lunes, 25 de septiembre de 2023

La lucidez de la razón: ¿qué es exactamente la inteligencia?



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El libre juego de las facultades superiores para saber pensar, dirigiendo nuestra conducta de forma equilibrada, estando en la realidad




La palabra inteligencia procede de dos voces latinas: intus y legere, lo que sería leer por dentro. No es fácil dar una definición clara y sencilla, pues existen muchos tipos de inteligencia. Inteligencia es capacidad para captar la realidad en su complejidad y en sus conexiones. Es tener una visión verdadera de la realidad, con todo lo que eso significa.

Inteligencia es saber distinguir lo accesorio de lo fundamental. Es capacidad de síntesis. Recibir información remota y reciente, procesarla de forma adecuada y dar respuestas eficaces que se ajustan a la realidad. Se trata de la habilidad computacional para seguir la línea mejor, el comportamiento más sano, para ser más libre e independiente.

Dentro de esta cascada de conceptos, la inteligencia implica saber utilizar los instrumentos de la razón de forma eficaz y productiva. Allí donde hay comprensión lógica o racional, allí hay una persona inteligente. Inteligencia es saber ensayar una solución adecuada a un problema concreto. En una palabra: libre juego de las facultades superiores para saber pensar, dirigiendo nuestra conducta de forma equilibrada, estando en la realidad.

El novelista William Golding, en su libro El señor de las moscas, nos cuenta la historia de un grupo de niños náufragos que necesitan organizar su vida. Destacan dos niños: Ralph, que es bastante razonable y pide unas normas, y el otro, Jack, se convierte en su contrincante, totalmente opuesto. Es la razón frente a la espontaneidad sin sujeción. El primero es más bien tímido y cerebral; el segundo es mucho más vital y llega a ser violento en su afán de que no existan reglas: ¡que entre con fuerza el relativismo! Pero asoma un tercer personaje: Piggy, un niño listo y débil, asmático, que se da cuenta de la gravedad de la situación. Él también quiere unas reglas y se acuerda de la central de autobuses de su pueblo, con sus luces y sus señales, que indican por dónde ir. Es importante saber que la inteligencia natural, la que cada uno tiene como dotación genética, debe ser pulida, limada, retocada, ilustrada para que se le pueda sacar el mejor rendimiento.

Por ello, la inteligencia consiste en un conjunto de operaciones para manejar información que da como resultado un comportamiento positivo, equilibrado y sano. Hay un caudal de datos y experiencias que vienen en nuestra biografía y que deben combinarse con lo actual. Se juntan el pasado vivido y el presente fugaz. La inteligencia es el arte y oficio de utilizar los distintos componentes de nuestro patrimonio psicológico (percepción, memoria, pensamiento, conciencia, afectividad, vida de los impulsos, voluntad…) para responder a las incidencias de la vida personal de la mejor manera posible. Esto significa que cuando actuamos, enjuiciamos o tomamos una decisión de cierta importancia hay muchos ingredientes que se arremolinan ayudando y oficiando para que las cosas salgan del mejor modo. Es como una gran orquesta que produce una sinfonía. Es saber gestionar la vida personal de forma armónica.


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Sin embargo, las cosas no quedan solo ahí: inteligencia es también la capacidad para hacer preguntas esenciales y dar respuestas coherentes y completas. Poderosa conjunción de recuerdos, imágenes, sentimientos, reflexiones, etc. Inteligencia es el arte de usar la computadora mental de cada uno, con dos elementos clave: objetivos e instrumentos, medios y fines.

En el animal existe un tipo de inteligencia que se mueve dentro de unos esquemas y programas establecidos, mientras que el ser humano es capaz de inventar y diseñar sus propios programas. Una buena inteligencia sabe computar lo vivido con lo sabido, la experiencia de la vida con los diferentes conocimientos que ha ido aprendiendo. Por eso, una inteligencia bien conjugada debe aproximarnos a un mayor grado de felicidad. Es capacidad para aprender, tino para juzgar, imaginación y arte para gestionar la propia vida, aspirando a lo mejor. Son muchos los factores de la inteligencia: inteligencia es aprender a discriminar.


Los mejores ejemplos están en la vida misma

Voy a explicarlo con unos ejemplos tomados de la vida misma. Para ello me voy a valer de un cardiólogo, un ornitólogo, un catador de vinos y un psiquiatra. El cardiólogo ausculta con el fonendo (estetoscopio) a su paciente. No tiene mayor agudeza auditiva que los demás, pero al ser especialista en esa área capta más información y es capaz de darse cuenta de si hay un soplo cardiaco, una arritmia o latidos descompensados. Al ornitólogo le pasa lo mismo: en la algarabía del bosque aprende a distinguir el sonido de cada pájaro y sabe diferenciar ese lenguaje etéreo, desdibujado, de contornos difusos. Se adentra en la selva de esos lenguajes, sabe ordenarlos y los clasifica y agrupa.

El catador de vinos es un explorador minucioso de los caldos que tiene que probar y se detiene en cada una de sus cuatro fases: la visual, que le permite ver el color sobre una superficie blanca; luego la olfativa, cuando mete la nariz en la copa, previamente movida y sus fosas nasales reciben las primeras impresiones del líquido elemento; después viene la fase gustativa que es el momento clave, pues es cuando finalmente se prueba el vino. Finalmente asoma el psiquiatra, al que le sucede algo parecido a los tres personajes anteriores. Se sienta delante de una persona y aparece un diálogo abierto de preguntas, silencios y respuestas. Va estudiando la ingeniería de la conducta, lo que el otro dice y lo que calla. Se revelan el lenguaje verbal, el lenguaje no verbal, el subliminal… Una hora da para mucho si el especialista sabe aplicar los instrumentos propios de la psicología y cómo adentrarse en la intimidad del otro y descubrir cómo es su forma de ser, qué le preocupa, cuáles son sus objetivos en la vida… Así como elaborar una apretada síntesis de su biografía.

Cada una de estas cuatro personas tiene desarrolladas unas capacidades perceptivas bien distintas. No es que el cardiólogo tenga mejor oído que el ornitólogo o que el catador de vinos sea más inteligente, o que el psiquiatra sea una persona superior. No se trata de eso, sino de que cada uno ha desplegado un potencial de discriminación muy concreto. Eso es una inteligencia específica que se especializa en una materia y la observa y estudia con detalle, con precisión. La inteligencia consiste en una conjunción de operaciones mentales en las que entran en juego muchas piezas informativas que se mezclan y a la vez se agrupan.



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