El 40% de los polinizadores invertebrados, en particular abejas y mariposas, se enfrentan a la extinción (proxyminder / Getty Images)
- Los insecticidas neonicotinoides, recientemente prohibidos en exteriores en la UE, son sólo uno de los factores detrás del declive de estos animales polinizadores imprescindibles para la vida
El 40% de los polinizadores invertebrados, en particular abejas y mariposas, se enfrentan a la extinción, según la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES). Aunque no es del todo cierto que “Si la abeja desapareciera del planeta, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida”, una célebre frase falsamente atribuida a Albert Einstein, sí es cierto que estos insectos juegan un papel clave en la naturaleza. Son los encargados de ‘fecundar’ las flores para que luego den frutos y semillas. Se estima que más del 75 % de los cultivos alimentarios del mundo dependen en cierta medida de la polinización. Hablando en euros, se calcula que el valor económico de la labor de la polinización de las abejas para la agricultura es de 265 millones.
La reciente prohibición en la Unión Europea del uso en exteriores de tres insecticidas neonicotinoides por el peligro que representan para estos insectos es un paso adelante pero no suficiente. Las abejas se encuentran asediadas por muchas otras amenazas. Estas son las principales:
1. Los neonicotinoides son un tipo de plaguicida utilizado en agricultura que tiene un claro efecto negativo en la salud de las abejas, pudiendo causar la muerte de enjambres enteros. Tras años de presiones, a finales del 2018 entrará en vigor la normativa europea que prohíbe su utilización en espacios abiertos. La organización ecologista Greenpeace advierte que no son los únicos plaguicidas peligrosos para las abejas.
2. El ácaro Varroa, procedente del sudeste asiático, se alimenta de la sangre de la abeja, debilitándola. También puede propagar enfermedades virales y bacterianas. Se contagia de una colmena a otra y si no se controla suele llevar a la muerte temprana de las colonias en menos de tres años. “El problema es que es una enfermedad que no se puede curar”, se lamenta Jesús Llorente, de la Fundación Amigos de las Abejas.
3. El Nosema ceranae es otro patógeno, en este caso frecuente en los países del sur del Mediterráneo, que ha demostrado ser muy dañino para las abejas. Provoca una alta tasa de mortalidad en las pecoreadoras (abejas obreras de exterior), lo que afecta al desarrollo de la colonia.
4. La avispa asiática (Vespa velutina) es una especie invasora detectada por primera vez en España en el 2010. Las abejas de la miel representan un 30% de la dieta de la avispa asiática. Ha invadido ya todo el norte de la península Ibérica, incluida Catalunya.
5. El abejaruco es un ave protegida que se alimenta, entre otros insectos, de abejas. Entidades como SEO/BirdLife aseguran que ambos animales son compatibles, sin embargo Llorente reconoce que “puntualmente el abejaruco resulta un problema para las abejas porque además de comérselas estas no salen cuando está presente”. En Catalunya los apicultores piden que la Generalitat recupere las compensaciones de hace unos años de entre 6 y 12 euros por colmena y ponga alguna medida para controlar la población.
6. El cambio climático “modifica los patrones de floración y causa el desplazamiento de muchas plantas, lo que desorienta y trastoca a las abejas”, explica Luís Ferreirim de Greenpeace.
7.“La pérdida y deterioro de hábitos por culpa de la actividad humana” es otra de las grandes amenazas a que deben hacer frente las abejas, según Ferreirim. Los monocultivos suponen una menor disponibilidad y diversidad de alimento para estos insectos, que se ven obligados a realizar grandes desplazamientos en vuelo, en perjuicio de su alimentación.
El próximo 20 de mayo se celebrará el primer Día Mundial de las Abejas con el objetivo de destacar la labor e importancia de estos polinizadores. La Asamblea General de las Naciones Unidas escogió el día 20 por coincidir con la fecha del nacimiento de Anton Janša, quien en el siglo XVIII fue pionero en las técnicas modernas de apicultura en su país natal, Eslovenia, y reconoció a estos insectos por su habilidad para trabajar duramente y requiriendo a la vez muy poca atención.
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