viernes, 21 de enero de 2011

Los lujosos palacios de París entran en guerra

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Sus habitaciones relegan el lujo a la categoría de vulgar y dejan un escalón por debajo a la denominación cinco estrellas: estancias versallescas de cuyos techos cuelgan lámparas de la época de Luis XIV, camas con doseles de seda y griferías de oro.
No son hoteles al uso, sino palacios. Un plus en la exclusiva escala de lo inalcanzable. Ajena a cualquier crisis, la hostelería de lujo vive su momento de esplendor y 2011 será el año de los grandes palaces parisinos.
Sólo una veintena de establecimientos entran dentro de esta selecta categoría. Algunos son viejos conocidos en la capital. Otros, recién llegados. Esta confrontación entre lo viejo y lo nuevo ha desatado una auténtica guerra de palacios en la capital gala.
Aperturas
Cuatro establecimientos de lujo acaban de abrir sus puertas o lo harán en 2011. Instalados en las zonas más exclusivas, sus compradores han hecho inversiones millonarias. Tras años cerrado, el palacio Royal Monceau abrió en octubre tras invertir 100 millones en trabajos de rehabilitación, entre uno y dos millones de euros por habitación. Otros, como Le Peninsula, Le Mandarin Oriental o Le Shangri-La, pondrán el cartel de disponible próximamente.
Sus compradores son multimillonarios asiáticos, sultanes o emires del Lejano Oriente con petrofortunas. Sus moradores, igualmente privilegiados. Dormir en uno de estos aposentos cuesta entre 500 y 6.000 euros, un lujo que sólo una clientela procedente de países con economías pujantes, China, Brasil o Rusia, se puede permitir. Con la apertura de estas cuatro nuevas mansiones, la oferta de habitaciones de lujo aumentará un 70% en capital: 600 estancias más en el mercado.
La competencia de los recién llegados ha provocado que otros palacios, instalados en París desde hace décadas, hayan decidido ponerse las pilas y rehabilitarse. La alternativa es clara: o renovarse o dejarse aplastar por los que llegan pisando fuerte. Por eso, muchos de estos viejos conocidos están sufriendo un profundo y carísimo lavado de cara para ponerse a la altura de los caserones contemporáneos.
Lavado de cara
El hotel Bristol es uno de ellos. Va a dejarse 15 millones de euros en abrir 25 habitaciones más y otro restaurante. El Meurice, por su parte, se ha gastado seis millones en su cambio de look y el vetusto George V invertirá dos años y 20 millones en cambiar la electricidad y la decoración.
Por su parte, el hotel Plaza Athénée ha comprado tres inmuebles más (5.500 metros cuadrados) para incrementar su oferta de habitaciones mientras que el Crillon, adquirido por el príncipe Misal de Arabia Saudí por 250 millones de euros, se gastará entre 60 y 100 millones en obras. Un filón para las empresas de rehabilitación, que verán aumentar sus números este año gracias a esta exclusiva guerra comercial.
Por Raquel Villaécija – Paris - from expansión.com 19.01.2011

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