- Descongelarlo mal o quitarle la piel, entre otros
El pescado es uno de los alimentos más completos, ya que su carne ofrece muchos aportes nutricionales: aminoácidos esenciales para el metabolismo humano, hierro, calcio, yodo, zinc o las vitaminas A, B, D y E.
Durante la Semana Santa es frecuente comer más pescado por la tradicional prohibición de carne de la festividad cristiana. No obstante, a pesar de todos los beneficios que aporta, a veces cometemos errores que hacen que no disfrutemos al 100% de este nutritivo alimento.
1. No comprarlo de calidad y no saber conservarlo
A la hora de comprar el pescado debemos ir con cuidado. Es muy importante que sea fresco. Si no tenemos la suerte de tener un pescadero de confianza, siempre podemos hacernos cargo de la situación, analizando el producto. Consejo de abuela: si no huele a mar es que no es del día.
Por otra parte, si conseguimos nuestro pescado fresco, tenemos varias opciones. La primera es consumirlo el mismo día que se ha comprado. La segunda, guardarlo en la parte más fría de la nevera. También se puede congelar, pero para eso el congelador debe ser óptimo y antes debemos eviscerarlo.
2. Descongelarlo mal
Si finalmente decidimos congelarlo, debemos tener en cuenta que el proceso de descongelación es peligroso por las bacterias que se pueden formar. La mejor forma de evitar que esto suceda es dejar el pescado en el frigorífico durante unas cuatro o cinco horas. Si no se tiene tiempo, tendremos suficiente con meterlo en una bolsa de plástico hermética y sumergirlo en agua muy fría durante una media hora.
3. Quitarle la piel
Hemos hablado de limpiar el pescado antes de congelarlo, pero eso no significa que debamos retirarle la piel. Aunque no nos guste, debemos dejarla, incluso cuando vamos a cocinarlo, sobre todo, en el caso del salmón.
Esto se debe a una razón: la piel ayuda a retener los jugos del pescado e intensifica su sabor. Además, queda crujiente y aporta otra textura al plato, aunque esto último depende del gusto de cada uno.
4. No todos los pescados son iguales
Cada tipo de pez tiene su peculiar manera de prepararse en la cocina. Lo mismo ocurre con las elaboraciones, que necesitan una especie concreta para que queden mucho mejor. Por ejemplo, si vamos a rebozarlo, que la fritura sea perfecta dependerá del pescado que elijamos.
Normalmente, los pescados que más se utilizan para rebozar son el bacalao, la merluza, el abadejo y el rape. Se secan los trozos con papel absorbente (muy importante), se enharinan y se pasan por la mezcla de rebozado. Para hornear o guisar, el tipo de pescado que compremos también es muy importante.
5. No poner la plancha o sartén a la temperatura idónea
Cuando ponemos el pescado (frío) en la superficie que sea, al entrar en contacto con el calor, sus proteínas tienen una reacción química que hace que la carne se vuelva más consistente. En este contacto, el pescado queda pegado.
Para evitarlo es recomendable bajar a medio fuego durante unos cinco minutos después de haber calentado el recipiente y luego incorporar el pescado. También puede conseguirse poniendo una capa de sal gruesa en la sartén y colocándolo encima.
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