“Central banks, no matter how clever, cannot prevent crises”. Larry Elliott
Caer en la complacencia y la euforia tiene enormes riesgos cuando la recuperación es tan frágil.
Mientras Alemania y España mostraban ser los únicos motores de crecimiento de la Eurozona en el primer trimestre, la deuda pública ha seguido aumentando hasta casi un 95% sobre PIB entre los países del euro. Lo comentábamos en octubre, la deuda sí es el problema. Dejarse llevar por la caída de las primas de riesgo a mínimos de la serie histórica sin atacar de manera agresiva el gasto y el endeudamiento hace que ciertos “sustos” cobren especial relevancia. Son una señal de alerta.
El jueves, las primas de riesgo se disparaban en toda la Eurozona –en algunos casos hasta un 16%- ante el rumor –posteriormente desmentido- de que el Gobierno griego podría imponer un impuesto retroactivo sobre los inversores en bonos soberanos.
En el mercado hay miedo a un retorno de las políticas intervencionistas por parte de gobiernos que piensan que las inversiones son donaciones. Y ocurre cuando esos mismos gobiernos se entregan a la complacencia de que “lo peor ha pasado” y empiezan a hablar, debate tras debate pre-electoral, de gastar y aumentar los déficits.
No se nos debe escapar que este repunte agresivo de las primas de riesgo coincidía a su vez con los mensajes de Jens Weidmann del Bundesbank apoyando posibles estímulos monetarios del banco Central Europeo, que analizábamos hace unas semanas aquí. Así que nadie puede echarle la culpa a Merkel y los socorridos chivos expiatorios germanos tan queridos por nuestros defensores de “la culpa es de todos menos mía”. Es una prueba adicional de que la caída de la rentabilidad de los bonos europeos ha tocado fondo. Mucho cuidado con la burbuja de bonos ya que, con o sin estímulos del BCE, alcanza niveles de saturación.
El episodio del jueves es un “susto” puntual que no debemos ignorar, como cuando nos sale un lunar sospechoso. Los Estados están demasiado cómodos ante una trampa de exceso de liquidez de 180.000 millones de euros en Europa, añadido al dinero que sale de mercados emergentes y entra en los mercados europeos tras disiparse el riesgo de ruptura del euro. Este exceso de liquidez lleva a perpetuar la burbuja de bonos, y los Estados ignoran los errores de caer en ella. Estamos preparando la siguiente crisis si caemos en dicha trampa. No se soluciona reduciendo el aumento del déficit y echándose a dormir, sino recuperando los límites establecidos -3% déficit y 60% deuda/PIB-.
¿Por qué? Porque debemos evitar tirarnos en plancha y sin flotador a ese mismo escenario que criticábamos en 2010-2011, la dependencia de los "malvados" mercados, a los que hoy adoramos porque compran nuestros bonos a un tipo de interés similar a Estados Unidos y a los que maldeciremos el día que los vendan. La actitud pro-cíclica de los Estados de utilizar las épocas de bonanza crediticia para endeudarse más es el error de la cigarra.
En una conversación con Bloomberg me preguntaban si nos enfrentamos a un cambio de tendencia para los bonos españoles o simplemente a una toma de beneficios. En mi opinión, es una combinación de ambos factores. Los inversores han pasado de no tener nada de deuda europea en sus carteras a estar sobreponderados. Ha sido una inversión adecuada, pero como todo, tiene un recorrido. Además siempre es un riesgo mantener bonos europeos en medio de unas elecciones en las que los candidatos tienden a dar mensajes agresivos y populistas.
Los bonos periféricos deberían cotizar a una prima baja, como explica el grafico cortesía de Goldman Sachs, al reducirse el riesgo sistémico europeo. Las dudas sobre la banca y el euro son mucho menores. Sin embargo es incuestionable que existe un entorno de complacencia cuando las primas de riesgo caen a mínimos históricos mientras la deuda sube y los déficits siguen sin ajustarse adecuadamente. El mercado de bonos es siempre una comparativa entre riesgos equiparables y el de la periferia simplemente no es equiparable al de Estados Unidos o Reino Unido.
Comentaba ya hace unos años que no se sale de una crisis de la mano de las mismas medidas que la crearon: un endeudamiento excesivo y gasto muy por encima de las posibilidades de la economía bajo el mantra de “invertir en la recuperación”. Si la crisis de endeudamiento saltaba hace siete años con una OCDE que superaba el 300% de PIB de deuda total –pública y privada-, estamos saliendo de ella con un 350%. Y, además, estamos trasladando riesgo a unos bancos centrales descapitalizados, como si la expansión de los bancos centrales no se pagase. La pagamos todos, sea con impuestos, inflación, perdiendo el valor de nuestros ahorros en devaluaciones o todo junto.
Toda esa deuda, barata o no, se tiene que refinanciar en un futuro. La liquidez extrema y la euforia crediticia no duran eternamente. Stiglitz y Krugman mienten cuando dicen que no importa el total de deuda mientras el coste sea bajo. Japón, con casi un 240% de deuda sobre PIB, se gasta un 22% de su presupuesto anual en pagar intereses de la deuda a pesar de pagar sólo un 0,6% por sus bonos a diez años. Un coste “artificialmente bajo” porque el 87% de su deuda se la comen los propios japoneses en fondos, planes de pensiones y seguridad social.
La deuda adicional y los déficits como “instrumento para salir de la crisis” han demostrado ser un cuento tras dilapidar cientos de miles de millones en estímulos en Europa para acabar peor.
Dos variables clave: Balanza por cuenta corriente y consumo
La última crisis de deuda se generó cuando los países más endeudados vieron su consumo desplomarse y sus déficits por cuenta corriente dispararse, como muestra “House of Debt”. Una combinación letal que nos llevaba a creernos que no pasaba nada porque nos engañábamos diciendo que “tenemos margen”.
Hoy podemos estar orgullosos en Europa, y España en particular, de haber corregido los brutales desequilibrios de la época de los “estímulos”. En España el déficit por cuenta corriente llegó a ser de 94.000 millones de euros, una monstruosidad. En 2013 se registraba superávit de 7.130 millones y un déficit menor de 6.400 millones en febrero de 2014. Sin embargo, el consumo sigue siendo la asignatura pendiente, aunque se haya frenado la caída. Con una política depredadora de aumentos de impuestos ese consumo es el talón de Aquiles que puede relanzar la crisis de deuda si los gurús de Bruselas se lanzan, como en 2008, a suplir el consumo privado con gasto público y planes de estimulo estatales.
Salir del agujero de “estimular la demanda agregada desde el gasto público” y sanear la balanza por cuenta corriente nos ha alejado del riesgo de caer en otra crisis de deuda a pesar del alto déficit de las Administraciones Públicas. Ahora toca relanzar el consumo. O preparamos la siguiente crisis de deuda. Paga usted.
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