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Cuenta su biógrafo, el profesor Gerd Langguth, que cuando Angela Kasnercumplió los treinta años en 1984, su padre, el pastor luterano Horst Kasner, le espetó como una pedrada una frase que jamás ha olvidado: “Angela, la verdad, no has llegado muy lejos en tu vida”. Desde entonces, Angela Dorothea Kasner -esos son sus apellidos de soltera- comenzó una nueva vida con la brújula personal, profesional y política marcando sostenidamente en dirección al éxito. En aquellos oscuros ochenta en la RDA, Angie Kasner era ya una brillante licenciada en Física por la Universidad de Leipzig; estaba muy lejos de imaginar que una ossi (alemana del Este) como ella llegaría en 2005 a la cancillería de la reunificada República Federal de Alemania, después de denunciar en la prensa corruptelas bajo el mandato del gran buda germano -Kohl- y fraguar con el SPD un Gobierno de “gran coalición” que duró hasta 2009.
Entre aquel juicio de valor de su padre -notoriamente injusto- y el día de hoy, Angela Merkel se ha construido una sólida biografía sólo menospreciada por el presidente del Gobierno español, “un tal Zapatero”, quien en septiembre de 2005, después de la muy apurada victoria de la CDU y CSU sobre el SPD deSchröeder, calificó a la que de inmediato se alzaría con la presidencia del Gobierno germano de “fracasada”. En medios alemanes empresariales y diplomáticos asentados en España se considera que Merkel “jamás perdonará” al presidente español una muestra pública de desprecio como aquella cuando un mínimo conocimiento de su trayectoria “le tendría que haber llevado a la más alta consideración de su figura”.
Y es cierto: hasta el progresismo socialdemócrata se tienta la ropa con la canciller. Merkel -que utiliza una apellido que no le corresponde- es cristiana y de centro, pero con un umbral muy bajo de ideología y muy alto de pragmatismo: es resolutiva y ama la eficiencia; cree en la libertad (suele decir:in dubio pro libertatis) hasta bordear la ortodoxia conservadora en relación con los progresos científicos y el estatuto social y jurídico de los homosexuales. En su partido, la CDU, los líderes católicos subrayan su tendencia progresista en estas materias y su distanciamiento de la Iglesia. No es mujer que desee elogios -por lo general, soporta con disgusto contenido las efusiones de Sarkozy y Berlusconi en las cumbres internacionales-, ni muestras de afecto, pero es rigurosa y no dirá de otros lo que no quiere que se diga de ella.
Por eso, entre otras razones, mantiene su vida privada cerrada a cal y canto. En 1977 se casó con el también físico Ulrich Merkel de quien se divorció en 1982, pero no sólo no recuperó su apellido de soltera, sino que lo ha mantenido aún después de haber contraído en 1998 un segundo enlace matrimonial con Joachim Sauer. Su sentido del realismo le llevó a conservar la identidad con la que se había ya forjado una buena consideración en su profesión y en sus incursiones políticas. Sauer -tampoco con él tiene hijos la canciller- es tan discreto como su mujer y asume disciplinadamente que eluda su apellido. Ambos viven en un apartamento en Berlín cercano a la cancillería situada frente al Reichstag rematado por la espectacular cúpula acristalada deNorman Foster.
El pragmatismo de un pastor luterano
Angela Merkel, como su otrora padrino Kohl, ha asumido su responsabilidad con una cierta épica. Si la de sus predecesores inmediatos fue el logro y la estabilización de la reunificación, a la canciller le ha tocado la menos glamurosa de ser la vigía de la moneda única y de conducir a buen ritmo el crecimiento alemán. La crisis económica ha encontrado en Merkel la quintaesencia de lo que los mercados desean: disciplina para mantener a raya el déficit público, control inapelable de la inflación y crecimiento del PIB para absorber la llegada al mercado de trabajo de nuevas generaciones.
Merkel ejerce así un liderazgo sobre la Unión Europea que le viene exigido por dos razones: la primera, porque su sistema financiero es importante acreedor de los mercados periféricos; y, segunda, porque el destino de Alemania, después de haber perdido las dos guerras mundiales en el siglo pasado, no puede ser otro que el de perpetuar desde los años cincuenta su categoría de primera potencia económica europea. Desde esa superioridad -que es también su debilidad-, Merkel desconfía profundamente de los socialismos del sur de Europa: Portugal, España y Grecia. Tras perpetrar su gran error al dilatar el rescate griego, la canciller somete a Portugal y a España a un marcaje implacable.
Elena Salgado, vicepresidenta segunda del Gobierno, pudo experimentarlo hasta las lágrimas el fin de semana anterior al pasado 12 de mayo en el Consejo de Asuntos Económicos y Financieros de la UE en el que obligó al Gobierno español a las primeras medidas de ajuste. En Grecia, Papandreu -ya rescatado- sigue el guión germano, del que no se separa tampoco el portugués Sócrates.
Angie llegó a ser tan práctica como su padre, el pastor luteranoKasner -Kasner el rojo, como era conocido en la RDA, en Templin-, conviviendo con la dictadura. Es un dato conocido que militó en las juventudes del régimen pelele de Moscú, pero también que en 1989, antes de la caída del Muro de Berlín, formaba parte de la organización Demokratischer Aufbruch (Despertar Democrático), de la que pasó sin solución de continuidad a la CDU de H. Kohl. En ella se trazó una carrera que ha resultado imparable.
Después de desempeñar puestos de responsabilidad (Ministra de Juventud y Familia entre 1990 y 1994 y de Medio Ambiente y Naturaleza entre 1994 y 1997), logró alcanzar la secretaria general de la CDU y tras liquidar a dosbarones inexpugnables del partido -Wolfgang Schäuble, heredero de Kohl, y Edmund Stoiber, jefe de filas del bávaro CSU, derrotado en 2002 por Schröeder- en ese mismo año se convirtió en líder de la oposición como presidenta del grupo parlamentario CDU-CSU. Desplazar a su contrincante para ese puesto, el triste democristiano Metz, fue coser y cantar. En mayo de 2005 también fue proclamada por unanimidad candidata a la cancillería alemana. Obtuvo el nombramiento tras las elecciones de septiembre 2005, no sin comprobar como sus expectativas demoscópicas resultaron excesivas y sólo aventajó al SPD en un punto lo que le aconsejó formar con los socialdemócratas una “gran coalición”.
Angela Merkel, como su otrora padrino Kohl, ha asumido su responsabilidad con una cierta épica. Si la de sus predecesores inmediatos fue el logro y la estabilización de la reunificación, a la canciller le ha tocado la menos glamurosa de ser la vigía de la moneda única y de conducir a buen ritmo el crecimiento alemán. La crisis económica ha encontrado en Merkel la quintaesencia de lo que los mercados desean: disciplina para mantener a raya el déficit público, control inapelable de la inflación y crecimiento del PIB para absorber la llegada al mercado de trabajo de nuevas generaciones.
Merkel ejerce así un liderazgo sobre la Unión Europea que le viene exigido por dos razones: la primera, porque su sistema financiero es importante acreedor de los mercados periféricos; y, segunda, porque el destino de Alemania, después de haber perdido las dos guerras mundiales en el siglo pasado, no puede ser otro que el de perpetuar desde los años cincuenta su categoría de primera potencia económica europea. Desde esa superioridad -que es también su debilidad-, Merkel desconfía profundamente de los socialismos del sur de Europa: Portugal, España y Grecia. Tras perpetrar su gran error al dilatar el rescate griego, la canciller somete a Portugal y a España a un marcaje implacable.
Elena Salgado, vicepresidenta segunda del Gobierno, pudo experimentarlo hasta las lágrimas el fin de semana anterior al pasado 12 de mayo en el Consejo de Asuntos Económicos y Financieros de la UE en el que obligó al Gobierno español a las primeras medidas de ajuste. En Grecia, Papandreu -ya rescatado- sigue el guión germano, del que no se separa tampoco el portugués Sócrates.
Angela Merkel es detestada por la izquierda europea y el feminismo militante -ella se declara posfeminista- aunque tampoco es amada por los demás países de la Unión.
Lo explica muy bien el profesor Ignacio Sotelo que escribe en El País, con acierto, que “si para proteger al euro le corresponde a Alemania poner sobre la mesa por lo menos el 25% de los recursos que en el peor de los casos podrían necesitarse, se comprende que trate de negociar las condiciones para que la operación tenga éxito y pueda recuperar lo prestado. Esta actitud ha llevado a los países deudores con economías débiles a sumarse a la indignación de los que sufrieron la ocupación alemana, o tuvieron que hacer enormes sacrificios para impedir en dos guerras que Alemania se estableciese como gran potencia y al final se encuentran con que los perdedores de antaño son los ganadores hoy. De Alemania se espera que sea el motor económico de Europa, pero no se tolera que pueda ser el adalid que marque la ruta. Como Alemania lo sabe, cabe confiar en que por el bien de todos encontrará la manera de cooperar sin imponer”.
Lo explica muy bien el profesor Ignacio Sotelo que escribe en El País, con acierto, que “si para proteger al euro le corresponde a Alemania poner sobre la mesa por lo menos el 25% de los recursos que en el peor de los casos podrían necesitarse, se comprende que trate de negociar las condiciones para que la operación tenga éxito y pueda recuperar lo prestado. Esta actitud ha llevado a los países deudores con economías débiles a sumarse a la indignación de los que sufrieron la ocupación alemana, o tuvieron que hacer enormes sacrificios para impedir en dos guerras que Alemania se estableciese como gran potencia y al final se encuentran con que los perdedores de antaño son los ganadores hoy. De Alemania se espera que sea el motor económico de Europa, pero no se tolera que pueda ser el adalid que marque la ruta. Como Alemania lo sabe, cabe confiar en que por el bien de todos encontrará la manera de cooperar sin imponer”.
Cierto, de ahí que mañana (hoy), cuando Merkel pase por Madrid -estará apenas unas horas- aplauda las reformas de Zapatero sin excesivas alharacas y le prometa, seguramente, ampliar el Fondo de Rescate de la UE para que los especuladores no zarandeen más nuestra economía, pero le instará también a que España solicite una voluminosa línea de crédito al FMI ante los casi 100.000 millones de exposición al ladrillo y el suelo que precarizan al sistema financiero español. Y más le valdrá a nuestro presidente -que hoy firmará con empresarios y sindicatos el pacto social alcanzado, comparado exageradamente con los de la Moncloa de octubre de 1977- tomar nota. Porque la canciller, a través de Juergen B. Donges, catedrático de Ciencias Económicas de la Universidad de Colonia, el economista con más autoridad en Alemania sobre los temas españoles, ya le ha advertido desde el diario ABC el pasado domingo: “Los mercados estarían más tranquilos si el líder político de España fuese otro”.
Debe saber Zapatero que Merkel actúa por sí y a través de otros, como con gran maestría hacía también la figura histórica que más admira la jefa del gobierno alemán: Catalina la Grande, cuyo retrato, dicen, cuelga de las paredes de su despacho. Y es que Angie además de inglés, habla fluidamente el ruso. No deja de ser un dato elocuente.
Por José Antonio Zarzalejos from elconfidencial.com 02/02/2011
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