'Le sauvetage', de Picasso, vendido en 31.500.000 dólares (22.624.757 euros)
Los resultados de las subastas de primavera de artistas modernos e impresionistas de Sotheby’s y Christie’s enfrían los precios de un mercado lleno de especulación.
Había ayer por la tarde un runrún casi inaudible en la sala Sotheby’s en Nueva York. El día anterior, su archirrival, Christie’s, había conseguido en la subasta que abría la temporada de pujas de primavera 286 millones de dólares (206 millones de euros) al vender 47 obras de arte moderno e impresionista. Una cifra que, a pesar de ser buena, para algunos significaba el comienzo del fin de la orgiástica fiesta de dinero y ganancias que ha deparado el arte en los últimos meses. El retorno, al menos momentáneo, de la cordura.
Pues bien, cuando Henry Wyndham, presidente de Sotheby’s en Europa, remató, con sus 2,04 metros de altura y su habitual energía, el último lote de la subasta de arte moderno e impresionista, en concreto una naturaleza muerta de Balthus, por 725.000 dólares (unos 521.000 euros), la sensación de que la banda había dejado de tocar en la fiesta resultó evidente. Para rubricarlo, a la sala llegaron solo unos tímidos aplausos.
En una tarde desalentadora, la subasta de Sotheby’s dejó 219 millones de dólares (157,4 millones), cuando las mejores previsiones hablaban de alcanzar los 318 millones. De 71 lotes a la venta, 21 no encontraron comprador. Y se quedaron sin adjudicar obras de calidad de Picasso (Cabeza de Marie-Thérése, estimada entre 15 y 20 millones de dólares), Miró, Degas, Rodin o Renoir.
La tarde-noche iba a deparar algunos claros junto a las nubes. Picasso, una vez más, demostró que continúa siendo, pese a todo, un refugio en el vendaval y propició la mejor venta. Un óleo de 1932, que tiene a Marie-Thérése, quiera fuera su amante, como múltiple motivo, titulado Le Sauvage (El rescate), se remató, en dura pugna entre cuatro compradores, por 31,5 millones de dólares (22,6 millones de euros). Partía con un valor inicial de 14 millones, y era más o menos el mismo precio al que lo compró en 2004, también en Sotheby’s, su anterior propietario. O sea, en diez años su dueño, Jerome Fisher, coleccionista y fundador de la firma de zapatillas deportivas Nine West, ha duplicado la inversión. En total, del genio malagueño se vendieron ocho obras (sobre 14 ofertadas) por valor de 62 millones de dólares.
Junto a Picasso, otro maestro español también demostró fortaleza en los precios. Joan Miró remató un lienzo sin titular de tamaño medio (91,5 x 121,7 centímetros) pintado en octubre de 1947 por 8.000.000 de dólares (5,7 millones de euros). La tela tenía un valor máximo estimado de 6.000.000 de dólares y detrás de ella reside una interesante historia. Fue un regalo del artista al director de cine Thomas Bouchard, quien filmó al propio Miró pintado ese cuadro. Desde entonces había permanecido en la familia del cineasta y nunca se había mostrado en público.
También le fue bien al Metropolitan de Nueva York que vendía uno de sus monet para conseguir fondos y seguir ampliando su colección. Una estrategia que resulta muy habitual en los museos estadounidenses pero que en España sería impensable dentro de una colección pública. Sur la falaise á Pourville (En el acantilado de Pourville) halló comprador en 8.229.000 dólares (5.916.650 euros). La institución estará contenta, los visitantes no tanto ya que ese risco iluminado por un día de verano pintado en 1882 había colgado en sus salas desde 1956.
Pero en el mercado del arte encaja muy poco la tristeza, y en él solo cuentan los números y las ventas. Por eso se esperaba mucho de La Place (La plaza), un bronce fundido en 1948 de Alberto Giacometti. La pieza recoge la soledad de unos transeúntes deambulando sin rumbo. De hecho, la obra enlaza con todas las preocupaciones derivadas del existencialismo de postguerra. Pero ni aún así. Se quedó en 13 millones de dólares (9,3 millones de euros), cuando su máximo estimado era de 18 millones. Pese a todo, seis coleccionistas pujaron por otra escultura del artista suizo. En este caso, la solitaria Femme de Venise V se resolvió por 8,8 millones de dólares. Trazando una suma, las cinco obras a subasta de Giacometti consiguieron 35,1 millones de dólares. Una evidencia de la fortaleza del artista.
En ese lugar entre el día y la noche también se movió Henri Matisse. Una pintura (La séance du matin, o La sesión matutina) de 1924, que muestra a su asistente y musa Henriette Darricarrère dibujando en su estudio del sur de Francia, se remató en 19,2 millones de dólares (13,7 millones de euros), muy lejos de los 30 millones que se calculaban como rango máximo. El comprador fue un coleccionista asiático. Tampoco le fue bien a otro lienzo de Matisse, este de 1923, La femme en jaune (La mujer de amarillo), que halló respuesta tras varias pujas en 8,6 millones de dólares (6,1 millones de euros), cuando se le estimaba una horquilla de entre nueve y 14 millones.
Ni siquiera una obra con tanta carga icónica como Le pont japonis (El puente japonés), de 1918 a 1924, que refleja el mítico jardín de Giverny (Francia), de Claude Monet, pudo sustraerse a esta fuerza de atracción negativa. Si bien logró 15,8 millones de dólares —de un coleccionista privado asiático—, la casa de subastas esperaba hasta18 millones.
Ahora bien, si juntamos las piezas de las dos salas veremos una imagen nítida de lo sucedido. Tanto en las ventas de Christie’s como de Sotheby’s ningún artista superó su récord. Convertido lo normal en extraordinario este suceso ha dejado cierta inquietud en este elitista mundo. “Hay mucho dinero alrededor del arte, pero el mercado se está reduciendo y la gente cada vez es más selectiva”, observa el marchante neoyorkino Christophe Van de Weghe en el periódico The New York Times.
Porque si Sotheby’s tuvo ayer una tarde floja, el martes pasado Christie’s tampoco estuvo inspirado. Seis de los 53 lotes que se ofrecieron no encontraron comprador. Aunque suena a éxito depende de cómo se lea. Antes de la subasta, la horquilla para esas piezas estaba entre 243 y 359 millones de dólares (de 174,4 a 258,1 millones de euros). Al final, como hemos visto, se consiguieron 286 millones de dólares a partir de 47 obras. Una cifra intermedia, pero que rebaja la euforia, o locura, adjudiquen el adjetivo oportuno, de las subastas pasadas.
Da la sensación de que muchos precios estimados iniciales eran demasiado altos y esto, pese a la poderosa maquinaria de marketing de Christie’s y Sotheby’s, ha lastrado el entusiasmo de los coleccionistas. Pese a todo, Christie’s se ha esforzado en recordar que es la mejor sesión de esta categoría desde mayo de 2010. Ya se sabe que las cifras también pueden estar medio llenas o medio vacías.
Por lo tanto, habrá que ver qué ocurre la semana próxima con las subastas en Nueva York de arte de posguerra y contemporáneo. Qué precios alcanzan las obras de Warhol, Richter o Bacon. Ellas decidirán si lo ocurrido en Sotheby’s o Christie’s es un accidente o significa que, a la fuerza, los precios están entrando en razón.
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