lunes, 15 de noviembre de 2010

Las 'lapidaciones' occidentales

Foto from forum-psicologos.blogspot.com

Las mujeres son sancionadas con más dureza por la sociedad que los hombres.
"Si los hombres quedaran embarazados, el aborto sería libre desde el Neolítico", dijo hace unos meses Eduardo Galeano en Sevilla. El caso de la iraní Sakineh Ashtiani y las penas de lapidación por adulterio ponen sobre la mesa una realidad que, aunque salvando todas las distancias, sigue estando presente en Occidente: la mujer es una pecadora.
La antropóloga Dolores Juliano pone varios ejemplos. El primero: cuando una mujer abandona a su hijo, todo el mundo la señala como una mala madre, como un acto de degeneración brutal. Y lo es. "¿Pero alguien piensa en el padre? Antes de que esa mujer haya abandonado a su hijo, se ha producido un abandono previo del padre y eso no tiene sanción social; la sociedad castiga más duramente a las malas madres", afirma Juliano.
Otro ejemplo: el caso de Rocío Wanninkhof, por el que una mujer, Dolores Vázquez, fue vapuleada sin ni siquiera haber cometido el crimen de la joven malagueña. "La presunta asesina era presunta asesina porque era lesbiana, no existía indicio alguno que la incriminara y tuvo que pasar un calvario hasta que se comprobó quién era el asesino", recuerda Juliano. "Lo que se considera agravante para una mujer, no lo es para un hombre, por ejemplo, la conducta o las opciones sexuales", añade.
Hasta los años 70, en España también era un delito el adulterio. "España ha ido retrasada en los derechos de las mujeres a través de la visión religiosa, que el franquismo tomó como doctrina oficial y que supuso un retroceso con respecto a la república", argumenta Juliano.
"El Código del franquismo también atenuaba la pena por infanticidio si la madre había matado para ocultar su deshonra, considerando deshonra al hijo extramatrimonial, todo un repertorio de hipocresía", reflexiona Begoña San José, abogada y secretaria del Forum de Política Feminista.
La influencia de la religión
Según la directora del Instituto Andaluz de la Mujer, Soledad Pérez, las religiones "nunca han sido buenas aliadas" para la igualdad. "Siempre que hemos avanzado ha sido desde la laicidad de los estados; la religión termina imponiendo el concepto de culpa", sostiene. Pérez atribuye esa doble carga que soportan las mujeres a los roles de género: "Somos madres, cuidadoras, esposas... Y por eso, cuando cometemos un delito que daña esos roles, la sociedad nos lo reprocha tanto".
Ocurre, incluso, cuando no se comete ningún delito. "Todas las ideologías que no se basan en la razón, ni revisan sus tradiciones a la luz de la razón, reproducen constantemente esas dobles varas de medir y reducen a las mujeres no ya a esposas y madres, sino a unas esposas y madres sin deseo sexual, sin anticonceptivos, sin empleo, sin estudios, sin participación en la toma de decisiones, considerando pecado todo lo que sale de ese molde, y la divulgación social de esa dualidad es lo de la puta y el machote [cuando ambos mantienen varias relaciones]", sostiene San José.
"Incluso cuando conducimos tenemos que soportar prejuicios, a pesar de que los datos de las aseguradoras dicen que somos más cuidadosas", concluye la profesora Juliano.
Por OLIVIA CARBALLAR from publico.es 15/11/2010

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