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Venerados como reyes en una Italia donde desde 1947 la República es una realidad consumada, los Agnelli son, sin duda alguna, la familia más poderosa del país que un día fue capital del mundo. Su historia, marcada por una auténtica tragedia medieval y el triunfo empresarial más absoluto, es la de una saga de amor, poder, éxito y desdicha. Ahora, su azarosa existencia, y los millones de fragmentos que la componen, cobran vida en Grandes dinastías (Ed. Plaza & Janés), un nuevo libro que ha rescatado el canal Bio.
Dueños de Fiat, del equipo de fútbol Juventus, del club automovilístico Ferrari, de los vinos franceses Château Margaux, de los diarios Corriere de la Sera y La Stampa, además de otras sociedades, la estirpe de los Agnelli ha tenido que hacer frente a más momentos tristes que halagüeños, a lo largo de su prolongada cronología; una dramática tesitura que les ha valido el apelativo de 'Los Kennedy de Italia’. Pero mucho antes de llegar a codearse con la elite mundial y formar parte de ella, en el pequeño municipio piamontés de Villar Perosa, cerca de Turín, germinaba el brote de una empresa que, desde su nacimiento, ha roto moldes.
Todo comenzó en 1899, cuando un militar de 32 años llamado Giovanni, cansado de la vida castrense, decidió crear una fábrica de coches, cuatro años antes de que Henry Ford montara la suya. Pronto, la Fabbrica Italiana di Automobili Torino se convertiría en un imperio económico en toda regla, como consecuencia, en parte, al estallido de la Primera Guerra Mundial. Cuando terminó el enfrentamiento entre las potencias imperialistas, Fiat ya era la tercera mayor empresa del país y su cadena de montaje había revolucionado la industria automovilística. El célebre Topolino logró vender en 20 años más de medio millón de unidades, a pesar de que se trataba de un período de entreguerras.
Al cumplir los sesenta años, el protagonista de esta historia, Giovanni Agnelli, comienza a pensar en la retirada. Su hijo Edoardo no parece el más indicado para sucederle. Su pasión son los deportes (lo que le lleva a comprar en 1923 el Juventus y a construir un lujoso complejo de esquí en Sastriere, en los Alpes) y se divierte en las fiestas de la alta sociedad, donde conoce a su esposa, la princesa italiana Virginia Bourbon del Monte. De repente, la primera tragedia golpea a la familia. Un accidente de avión en Génova da al traste con la sucesión y con la vida del propio Edoardo, de 46 años.
Entonces, su hijo Gianni se convierte en el protegido de su abuelo, quien le prepara a conciencia para el cargo, y, a una temprana edad, recoge el testigo de su fallecido padre. Pero de nuevo el destino demuestra su animadversión hacia las ataduras. A la muerte del fundador de Fiat, meses después de abandonar la cúpula directiva de la empresa familiar, Gianni, conocido como Il Avvocato por haber estudiado Derecho, todavía no es capaz ni está preparado para tomar los mandos de la gran compañía en la que se había convertido el negocio de su abuelo.
Vitorio Valleta asume el mando y Gianni Agnelli se entrega a una vida de auténtico playboy. Disfruta de las fiestas de la Costa Azul, de la ruleta del Casino de Montecarlo… y se hace amigo del príncipe Rainiero o de Alí Khan, tercer marido de Elisabeth Taylor, por ejemplo. Además, se le comienza a relacionar con damas como Anita Ekberg y con Pamela Beryl Digby, que tuvo descendencia con el hijo de Wiston Churchill.
En 1953, Il Avvocato sienta la cabeza y contrae nupcias con Marella Caracciolo dei Principi di Castagneto, una joven culta perteneciente a la antigua nobleza napolitana, que había trabajado como fotógrafa para la revista Vogue y que llegó a ser considerada por Richard Avedon como una de las mujeres más hermosas del mundo. A la edad de 45 años, Gianni, tras una vida entregada al lujo de Manhattan, Portofino o Capri, se presenta ante los accionistas de Fiat y se hace con las riendas del negocio familiar, con la elegancia del dandi italiano por bandera.
La pareja consigue una presencia internacional sin precedentes y se relaciona en términos de amistad con Henry Kissinger, Truman Capote, Andy Warhol, Kruschev o Fidel Castro. Mientras, los comunistas se hacen con los sindicatos, que no les ponen las cosas muy fáciles. En1975, Gianni cede a las presiones. Ese mismo año su hija Margherita, poetisa y pintora, contrae matrimonio con Alain Elkann, hijo del líder de la comunidad judía de París, con el que tiene a sus hijos John, Lapo y Ginebra en cuestión de cuatro años.
Pero quien no parece tener muy buena relación con su padre es Edoardo, llamado así en honor a su abuelo, que es su heredero natural. “Declarado pacifista, antimilitarista, místico y poeta, se dedicó a ayudar a los jóvenes drogadictos a salir de su adicción y recorrió la India, el Tíbet, Irán, Afganistán…”. Algo que presumiblemente no le gustó nada a Il Avvocato que prefirió nombrar sucesor a su sobrino favorito, Giovanni Alberto Agnelli, apodado Giovannino, hijo mayor de su hermano Umberto y de su primera mujer Antonella Bechi Piaggio, quien desgraciadamente murió al poco tiempo a consecuencia de un cáncer galopante.
Tan sólo dos semanas después de la desdichada desaparición de su sobrino, Gianni, coleccionista de arte empedernido, anunció que su nieto John Elkann era el que tenía más potencial para dirigir el entramado empresarial. Pero la tragedia seguía golpeando con fuerza a los Agnelli. El 15 de noviembre de 2000 se suicidaba Edoardo, tal y como informó entonces la Policía. Tres años más tarde sería el propio Gianni quien se iría para siempre. Lo hacía con el temor de que General Motors absorbiera su empresa.
Lo que no vio ” l’ Avvocato” fue la fura batalla entre su hija y sus nietos y esposa por la herencia, que todavía retumba en las mentes de medio país. Ni tampoco las polémicas que Lapo Elkann ha protagonizado durante los último años, con episodios con drogas y prostitutas de por medio. Tal vez, esté donde esté, tenga la certeza de que John Elkann, que se casó al igual que su abuelo con una aristócrata, la princesa lombarda Lavinia Borromeo, es el actual presidente de la empresa que tanto sudor y lágrimas le costó edificar.
Por Eduardo Verbo from vanitatis.com/noticias 27/11/2010
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