martes, 5 de septiembre de 2023

El motor de Europa se ha parado: la debilidad de Alemania empieza a disparar las alarmas

 



  • Los datos entrantes hacen que se centre el foco en la debilidad alemana
  • Resurge con fuerza el debate de si vuelve a ser el 'enfermo de Europa'
  • El presidente emérito del Ifo alerta: "No es un fenómeno a corto plazo"


Con permiso de China, se empiezan a apilar los titulares económicos negativos sobre Alemania. La potencia por excelencia de Europa, habitualmente apodada la 'locomotora' o el 'motor' de la región, atraviesa un marasmo que ha vuelto a encender el debate sobre si vuelve a ser el 'hombre enfermo' del continente. Este título, cortesía de una portada del influyente diario The Economist, ya lo recibió el país a finales de los 90, cuando su economía languidecía mientras otros socios continentales como España crecían con fuerza. Más de 20 años después, este sambenito amenaza con volver a hacer mella, pero esta vez ensombreciendo aún más las desfavorables perspectivas de la eurozona.

La salida de la pandemia deja una Alemania que expone en los datos macro sus flancos débiles. El producto interior bruto (PIB) apenas remonta tras el covid, quedándose en el vagón de cola del G-7 tras revisar Reino Unido al alza su contabilidad nacional. Su PIB es solo un 0,2% superior al del cuarto trimestre de 2019, peor que el de Italia (+2,2%), Francia (+1,7%) y España (+0,4%). La economía teutona lleva meses coqueteando con la recesión técnica, habiendo salido de ella en el segundo trimestre por la mínima, esto es, con un decepcionante estancamiento (0%) y dando por seguro los analistas que la contracción volverá en el tercero.

El resumen pasa por una economía especialmente zarandeada por dos factores de alcance. Por un lado, este tradicional polo industrial se ha visto afectado por el cambio en la demanda de unos consumidores que han pasado de adquirir bienes a volcarse en los servicios a medida que ha remitido la pandemia. Por otro, y con especial virulencia, la guerra de Ucrania ha acabado con uno de los pilares del éxito alemán en los últimos años: un gas ruso muy barato.

A esto hay que sumar otros factores internos como la debilidad en la demanda interna (los consumidores alemanes han soportado una inflación más alta que otros socios europeos, precisamente por la derivada energética) o la dependencia que ha adquirido Alemania de las exportaciones a China, que ahora se ven lastradas por la debilidad del gigante asiático. La conexión china también afecta en otro sentido: la puntera industria automovilística alemana está viendo cómo Pekín se convierte en un peligroso competidor como productor de vehículos eléctricos. Baste como ejemplo que, no solo la americanaTesla, sino la china BYD ha superado después del covid en capitalización bursátil a titanes alemanes como Volkswagen, BMW y Mercedes.

El cuadro general ha llevado a una institución económica en Alemania como Hans-Werner Sinn, presidente emérito del instituto Ifo (Instituto Leibniz de Investigación Económica), a pontificar el regreso del mote del 'enfermo de Europa'. En unas declaraciones recientes en un foro económico celebrado en Italia recogidas por la CNBC, Sinn alertaba de que esta debilidad "no es un fenómeno a corto plazo" y ponía el foco en la citada industria automotriz y en los problemas energéticos.

El automóvil, el mejor reflejo

"Tiene que ver con la industria del automóvil, que es el corazón de la industria alemana y de la que dependen muchas cosas", afirmaba. Los automóviles fueron el principal producto de exportación de Alemania el año pasado, con un 15,6% del valor de las mercancías vendidas al extranjero, según datos de la oficina federal de estadística (Destatis).

Por el lado de las energía, la desvinculación exprés del suministro de gas ruso se está mostrando dolorosa y muchos califican de "tremendamente optimistas" las perspectivas del gobierno alemán de acelerar el paso a las renovables. La subida de los precios del gas y la estrategia del país durante el mandato de Angela Merkel de cerrar las centrales nucleares progresivamente ha desembocado en unos elevados precios del gas y la electricidad así como en escenas hasta hace poco inimiginables: Alemania volvía a echarse en brazos del 'antiguo' carbón.

En su intervención, Sinn señaló que la dependencia de energías renovables como la eólica y la solar causaría un "problema de volatilidad" que podría plantear problemas a las empresas. "Hay que llenar esos vacíos con energía convencional, así que es muy difícil tener esta doble estructura que tendremos que mantener en el futuro. Por un lado la energía verde volátil y por otro la energía convencional para llenar los huecos", dijo. "Esto es doble coste. Es un coste energético elevado y no es bueno para la industria. Es un camino difícil".

Alemania podría perder entre el 2% y el 3% de su capacidad industrial actual a medida que las empresas trasladen sus operaciones a países donde el gas y la electricidad son más baratos, como EEUU o Arabia Saudí, según una nota de investigación publicada en agosto por Berenberg. La incertidumbre sobre los precios de la energía ha contribuido probablemente a un "desplome" de la confianza empresarial, escribió en la nota Holger Schmieding, economista jefe de la firma, añadiendo que "la actual incertidumbre política y la consternación por los planes gubernamentales a medio hacer no son factores estructurales que parezcan destinados a frenar la economía alemana durante mucho tiempo".

Leyes de la Administración Biden como la de Reducción de la Inflación o la Ley Chip pueden contribuir a esta dinámica con sus generosos incentivos a las firmas. Según Ruland Research, muchas empresas abandonarán Alemania y se trasladarán a EE.UU. para exportar productos a su antigua patria.

Ese desplome en la confianza se refleja en los diferentes indicadores que se van conociendo. El PMI compuesto alemán de agosto se desplomó al nivel más bajo desde principios de la pandemia y apunta ahora a una caída del PIB del 0,7% intertrimestral mientras el PMI manufacturero se hunde hasta los 39 puntos, cada vez más lejos de los 50 que marcan la frontera con la expansión. Otro indicador muy valorado en el país, el índice Ifo del instituto de Sinn, sigue dando malas noticias a cada lectura y en su última lectura, hace dos semanas, reflejó un índice de condiciones actuales consistente con una caída del PIB del 1% trimestral.

Los datos duros no apoyan el optimismo. Más allá de lo que refleja el PIB, otros datos como las exportaciones hablan por sí mismos. Este lunes se ha conocido que las exportaciones alemanas volvieron a decepcionar en julio y cayeron un 0,9% intermensual frente al +0,2% intermensual de junio. Al mismo tiempo, las importaciones aumentaron un 1,4% intermensual, frente al -3,2% intermensual de junio. En consecuencia, la balanza comercial se redujo a 15.900 millones de euros, frente a los 18.700 millones de junio. El valor de las exportaciones a China se debilita y cayó en julio un 16,7% hasta los 57.700 millones de euros en lo que va de año. 

"Las exportaciones han caído en el estancamiento y básicamente no van a ninguna parte. Como resultado, el comercio ya no es el motor de crecimiento fuerte y resistente de la economía alemana que solía ser, sino más bien un lastre. Desde principios de 2022, las exportaciones netas han sido un lastre para la economía en cuatro de los seis trimestres. Las fricciones en la cadena de suministro, una economía mundial más fragmentada y una China cada vez más capaz de producir bienes que antes compraba a Alemania son factores que pesan sobre el sector exportador alemán", valora Carsten Brzeski, analista de ING.

El mismo debate 20 años después

El economista del banco 'naranja' busca a hacer una síntesis de lo que le está ocurriendo a Alemania: "La persistente debilidad de la economía china, el endurecimiento de la política monetaria y la incertidumbre política sobre la transición energética y los precios de la energía parecen pesar en el ánimo de las empresas alemanas. La creciente sensación de que a Alemania le espera un periodo más largo de crecimiento moderado también parece haber llegado a las empresas alemanas".

Recogiendo la comparativa con lo ocurrido a comienzos de los 2000, Brzeski reconoce que la situación económica actual y el debate público en Alemania resultan inquietantemente familiares a los de hace 20 años. "Entonces, el país atravesaba las cinco etapas del duelo o, en un contexto económico, las cinco etapas del cambio: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. De ser llamado "el enfermo del euro" por The Economist en 1999 y principios de la década de 2000 (lo que creó un clamor de negación y rabia) a interminables discusiones y debates televisivos (que se regodeaban en la melancolía y la autocompasión) hasta un eventual plan de reformas estructurales en 2003 conocido como la "Agenda 2010", presentado por el entonces Canciller Gerhard Schröder. Pasaron varios años antes de que los medios de comunicación internacionales aplaudieran realmente el nuevo Wirtschaftswunder alemán en la década de 2010", escribe.

A principios de la década de 2000, el detonante para que Alemania pasara a la fase final de la gestión del cambio, la "aceptación" (y las soluciones), fue un desempleo récord. Por tanto, las reformas estructurales aplicadas entonces se dirigieron principalmente al mercado laboral, continúa el economista de ING. Pero en la coyuntura actual, es difícil ver este único punto desencadenante, reconoce.

"La competitividad internacional de Alemania ya se había deteriorado antes de la pandemia, pero este deterioro ha cobrado claramente mayor impulso en los últimos años. Las fricciones en la cadena de suministro, la guerra de Ucrania y la crisis energética han puesto de manifiesto las debilidades estructurales del modelo económico empresarial alemán, y se suman a la ya débil digitalización, el desmoronamiento de las infraestructuras y los cambios demográficos. Estas deficiencias son caseras, ya que son la otra cara de la moneda de la austeridad fiscal y las preferencias políticas erróneas de la última década", expone.

"Las cosas ya habían empezado a deteriorarse unos años antes de la pandemia. Por ejemplo, el crecimiento del PIB de Alemania entre 2016 y 2019 fue más débil que el de Francia y España. Esto contrasta fuertemente con la década anterior, cuando Alemania creció mucho más que estos países. Del mismo modo, el sector industrial de Alemania ha tenido un rendimiento inferior al de otras grandes economías de la zona del euro desde 2014", coincide Franziska Palmas, de Capital Economics. En un comentario reciente, la economista enumera también los retos que enfrenta el 'motor' de Europa: "Una mala demografía, unos costes laborales unitarios menos competitivos, la perspectiva de unos precios de la energía permanentemente más altos, el fin del auge del comercio mundial y la competencia de China en los vehículos eléctricos".

Tanto Brzeski como Palmas buscan signos positivos, resaltando ambos que el mercado laboral no es en absoluto un problema en estos momentos, con Alemania luciendo una tasa de desempleo mucho más baja que entonces (en ese momento llegó a los dos dígitos y ahora baja del 6%) y, con mucho, la más baja de las principales economías de la eurozona. Sin embargo, recogiendo el guante arrojado por Palmas, el mercado laboral cojea en la 'pata' demográfica. El envejecimiento de la población provoca que la fuerza laboral no sea capaz de copar la demanda de mano obra, como se aprecia en la elevada tasa de vacantes (4,1% respecto al total de puestos existentes en el último dato de Eurostat frente al 3% de la eurozona). En agosto, según los datos federales alemanes, las vacantes ascendieron a 771.000, niveles considerados comparativamente altos pese al descenso de 116.00 respecto al año anterior.

Paquete de medidas

Aunque hace 20 años Alemania incumplió las normales fiscales europeas y ahora tiene unas de las finanzas públicas más sólidas de todos los países de la eurozona, el panorama no es alentador y los datos de echan más agua fría sobre quienes esperan que la debilidad económica del país sea pasajera. Para Brzeski, este renacido debate sobre el 'hombre enfermo de Europa' podría "aumentar por fin la sensación de urgencia entre los responsables políticos; más de lo que podría hacerlo un prolongado periodo de estancamiento de facto".

Precisamente el gobierno alemán encabezado por el canciller socialista Olaf Scholz, anunció la semana pasada un paquete de 50 medidas fiscalescon un impacto estimado en 32.000 millones de euros, con el objetivo de impulsar la actividad de la mayor economía europea durante los próximos cuatro años. Los tres representantes de los tres partidos del gobierno de coalición (socialistas, verdes y liberales, la conocida como 'Coalición Semáforo' por los colores de las formaciones) han pergeñado un plan de diez puntos y medio centenar de medidas dirigido a mejorar el crecimiento y la competitividad de las empresas en Alemania y ofrecer incentivos fiscales a las inversiones en tecnologías respetuosas con el clima. Las medidas contemplan alrededor de 7.000 millones de euros para el crecimiento económico y 2.300 millones de euros de ahorro por el alivio de los requisitos burocráticos.

"Lo que Alemania necesita es un menú completo con medidas políticas. Estas medidas podrían clasificarse en aquellas que impulsan la confianza y brindan a las empresas seguridad y claridad, así como medidas de mejora del lado de la oferta. En la primera categoría, pensemos en un límite al precio de la energía para la industria. No por un invierno sino por varios años. Una medida de este tipo debería ir acompañada de un calendario claro para la transición energética. Esto evitaría que más empresas salieran de Alemania y produjeran en otros lugares. Combinado con normas de rápida depreciación de las inversiones en digitalización y energías renovables, esto podría salvaguardar la columna vertebral industrial de la economía. Con subsidios para sectores como la inteligencia artificial, las baterías o la energía hidroeléctrica, el gobierno podría apoyar la innovación", incide Brzeski.

El especialista también aboga por menos burocracia, más inversión en gobierno electrónico y, en consecuencia, licitaciones públicas más rápidas y la implementación de inversiones federales a nivel regional fortalecerían el lado de la oferta de la economía. "Es una lista larga que puede ampliarse y ampliarse fácilmente. Sin embargo, una cosa está clara: cualquier reforma de la economía será casi imposible mientras la austeridad fiscal siga siendo la melodía dominante", sentencia. En este sentido, la recuperación de las normas fiscales previas a la pandemia pueden influir negativamente.

Falta por ver que las medidas funcionen y no lleguen tarde. El escenario político del país no ayuda, con enfrentamientos constantes entre las tres facciones integrantes del Ejecutivo y con la formación de ultraderecha Alternativa por Alemania ganando enteros en las encuestas.