012 se encuentran aquí. Además, son comparativamente pocos los que deciden irse. Datos del instituto demográfico del Pew Center indican que el 75% de los adultos que nacieron en Texas siguen hoy en Texas. Se trata de la tasa de “permanencia” más elevada de un país con una enorme movilidad geográfica.
La revista Time colocó en su portada hace algunas semanas una idea que desde hace tiempo está cobrando terreno en el argumentario económico y mediático. Para bien y para mal, sostenía su autor (el economista Tyler Cowen), Texas es el futuro de América. “Como economista y como libertario, estoy convencido de que estos emigrantes están siendo empujados (y atraídos) por las fuerzas que transforman la economía americana en general: el hundimiento de la clase media y el incremento del costo de vida en los centros de población, que están obligando a muchos americanos a buscar una manera radicalmente más barata de vivir y de hacer negocios”.
"Las fábricas van a volver a Estados Unidos"
Algunos de los motivos que han convertido a Texas en un imán de clase media no son tan diferentes a los que propiciaron la “marcha hacia el Oeste” en su día: tierra y casas baratas, pocas regulaciones para contratar o crear empresas e impuestos reducidos. Texas es, recordemos, uno de los siete estados donde los residentes sólo pagan las tasas federales. “Aquí creemos en el libre mercado y creemos que otras zonas del país han regulado más de lo necesario y por eso están atascadas, mientras que nosotros seguimos creciendo. Nosotros ya hicimos nuestra reestructuración y, en general, estamos contentos de que Washington esté a más de 2.000 kilómetros. Ojalá estuviese más lejos”, sostiene Patrick Jankowski, vicepresidente de la Greater Houston Partnership, organización que funciona como una cámara de comercio.
Esta visión romántica de Texas como la última frontera del sueño americano, paradigma de libertad y prosperidad, tiene muchos detractores y admite unos cuantos matices. “Además de los bajos precios, lo que atrae a la gente a Texas es el trabajo, propiciado por el boom del petróleo y el gas. Houston es una de las capitales mundiales de la energía y ese crecimiento ha empujado a otras industrias, que además se benefician de la gasolina barata (hasta 60 céntimos de euro por litro)”, explica a El Confidencial Joel Koktin, de la Universidad Chapman de Orange, en California.
El petróleo está inyectado en las arterias de la economía texana y las expectativas generadas en torno al fracking y al resurgimiento de la industria energética norteamericana se han desatado. Sobre todo en Houston, donde algunos creen que su ciudad tomará el relevo de Nueva York algún día como próxima metrópoli global. “La próxima gran explosión económica de América va a suceder aquí, ya está sucediendo aquí, en la costa de Texas. Al hablar de EEUU siempre se habla de la Costa Este y la Costa Oeste, pero se olvida la tercera costa, la costa del Golfo de México. La fracturación hidráulica y el sector de refinado van a suponer un salto enorme de competitividad, las fábricas van a volver a Estados Unidos”, dice a este diario Leonard Len Waterworth, director ejecutivo de la Autoridad Portuaria de Houston, donde preparan una ampliación que pagarán con fondos propios ante la lentitud y falta de dinero del Gobierno Federal.
Neil Brown, exasesor energético del Senado en Washington, dice estar convencido de que Norteamérica (Canadá, Estados Unidos y México) está transformando el mercado y, con ello, la geoestrategia global. El epicentro de ese terremoto energético se localiza precisamente en algún punto del “sobaco” americano, en el Golfo de México.
Líder en creación de empleo
Hay otras palancas importantes para explicar el “momento de Texas”. Por ejemplo la militar, cuya industria se disparó con el incremento en el gasto de Defensa propiciado por el 11-S. También la médica, que ha elegido Houston para desarrollar centros de investigación punteros y ha generado uno de los mayores destinos hospitalarios del planeta, en el que se atiende a unos seis millones de pacientes todos los años. O la industria aeronáutica, ya que Houston sigue alojando el cuartel general de la NASA, aunque haya perdido el brillo, protagonismo y glamour de otros tiempos.
Trabajo, trabajo, trabajo. En Texas están cuatro de las 10 áreas metropolitanas que encabezan la clasificación de creación de empleo de Estados Unidos. Sólo en el área de Houston se han creado 350.000 puestos desde que la “gran recesión” tocó fondo, a principios de 2010. Y, aunque se suele hablar mucho de la precariedad laboral para explicar las bajas tasas de paro de Texas, lo cierto es que también se generan empleos bien pagados y de alta cualificación. Así, por ejemplo, el área metropolitana de Houston tiene 22,4 ingenieros por cada 1.000 empleados, la mayor densidad del país, sólo por detrás de Silicon Valley.
Hay otro aspecto en el que Texas anticipa el futuro Estados Unidos: su diversidad étnica. Sólo el 40% de la población de Houston se clasifica como “blanca-no latina”. Un estudio de la Rice Count University asegura que se trata de la ciudad más multiétnica del país. “No hay un grupo mayoritario, ni siquiera se acerca”, dijo el sociólogo Michael Emerson (autor del informe) en una reciente entrevista con la National Public Radio (NPR). Los hispanos son el segundo grupo más numeroso, con el 35% de la población, pero los que más crecen son los asiáticos, que alcanzan ya un 7%. “Houston va 10 o 15 años por delante de Texas y 30 años por delante de Estados Unidos en términos de diversidad étnica y flujos migratorios”, concluye Emerson.
Al proponer el modelo texano como el “futuro de América” en las páginas de Time, Cowen proyectaba abiertamente un país con una clase media diezmada, que se tendrá que acostumbrar a crecientes desigualdades salariales, a un nivel de vida low cost, a microcasas, a pautas de consumo más racionales y a una protección social muy reducida. Un futuro, concluía Cowen, que pasa necesariamente por aprender a conformarse con menos.
Ángel Villarino. Houston
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