sábado, 3 de febrero de 2018

Cuatro señales sutiles de que su puesto de trabajo peligra (y cómo ponerle remedio)


trabajo

Sepa si tiene una venda en los ojos y evite que acabe en desastre


Dicen las estadísticas del INE que durante 2016 el 10,3% de los parados lo fueron por verse en situación de despido puro y duro, o en suspensión de trabajo motivada por alguna regulación de empleo dentro de su empresa (el 50,7%, por ejemplo, dejó de tener trabajo porque se había terminado su contrato).

Algunas de estas 414.200 personas se lo olerían, pero a muchas les pillaría por sorpresa, como a Miriam, una periodista que hace cuatro años mantenía un cargo medio en la redacción de una revista. "A mí me lo comunicaron el mismo día por la mañana cuando fui a trabajar. Me llamó mi superior al despacho y me dijo que recogiera mis cosas. Que desde ese día ya no pertenecía a la empresa. Me quedé atónita. Sabía que corrían rumores de que la casa estaba algo revuelta y que podrían empezar a despedir a gente. Pero ni se me pasó por la cabeza que yo podría ser una de ellas". ¿Y usted? ¿Se ha planteado alguna vez que podría ser el siguiente? ¿Acaso cree que lo hace todo bien y está exento de las sorpresas desagradables?

La venda en los ojos

"En psicología hay un concepto que se llama sesgo cognitivo. Podríamos definirlo como el filtro que todas las personas nos ponemos, y con el que queremos ver la realidad. Hace que cada uno veamos la vida de forma diferente, y que tengamos una idea distinta de las cosas", explica Alberto Peña Chavarino, psicólogo y coach.
El otro factor es que queremos creer al máximo nuestros propios pensamientos. "Esto último es lo que se llama sesgo de confirmación", continúa Peña: "Queremos convencernos de nuestras propias ideas lo cual nos lleva, en primer lugar, a que nos cueste mucho darnos cuenta de que estamos haciendo algo mal. Que, efectivamente, podemos estar equivocados. La tendencia del ser humano es querer confirmar que nosotros tenemos razón y los demás están equivocados".

Las señales que no ve

Ese estar tan seguros de nuestra verdad lleva, irremediablemente, a no ver algunas señales que, como las de tráfico, anuncian un peligro que está a la vuelta de la esquina. "Los cambios en las actitudes de las personas que tenemos alrededor, en la forma de comunicación verbal y no verbal con nuestro jefe, por ejemplo, son indicaciones de que algo está pasando", comenta Ignacio García de la Vega, coach ejecutivo y sistémico de equipos de Making Leaders.
Por eso, activar la alerta en el momento que se percibe algo inusual es de vital importancia. Esté muy atento a estas señales sutiles:
1. Su jefe ha comenzado a no convocarle a las reuniones a las que antes siempre asistía
2. Ya no lleva a la práctica las sugerencias que usted le hace con respecto a algún proyecto ni le pide su opinión acerca de una nueva idea o en un cometido específico
3. O, todo lo contrario, ahora le atosiga a peticiones y cometidos que antes, jamás, fueron su responsabilidad
4. Tampoco pierda de vista a sus compañeros porque puede que la señal no venga a través del superior, sino de los propios colegas que ahora le miran con recelo e incluso hablan bien del jefe cada vez que usted tiende a contradecirlo. Si es así, recapitule, porque es hora de reflexionar

La raíz del problema

¿Qué está pasando aquí? Pues que, como apunta Ignacio García, en algún momento se ha roto la confianza. "Para que una relación jefe-empleado funcione es necesario que haya una buena sintonía. Es como la señal de radio o televisión. Si llega pero no es perfecta, tiene nieve o interferencias, o la imagen o el sonido no son buenos, al final captamos mensajes confusos", ilustra García de la Vega. "Para lograr una buena sintonía es necesario que exista confianza. Si esta no existe o es defectuosa, el trabajo es imposible", sentencia.
"Cuando no hay confianza no hay seguridad y se ocultan mutuamente debilidades, errores e información", Ignacio García de la Vega (coach de Making Leaders)
Las consecuencias, según indica García de la Vega, se convierten en una de bola de nieve que se va haciendo cada vez más grande: "Como no hay confianza, no hay seguridad y se ocultan mutuamente debilidades, errores e información. Se llega a conclusiones y a juicios sobre intenciones o actitudes, sin tratar de aclararlas antes. Se evitan reuniones y se buscan razones para no pasar tiempo juntos".

Recupere la lealtad

Consciente de que esa relación empleado-superior se ha roto, le toca averiguar por qué, cuál fue el origen y la causa de esta crisis, y tratar de poner remedio cuanto antes. "Es en estos momentos cuando la persona ha de hacer autocrítica. Lo primero es plantearse qué se está haciendo mal. ¿Qué parte de responsabilidad tengo yo?", indica Peña Chavarino.
"Proponga una pausa-café, pero fuera de la oficina. Por la psicogeografía, asociamos sensaciones y emociones a ciertos lugares: en el caso del sitio de trabajo, tensión", Alberto Peña Chavarino (psicólogo y coach)
Y lo segundo, como aconseja el psicólogo, hablar con nuestro jefe. "Ármese de valor y proponga una pausa-café para decirle tranquilamente que está viendo que hay un distanciamiento en lo profesional o que nota que hay tensión en un proyecto o en todos los asuntos del trabajo, y que, por tanto, le gustaría tener un tiempo para hablar de todo esto y de cómo se están llevando las cosas", dice el psicólogo. Por cierto, no le invite a un café de la máquina del vending, ni tampoco fije la cita dentro del despacho de su jefe, ni en la cafetería de la empresa: "Lo ideal es hacerlo fuera del ámbito laboral", aconseja Alberto Peña.
¿Por qué? "Existe lo que se conoce como psicogeografía, una teoría que indica que asociamos sensaciones y emociones a ciertos lugares. Piense que si en el escenario laboral ya ha pasado muchos días de estrés, ansiedad, preocupaciones, y mal rollo, no va a sentirse 100% relajado".
Por ello, aconseja este experto, "es necesario preparar un buen campo de batalla en otro sitio y sacar a las personas de la estructura y el ambiente donde se están creando los problemas para que estén más tranquilas y puedan ver las cosas con perspectiva. Además, hay que tener en cuenta que cuando se está metido en una oficina, psicológicamente, los rangos y la jerarquía conservan todo su peso. Pero cuando se sale de ahí, esos rangos se desvanecen un poco y se respira más un de tú a tú", afirma.

Sea objetivo con su jefe

Vaya al encuentro convencido de dos ideas. Primera: si su superior ha detectado un fallo o quiere cambiar una estrategia, tendrá sus razones. "Hay que partir de una premisa, y es que donde manda patrón no manda marinero. Si una persona es la repsonsable del equipo, por algo es", asevera Peña. De partida, indica, el empleado ha de respetar al superior aunque no todo sea de diez. En principio, "se llega a jefe porque se es eficaz en el trabajo [que se ha encomendado], pero eso no quiere decir que se sea perfecto. Somos humanos y nos podemos equivocar. Ellos también".
No pierda de vista estas dos ideas en el café: respetar la jerarquía y acudir con una actitud facilitadora
Se muestra de acuerdo el coach ejecutivo de Making Leaders, Ignacio García de la Vega, cuando dice que en un mundo globalizado donde las absorciones, fusiones, o cambios de estrategias están a la orden del día, la empresa y su capital humano no son inmutables. "Y los jefes tampoco”, zanja.
Segunda idea que tiene que tener tatuada en la mente: ha de ir al encuentro con una actitud facilitadora. El psicólogo Peña sugiere "saber liderar a los jefes, llevarlos bien, facilitarles la vida y decirles las cosas que están mal y cómo mejorarlas"
A veces queremos asumir demasiadas tareas a la vez: nos agobiamos en silencio, acabamos haciéndolo mal y tarde, pero nos ponemos medallas convencidos de que hemos trabajado como jabatos
Así que, por ejemplo, si de pronto le mandan tres tareas a la vez, evite agobiarse en silencio, atropellarse y acabar haciendo las tres mal y tarde (aunque usted se ponga mil medallas convencido de que ha trabajado como un jabato). Es mejor dirigirse al superior, con confianza, para que le indique exactamente cuál es la prioridad. De lo contrario, no realizará el trabajo con tanta eficacia.
Si tiene dudas sobre un proyecto, aconsejan los expertos, aclárelas antes de entrar en faena, exponga los puntos que no entiende o aquellos que, según usted, son mejorables y ofrezca propuestas. Piense, además, que para que aquella confianza que se había perdido vuelva a ser sólida, hay que quitarse miedos y cumplir unos compromisos. "La cuestión, aquí, es asumir la jerarquía, respetarla y establecer un vínculo de lealtades y compresión mutua", dice el psicólogo.

Y dese un baño de humildad

En situaciones objetivas, el problema también surge cuando usted no admite los comentarios del jefe. Para resolver este punto y encajar las críticas, lo primero es plantearse si está en el lugar correcto porque, según comenta Peña, "cuando está en el sitio adecuado, las cosas son más fáciles. Pero si no es su lugar", añade, "obviamente ni le va a gustar la actitud del jefe ni va a estar a gusto en ese trabajo".
"El orgullo negativo es la soberbia, y esta es propia de los débiles y solo consude al desastre", dice Peña
El consejo no es tanto cambiar radicalmente de empresa —aunque si hay la posibilidad, también—, sino encontrar el sitio idóneo a sus capacidades dentro de la compañía. A veces es tan fácil como plantearle un cambio de funciones que sean más afines a su perfil para sacar el máximo provecho a sus fortalezas y mejorar el rendimiento y los resultados.
Si, por el contrario, sí está en el lugar adecuado, lo mejor cuando cae una crítica de arriba es darse un baño de humildad. "Reconocer que uno se ha equivocado y que no pasa nada. El orgullo negativo es la soberbia, y esta es propia de los débiles, es la que hace que la gente se ponga chulita y se oponga a los comentarios del jefe", añade Peña. Así que acepte, resetee, enmiende, y reinicie sus funciones con una nueva predisposición porque, como indica el psicólogo, "la soberbia solo lleva al desastre". Y estamos casi convencidos de que, después de haber leído este artículo, usted no querrá eso. ¿Verdad?
https://elpais.com/elpais/2018/02/01/buenavida/1517500395_650954.html

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