viernes, 6 de diciembre de 2013

La píldora en masculino

 

Tras décadas de fracasos, investigadores australianos abren una vía alternativa a la hormonal para desarrollar un anticonceptivo reversible para el hombre.

El hombre renueva totalmente sus espermatozoides cada tres días
 
Los anticonceptivos para varones basados en hormonas no han funcionado
 
La clave está en bloquear el mecanismo de expulsión del semen


 
Los investigadores llevan décadas encadenando fracaso tras fracaso en su pretensión de desarrollar un método anticonceptivo masculino eficaz cuyos efectos sean reversibles, como lograron hace seis décadas con la píldora femenina. Los intentos efectuados hasta el momento solían chocar contra dos muros. Si se elegía un mecanismo hormonal, además de no ser del todo eficaces, los efectos secundarios eran demasiado incontrolados. Y si se optaba por vías fisiológicas (como la vasectomía) el problema era que no había garantías de una vuelta atrás ya que, al cabo del tiempo, la capacidad de generar espermatozoides queda afectada para siempre.
 
Por ello resulta especialmente relevante el trabajo presentado ayer por un grupo de científicos de la Universidad Monash (Australia) que se ha mostrado eficaz en ratones y que ofrece un enfoque original que rompe los esquemas de las estrategias clásicas. En lugar de tratar de atacar la producción de espermatozoides mediante cócteles hormonales se bloquea el mecanismo nervioso que activa la eyaculación y que expulsa los gametos masculinos por la uretra hacia el exterior. Se frena la eyaculación, pero no el orgasmo. “Hay una eyaculación seca”, explica José María Martínez Javaloyes, urólogo del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI).
 
“Hemos demostrado que si bloqueamos al mismo tiempo dos proteínas que permiten el avance del esperma en la eyaculación, el músculo no recibe el mensaje químico que le indica que debe impulsar los espermatozoides y podemos provocar una infertilidad total (…) sin afectar la viabilidad a largo plazo del estado de la salud general o sexual del hombre”, sostiene Sabatino Ventura, investigador principal del artículo publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (Pnas) en el que también han colaborado las universidades de Melbourne y Leicester (Inglaterra).
 
“Lo más relevante del trabajo me parece la nueva vía que ha abierto”, sostiene Gorka Barrenetxea, responsable de docencia e investigación de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF). No solo porque prescinde de los mecanismos hormonales, sino porque, aparentemente, tampoco es un método definitivo. En todo caso, serán necesarias posteriores investigaciones para demostrar que estos mismos resultados se dan en humanos. “La próxima etapa será conseguir un anticonceptivo oral masculino que sea eficaz, seguro y reversible”, explica Ventura.
 
Buena parte de la explicación de que aún no exista una píldora masculina reside en las diferencias en la producción de los gametos (las células sexuales). La mujer ya nace con un número limitado de células germinales que maduran y producen óvulos en un proceso que se prolonga a lo largo de la vida fértil hasta el climaterio. Una vez al mes, uno de estos ovocitos madura. Y este es el proceso que frena la píldora; no la generación de los óvulos sino su maduración y liberación.
 
En el hombre es distinto. Continuamente está produciendo espermatozoides, desde la adolescencia hasta su madurez. Y a un ritmo frenético. Cada tres días los renueva totalmente, de forma que si lo normal es que al eyacular un hombre expulse unos 200 millones, al cabo de 72 horas estará en condiciones de repetir la misma cantidad. “Es mucho más difícil inhibir la espermatogénesis que la liberación mensual de un óvulo”, comenta Ezequiel Pérez Campos, ginecólogo de la Fundación Española de Contracepción. Y los fallos no están permitidos: basta un solo espermatozoide sano para fecundar el óvulo.
 
En teoría, el procedimiento para inhibir la maduración del óvulo debería de ser el mismo que el destinado a impedir la fabricación de gametos masculinos. Las hormonas que activan el desarrollo de las gónadas y las hacen funcionar son las mismas en ambos sexos: unas sustancias que segrega la hipófisis (las gonadotropinas) que en las mujeres estimulan el crecimiento de los folículos ováricos y en los hombres activa la espermatogénesis.
 
Pero mientras en las mujeres los inhibidores de las gonadotropinas (el anticonceptivo oral combinado de hormonas como gestágeno y estrógeno, por ejemplo) dan buen resultado, no ocurre lo mismo entre los hombres.
 
Los intentos de píldora hormonal masculina han combinado gestágenos y andrógenos (hormonas sexuales masculinas). El primer tipo de hormonas para inhibir la producción de espermatozoides y el segundo para compensar (no siempre con éxito) los problemas de erección y de apetito sexual provocados por los gestágenos.
 
Los desarrollos iniciales fueron acompañados de relevantes efectos secundarios. El ginecólogo Pérez Campos destaca, por ejemplo, algunas alteraciones metabólicas como el aumento de colesterol por los andrógenos. Además, la administración de los dos principios activos era siempre por separado, por inyecciones o implantes subdérmicos, lo que es "mucho más incómodo y más aparatoso que la píldora femenina", añade el ginecólogo.
 
Pérez Campos recuerda un trabajo conjunto de dos grandes laboratorios que estaba en las fases finales de desarrollo que se suspendió hace unos años. “No llegaron a un entendimiento comercial”, comenta. En todo caso, estos intentos nunca alcanzaron los niveles de eficacia de las presentaciones femeninas, destaca Martínez Javaloyes, del IVI: “Tardaban hasta uno o dos meses en hacer efecto, había casos en los que no desaparecía totalmente la producción de espermatozoides, se producían alteraciones en el humor…". "Ahora son grupos de chinos e indios los que están trabajando más decididamente en la investigación de anticonceptivos hormonales masculinos pero siempre bajo la misma fórmula de andrógenos y gestágenos”, añade Pérez Alonso.
 
Los únicos métodos anticonceptivos masculinos que han demostrado funcionar son el preservativo y la vasectomía. Este último, además de problemas de reversibilidad, requiere una incómoda operación quirúrgica.
 
La vía abierta por los investigadores autralianos es radicalmente distinta, tanto a estos dos métodos, como a los ensayos de fármacos hormonales. Han centrado su objetivo en los dos receptores encargados de activar el mecanismo motor de la expulsión del semen en resupesta al estímulo que envía el sistema nervioso. En el caso de los ratones, lo consiguieron de una forma muy poco sutil: eliminando de su genoma el segmento de ADN encargado de producir los receptores. De esta forma, las señales nerviosas no tenían destinatario que pudiera recibirlas y ejecutar las órdenes de eyacular.
 
Ahora, el objetivo de los investigadores consiste en desarrollar fármacos que puedan bloquear los receptores a voluntad. Y quizás no sea tan complejo. Como apunta Martínez Javaloyes ya existe un medicamento (la tamsulosina), indicado para el tratamiento de la hiperplasia benigna de próstata, que actúa en uno de estos receptores neurológicos como antagonista y lo bloquea. En algunos de los pacientes que lo consumen, basta con aislar este interruptor para frenar la eyaculación.
 
Este urólogo considera que el hecho de que no se expulse el líquido seminal en el orgasmo puede ser un serio inconveniente para la aceptación entre muchos hombres de este método anticonceptivo, si llega a consolidarse. “En algunos varones esta eyaculación seca puede suponer un problema psicológico”. Martínez Javaloyes sabe de lo que habla. Ha tenido que cambiar el tratamiento a algunos de sus pacientes por este motivo, “especialmente entre los más jóvenes”.


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