jueves, 14 de septiembre de 2023

El precio que esconde tu bol de açaí



La cosecha de açaí se hace principalmente en la selva amazónica Getty Images/iStockphoto



La cosecha de este fruto es muy delicada y arriesgada para la integridad de los campesinos


Bol de açaí con mantequilla de cacahuete, plátano, fresa y granola. Se ve tan estético que no nos resistimos a sacarle una foto para publicarla en Instagram. Pero este plato tan saludable y alegre también tiene un lado oscuro, una historia oculta: el largo viaje de esta fruta hasta llegar a nuestra mesa.

Detrás de un bol de açaí hay toda una cadena que empieza en uno de los lugares más biodiversos del planeta: el Amazonas. Esta pequeña baya de color morado se produce y se ha consumido tradicionalmente en las regiones selváticas de países como Brasil, Colombia y Perú. Crece en lo alto del tallo de la planta Euterpe oleracea, una palmera amazónica a la que los recolectores deben trepar, ya que los racimos de açaí crecen entre 16 y 20 metros por encima del suelo. El proceso para obtener los frutos se hace de forma muy artesanal y sin equipos de protección personal, por lo que los accidentes son usuales en esta industria. Por esta razón el periodista Terrence McCoy describe la cosecha de açaí como “uno de los trabajos más peligrosos de Brasil”.

Palmeras de açaí

Palmeras de açaí 

 CLV

El coste humano

Trepar una palmera de casi 20 metros de alto sin ningún equipo de protección puede ser una sentencia de muerte en caso de caída. Un estudio realizado con campesinos recolectores de esta fruta en la comunidad Boa Vista do Acará, al norte de Brasil, encontró que de los entrevistados el 65% conocía o había sufrido accidentes relacionados con la cosecha de esta fruta. Las caídas en múltiples ocasiones resultan en cortes, fracturas, parálisis e incluso la muerte. También hallaron que la mayoría de los trabajadores no conocen los elementos de protección para llevar a cabo su labor: "El 30% de los entrevistados sí sabían lo que significa Equipo de Protección Personal, el 70% dijo que no”, explican los investigadores.

Los tallos de la palmera son largos y delgados, por lo que es fácil que estos se rompan con el peso que agrega una persona adulta que sube para recoger los racimos de fruta. Y es por esto que se normaliza el trabajo infantil en los tiempos de cosecha. Al ser más ligeros, los niños tienen menos posibilidades de romper las palmeras con su peso al subir. Pero eso no los exime de riesgos: “un niño se cayó del árbol de açaí, se rompió la espalda y ya no puede caminar”, explican en el estudio.

El precio de la fruta todavía no cubre los costes de prestaciones sociales para los productores

David SánchezExperto en la cadena de producción de açaí en Colombia

Esto no solo sucede en Brasil, sino también en otros puntos de producción de la Amazonía y el Pacífico colombiano. Jairo Huertas (nombre ficticio), quien trabaja en una empresa productora de açaí en el Valle del Cauca (Colombia) asegura que con 5 o 6 años los niños ya se están subiendo a la palmera para bajar la fruta. "Los adultos les dan un dinero a cambio, y con eso ellos compran galletas o dulces”. El açaí tradicionalmente ha formado parte de la alimentación de algunas comunidades afrocolombianas, y por eso es normal que los niños también participen en la recolección. Pero cuando la fruta se produce bajo estándares internacionales para exportación, se exigen medidas que prohíban el trabajo infantil y eviten accidentes laborales, donde las empresas deben hacer capacitaciones y proveer los equipos de protección a los trabajadores.

Ni Colombia ni Brasil cuentan con legislación adecuada que regule los riesgos laborales asociados a la cosecha de açaí. David Sánchez, experto en la cadena de producción de esta fruta en Colombia, explica que esto es así porque “la industria es totalmente informal en este momento. Forma parte de la economía sumergida, y el precio de la fruta todavía no cubre los costes de prestaciones sociales para los productores”. Las regiones donde crece y se cosecha el açaí han sido históricamente aisladas de los centros urbanos, donde las poblaciones rurales usualmente viven en condiciones muy precarias. Implementar una normativa efectiva y que se pueda monitorear de cerca en estas zonas es un trabajo complicado. Sin embargo, las empresas productoras de açaí en Colombia se han ido adhiriendo a las normas necesarias para exportar: “es lo que nos diferencia del mercado brasileño, donde aún no hay una regulación clara", asegura Sánchez.

Las comunidades productoras de açaí usualmente viven en centros rurales de difícil acceso

Las comunidades productoras de açaí usualmente viven en centros rurales de difícil acceso 

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Sin formación sobre el uso de elementos de protección personal, el único instrumento que se utiliza para subir la palmera es un pequeño atado de hojas de palma o de fibras resistentes que los recolectores amarran a sus pies descalzos para ayudarse a trepar. Los trabajadores aseguran que esta es la forma en que las comunidades han recolectado açaí desde hace generaciones. “Subirse con arnés incluso puede ser peligroso, si la palmera se rompe uno no puede saltar a otra porque cae amarrado”, explica Ramiro Díaz (nombre ficticio), recolector.

Una fruta desagradecida

El açaí es un producto delicado y extremadamente perecedero, lo que dificulta no solo sus métodos de cosecha sino también su comercialización. Una vez abajo de la palmera, los frutos no duran más de dos días antes de empezar a pudrirse. Tampoco pueden mojarse bajo ningún motivo, ya que eso arriesgaría la inocuidad del producto, cosa que en regiones selváticas es muy difícil de controlar. Además, la parte realmente aprovechable de la fruta es mínima, porque su semilla es de gran tamaño. “Para sacar un kilo de pulpa necesitamos tres kilos de fruta”, explica Nubia Gómez (nombre ficticio), quien trabaja en una empresa colombiana de açaí. Eso significa el triple de esfuerzo para un tercio de producto.

El único equipo que utilizan los recolectores es un atado en sus pies que les ayuda a trepar

El único equipo que utilizan los recolectores es un atado en sus pies que les ayuda a trepar 

 iStock

Para los riesgos humanos que implica la cosecha, las ganancias son prácticamente insignificantes. Mientras un kilo de açaí en España se vende entre 10 y 15 euros, los recolectores apenas ganan unos 20 o 40 céntimos por cada unidad vendida, siendo en muchos casos su única fuente de sustento. Arriesgan su vida por menos del 3% de lo que cuesta el producto, mientras el mercado exige cada vez más fruta. De acuerdo con datos del portal analítico Market Data Forecast, el mercado de açaí está avaluado en 1.000 millones de euros, y se espera que esta cifra se duplique para el año 2028. Sin regulaciones claras que aseguren el bienestar de los trabajadores, esto solo significa más bols de açaí producidos bajo condiciones laborales cuestionables.

Desde la selva amazónica hasta nuestra mesa, el açaí actualmente es considerado como un alimento muy nutritivo, al tener múltiples antioxidantes y contribuir a reducir los niveles de colesterol. Quizá sea una moda pasajera, como la de muchos otros productos ‘milagrosos’ que prometen la juventud eterna. Pero por el momento sigue siendo una arriesgada forma de ganarse la vida para miles de campesinos en la selva.


ANTONIA ZAPATA
​BARCELONA