Una buena ducha es mucho más que una costumbre higiénica, es un paréntesis hedonista, un instante de reflexión, un estímulo para conectar con el mundo... o para desconectar de él. Podría decirse que tiene una utilidad para cada persona y de eso dependerá elegir la mejor hora para disfrutarla.
El hábito de la ducha matutina es casi imprescindible para acabar con el zombi que posee a quienes no soportan dejar la cama. El agua les activa siempre que esté fresca o templada (entre 24 y 30 grados), según explican desde la Sociedad Española del Sueño. Enfriar las extremidades provoca un efecto de vasoconstricción que interrumpe la inercia del descanso, sube la tensión y contrarresta el sistema parasimpático cerebral, que es el que controla todo lo relacionado con el sueño.
Al estimular la circulación sanguínea, el organismo comenzará a pedir nutrientes para afrontar el gasto energético, por lo que se nos abrirá el apetito, algo estupendo para nuestra dieta ya que nos animará a hacer del desayuno la principal comida del día.
Empezar la mañana bajo el agua también favorece una mejor higiene. Las encuestas apuntan que la noche, justo antes de dormir, sigue siendo (sobre todo para ellas) el mejor momento para practicar sexo, de modo que una ducha al levantarnos se hace necesaria.
Y aunque solo utilicemos la cama para el reposo, en las sabanas se acumula sudor, piel muerta y bacterias que se van a pegar a la piel y que es conveniente quitarse de encima.
Receta contra el insomnio
La ducha nocturna es sobre todo aconsejable para quienes padecen la pesadilla del insomnio porque ayuda a la relajación. La doctora Janet Kennedy, psicóloga clínica y experta en sueño, recomienda hacerlo una hora y media antes de irse a dormir, con el agua bien caliente (por encima de los 38 grados).
"El cuerpo se enfría de forma natural según se acerca la hora de dormir al sincronizarse con el ritmo circadiano -explica la doctora Kennedy-. La ducha logra aumentar la temperatura de forma artificial otra vez y permite sosegarse de forma más rápida, lo que ayuda a dormir".
La limpieza corporal al final del día también ayuda a librarse del exceso de sebo que genera la dermis, sobre todo a partir del mediodía, y de la suciedad que se nos pega a la piel, más aún si vivimos entre la contaminación de la ciudad.
Como se ve, hay argumentos para todos los gustos, de modo que podría deducirse que la mejor opción sería un par de duchas, una por la mañana y otra por la noche. Sin embargo, los dermatólogos advierten de que demasiada agua, en especial si está muy caliente, provoca que perdamos los aceites naturales de la piel, aumentando la sequedad y la irritación. Conclusión: lo aconsejable es darse duchas breves (de entre 5 y 10 minutos), templadas y con poco jabón.
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