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PRODUCE SILICOSIS ENTRE LOS TRABAJADORES
¿Se ha preguntado alguna vez cómo es que los pantalones vaqueros que encuentra en las tiendas parecen ya usados? Para desgastarlos, existen diversas técnicas, desde el uso de láseres hasta piedras de esmerilar. Pero la más extendida, por su eficacia y su bajo coste, es la aplicación de un chorro de arena a presión contra la ropa. El problema, y esto es algo que casi nadie sabe, es que en el proceso hay gente que muere o queda inválida de por vida.
Por ello, recientemente, dos de las compañías de moda más populares del mundo, Levi’s y H&M, han decidido no volver a utilizar este método. “En Levi Strauss & Co. aplicamos algunos de los estándares más estrictos y programas de supervisión en la industria, pero admitimos que hay fábricas –a veces relacionadas con operaciones de falsificación- que no aplican las mismas garantías, y por ello ponen a los trabajadores en riesgo”, asegura esta compañía en un comunicado.
La cuestión es que los chorros de arena levantan una gran cantidad de polvo que, de no existir una protección adecuada, acaba alojándose en los pulmones de los trabajadores produciéndoles silicosis, una enfermedad que dificulta la respiración e inhabilita para la vida laboral. Produce un envejecimiento prematuro, e incluso la muerte en los casos más agudos, como bien saben los mineros, los principales trabajadores afectados por esta actividad. También afecta al sector de la construcción y de la industria cerámica, pero hasta hace poco no se conocían casos de silicosis entre los trabajadores del textil.
En Turquía, el tercer productor mundial de pantalones vaqueros, el problema es muy grave. “La silicosis se manifiesta normalmente al cabo de quince o veinte años de haber estado expuesto al sílice, pero en casos de gran exposición, como el de los trabajadores turcos del chorro de arena, aparece en tres meses”, explica a El Confidencial el doctor Zeki Kiliçarslan mientras nos muestra radiografías de los pulmones destrozados de varios afectados.
“Los obreros trabajan al menos 12 horas al día, seis días a la semana. No se toma ninguna precaución para evitar los daños; tan sólo en algunos talleres se les da una máscara de esas blancas de papel, totalmente inadecuada. En algunos talleres incluso se tapan las salidas de ventilación para impedir que el polvo se escape”, asegura Kiliçarslan, quien lleva media década tratando a trabajadores enfermos. El problema, nos cuenta, no se limita a Turquía, donde existen miles de casos: “Esta práctica se da, que sepamos, en Irak, Bangladesh, Egipto, Pakistán y Siria”.
La mayoría de los trabajadores son inmigrantes rurales que acuden a las grandes ciudades empujados por la pobreza. Encontrar empleo en este sector durante unos meses es fácil y cuando las fábricas cierran, enseguida se abren otras. Muchos desconocen los riesgos; otros prefieren ignorarlos, creyendo que es algo temporal. Pero la realidad es cruel, como demuestra el caso de Veysi Aydar, quien tras trabajar unos años en Karliova, ha regresado a su aldea natal, como él dice, a “esperar”: “Ya no podemos trabajar en nada. Si te has dedicado a esto, eres inútil para la vida laboral”, nos cuenta amargamente, mientras respira con gran dificultad.
Subcontratas y talleres clandestinos
¿Hasta qué punto cabe responsabilizar a las grandes compañías de esta situación? “El trabajo se encarga a intermediarios, quienes hacen llegar los pedidos a pequeños talleres clandestinos donde no existe ninguna medida de seguridad. Estos talleres abren solamente durante unos pocos meses, y después cierran y se trasladan a otro lugar, para evitar sanciones o tener que pagar indemnizaciones”, cuenta a El Confidencial Ibrahim Yöntem, un abogado que trabaja en el Comité turco contra el Chorro de Arena, y quien también da algunas claves sobre el volumen de este negocio: “En una noche, solo en Estambul, el chorro de arena se aplica a medio millón de pantalones vaqueros”.
“No hay facturas ni documentos, nada que vincule a las grandes compañías con los talleres, y por eso para nosotros es muy difícil seguir la cadena. Suele haber un encargado al que los trabajadores conocen, pero los papeles de la fábrica están a nombre de otra persona, por lo que es imposible que los obreros puedan denunciarlo”, explica Yöntem.
Este es un punto que algunas grandes empresas, como H&M, admiten. “Se ha demostrado demasiado difícil asegurarse de que los estándares de seguridad son respetados por todos nuestros proveedores y sus subcontratados. Para estar seguros de ningún trabajador que produzca prendas para H&M está poniendo en peligro su salud, hemos decidido dejar de hacer pedidos de productos tratados con chorro de arena”, dice Karl Gunnar Fagerlin, gerente de producción de esta firma.
Ahora, lo que muchos activistas laborales esperan es que, si dos compañías líderes como Levi’s y H&M han prescindido ya de este método, otras muchas les imiten en un futuro breve. Así que es posible que dentro de poco, si quiere unos pantalones que parezcan usados, tal vez tenga que desgastarlos usted mismo.
Por Daniel Iriarte From elconfidencial.com 08/11/2010
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