Helena y Paris interpretados en "Troya, la caída de una ciudad" producido por la BBC y Netflix. (Foto: BBC/Wild Mercury)
La caída y saqueo de la ciudad de Troya a manos de un vengativo ejército griego ha sido contada desde hace unos 3.000 años, pero en ella hay pistas de un colapso global mucho más amplio, con lecciones para el mundo del siglo XXI.
En el año 1300 a.C., en la cumbre de la Edad de Bronce, las grandes potencias de Egipto, Grecia, Babilonia, el imperio hitita en el centro de Turquía y las ciudades-Estado de Medio Oriente parecían estar a salvo a los ojos de cualquier barco mercante que navegara por el Mediterráneo.
Ninguno podía estar más seguro que la ciudad amurallada de Troya, en la costa noroccidental de Turquía junto al estrecho de los Dardanelos.
Con frecuencia, los barcos eran obligados a esperar en su bahía hasta la llegada de vientos apropiados para adentrarse en el mar de Mármara y en el mar Negro, así que estaba ubicada en un lugar ideal para enriquecerse aplicando impuestos sobre este comercio.
No obstante, apenas poco más de un siglo años más tarde, en torno al año 1170 a.C., casi todas estas civilizaciones habían colapsado y la era oscura que vino tras el derrumbe se perdió hasta el arte de la escritura.
En la mitología griega, la historia de la caída de Troya quedó encapsulada en dos épicas: La Ilíada y La Odisea, tradicionalmente atribuidas al poeta Homero y registradas sobre papel unos 400 años más tarde.
Un mundo interconectado
La Edad de Bronce se caracterizaba por la interacción entre Estados palatinos que eran parcialmente dependientes entre sí, lo que guarda similitudes con nuestra era con sus mercados financieros, sus economías interconectadas y sus cadenas de proveedores internacionales.
La materia prima clave de la época era el bronce, sin el cual ningún país podría equipar un ejército.
El cobre procedía de Chipre, pero la hojalata tenía que recorrer unos 4.000 kilómetros desde Afganistán, transportada por tierra a través de Siria y luego, al llegar a la costa, en barcos. Era algo tan vital como es el petróleo en la actualidad.
Carol Bell, del University College de Londres, dice que conseguir suficiente hojalata para producir armas de bronce debía preocupar a los gobernantes de la época "tanto como preocupa a un mandatario de Estados Unidos poder suministrar gasolina a un costo razonable para los conductores de ese país".
Comercio vulnerable
En el siglo XXI aún somos vulnerables a las interrupciones en el comercio global.
En 2012, los precios globales del petróleo aumentaron cuando Irán amenazó con cerrar el estrecho de Hormuz, a través del cual circula 20% del suministro de petróleo global. Irán dijo que eso causaría una conmoción en los mercados que "ningún país" podría manejar.
El año pasado, un informe de Chatam House, el prestigioso centro de estudios con sede en Londres, urgía a los gobiernos a hacer más para proteger los puntos clave en los que se puede causar un estrangulamiento de las rutas comerciales.
Señalaba que los Dardanelos eran "particularmente importantes para el trigo", pues una quinta parte de sus exportaciones globales pasan por allí cada año.
"Una interrupción grave de uno o más de estos cuellos de botella podría llevar a caídas en los suministros y a aumentos de los precios con consecuencias sistémicas que podrían llegar más allá del mercado de alimentos", añadía.
De vuelta en la Edad de Bronce, no se necesitaba mucho para causar el caos económico. Solo necesitabas unas "pequeñas interrupciones o problemas ambientales", dice Andrew Shapland, especialista en la Grecia antigua del Museo Británico.
Cambio climático
Entonces como ahora, el cambio climático era un factor clave. "Sabemos que llevó a hambrunas", afirma Eric Cline, profesor de Arqueología en la Universidad George Washington, Estados Unidos.
De hecho, análisis científicos muestran que en ese período hubo sequías durante 300 años. El Mediterráneo se enfrió significativamente durante esa época, lo que redujo la cantidad de lluvias.
Pero las potencias de la Edad de Bronce fueron golpeadas por múltiples eventos. No solamente por largas sequías y hambrunas, también por numerosas erupciones volcánicas, terremotos, revueltas populares, crisis migratorias, interrupciones del comercio y guerras.
"Si solo te ocurre una cosa puedes sobrevivir. La diferencia hacia el final de la Edad de Bronce es que tenías la tormenta perfecta. Con uno, dos, tres o cuatro eventos te encuentras con un efecto multiplicador. No puedes sobrevivir", apuntó Cline.
Nuestro propio mundo puede ser más resiliente, pero aun así los terremotos actuales pueden causar un caos económico. Cuando Japón fue golpeado en 2011 por el terremoto y el tsunami en Fukushima, el impacto económico se sintió en todo el continente asiático.
Múltiples impactos
Para el año 1250 a.C., los problemas se estaban acumulando. Una reina hitita pidió ayuda de Egipto diciendo: "No tengo granos en mi tierra". Un comerciante sirio advirtió: "Hay hambre en nuestra casa, si tú no llegas aquí pronto todos moriremos de hambre".
Para ayudar a aliviar la situación, los egipcios comenzaron a enviar cargamentos de comida a sus vecinos.
Incluso en la Edad de Bronce, los gobiernos estaban dispuestos a promover sus programas de ayuda internacional.
Un faraón presumía que él "había hecho llevar granos en barcos para mantener con vida la tierra de los hititas".
Pero esta cooperación internacional no fue suficiente.
No está claro si quienes vivían alrededor de los palacios se alzaron contra sus gobernantes porque no tenían qué comer o porque habían perdido sus trabajos.
Pero a medida que las cosechas y las economías fallaban, comenzaron a producirse guerras civiles y la migración masiva de refugiados.
Ciudades saqueadas
Es cierto que Troya fue saqueada en torno al año 1200 a.C., aunque no hay nada de allí o griego (los registros administrativos griegos son poco más que listas administrativas) que arroje luces sobre lo que ocurrió.
Pero en Siria tenemos las voces de una catástrofe más amplia.
El gobernante de Ugarit, sorprendido por eventos repentinos, solicitó ayuda diciendo: "Todas mis tropas y carrozas están en la tierra de hitita y todos mis barcos están en la tierra de Lukka. Por tanto, el país ha quedado abandonado".
Su llamamiento parece haber caído en oídos sordos, quizá sus vecinos también estaban pasando por apuros. Si acaso recibió alguna ayuda debe haber llegado demasiado tarde, de acuerdo con una de las últimas tablillas rescatadas de la ciudad caída.
"Cuando llegó tu mensajero, el Ejército estaba humillado y la ciudad fue saqueada. La comida que estaba en el lugar de la trilla fue quemada y nuestros viñedos también fueron destruidos. Nuestra ciudad fue saqueada. ¡Debes saberlo!".
Aquellos que sobrevivieron posiblemente acabaron siendo vendidos como esclavos o se unieron al creciente número de refugiados o de saqueadores sin ley que surgieron en la medida que las sociedades se derrumbaban.
Culpando a los inmigrantes
Por su parte, los egipcios tenían una respuesta simple a lo que causó el colapso de todos los estados de la Edad de Bronce: era la culpa de diferentes grupos que venían del Mediterráneo, a los que ellos llamaban "la gente del mar".
"Los países extranjeros hicieron una conspiración en sus islas. Todas las tierras fueron sacudidas y desperdigadas en el combate al mismo tiempo. Ninguna tierra podía mantenerse en pie ante sus armas", dice una inscripción egipcia.
No obstante, Egipto parece haber tenido tiempo de defenderse y su ejército derrotó a la "gente del mar", señala el profesor Cline, y el faraón Ramsés III proclamó: "Yo saqué a aquellos que invadieron desde sus tierras… quedaron como aquellos que no existen".
Andrew Shapland advierte que hay que ser cuidadosos a la hora de leer estas declaraciones de los gobiernos.
"Ramséssimplemente está convirtiendo a los inmigrantes en agresores. ¿Qué tal si está haciendo lo que hace en la actualidad cualquier político actual de derecha: buscando un grupo de gente foránea y culpándola por los problemas económicos?"
Victoria pírrica
Si los griegos realmente derrotaron a los troyanos, su victoria duró poco.
La mayor parte de los palacios griegos también fueron destruidos o abandonados poco después; los hititas, las ciudades estado sirias, los asirios y los babilonios también colapsaron.
Solo los egipcios sobrevivieron.
A diferencia de los gobernantes de la Edad de Bronce, que cuando fallaban las cosechas solamente podían rezarle a su dios de las tormentas para que lloviera, nosotros tenemos mucha más conciencia de los problemas globales y tenemos muchos más recursos técnicos para gestionar los problemas, señala Cline, quien argumenta que la de Homero es una historia con moraleja.
"Toda civilización en el mundo ha terminado por colapsar. Sería muy arrogante pensar que seremos la única civilización en sobrevivir".
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