Foto from labrujula.elperiodico.com
Internet y las redes sociales se han convertido para los tunecinos en la gran arma para acabar con la dictadura de Ben Ali.
El 14 de enero ocurrió lo inimaginable. El pueblo tunecino depuso a Zine el Abidine Ben Ali, anquilosado en el poder desde hacía 23 años. Su régimen robaba, torturaba, oprimía y amedrentaba a la población. Carecían de libertades básicas y los medios de comunicación estaban en manos del Gobierno. Además, 190.000 agentes de Policía –prácticamente como en Francia pero con una población seis veces menor– vigilaban en las calles para que nadie se saltara las medidas de esta dictadura encubierta. De esta forma, internet se convirtió para los tunecinos en una útil opción para expresarse: desde casa y bajo la protección de un sobrenombre, cualquiera podía compartir un abuso o sus ganas de libertad. Las avanzadas aplicaciones de las redes sociales incrementaron la rapidez, los «amigos» la confianza y los teléfonos móviles, con cámaras incorporadas, han sido fundamentales para demostrar, con pruebas, la dolorosa represión a la que estaban sometidos.
La juventud se dio cuenta de que no eran hechos aislados y tomaron las riendas. Si la televisión nacional no lo mostraba, ellos lo harían. Son los jóvenes tunecinos los que han derrocado a Ben Ali y Facebook ha sido su mejor arma para conseguirlo. Detrás de uno de los grupos más activos, Jeune Tunisie Libre, hay cuatro personas que no han llegado a la treintena. No se creen lo que ha pasado, pero todavía no están tranquilos. «Lo que hacemos en internet está penado por la Ley y como desde el 8 de enero también lo hacemos en la calle…», cuenta Amine a LA RAZÓN. Es la mayor de los cuatro administradores y sólo tiene 27 años. Llevan una semana durmiendo juntos, en las casas en las que más cerca les pilla el toque de queda, ya sea la del tío de Myriam (24) o los padres de Skander (24). «Le he dicho a mi madre que ya es partícipe de la revolución porque nos ha hecho la comida», se ríe Skander, un estudiante de medicina tunecino que derrocha vitalidad. Cuando se encuentran por primera vez con este periódico, el miércoles, también confiesan que es el primer día que han tenido tiempo de ducharse. Bueno, todos menos Heythem (23), el menor y más reservado del grupo.
Van con sus ordenadores portátiles a todas partes. Los tienen llenos de vídeos y fotografías que van analizando y contrastando antes de publicar. «Tenemos unas reglas: no podemos colgar nada de lo que no estemos seguros. Si no conocemos directamente a la fuente que lo ha grabado o visto, por muy fuerte que sea, lo guardamos hasta que lo verificamos», explica Myriam. «No vale un “me han contado”, la situación es muy inestable y no queremos hacer propaganda», añade Amine, profesora de universidad con un gusto exquisito para vestir. La joven pone de ejemplo el rumor que circula desde el día 15: «La gente nos decía que había milicias de Ben Ali echando veneno en el agua del canal. Mi padre, que vive cerca, fue a comprobarlo. Efectivamente era falso, algo que también nos hemos encargado de difundir».
Responsables del cambio
Al preguntarles si se sienten responsables de esta nueva era en Túnez, toman aire antes de decir: «Absolutamente». Ellos no comenzaron la revolución por la falta de pan sino por la escasez de oportunidades y en solidaridad con los pueblos del interior. «Era denigrante ver cómo tunecinos mueren en el Mediterráneo rumbo a Europa o ver zonas del país en la que viven como perros mientras Ben Ali, su familia y gabinete vivían tan dolorosamente bien». Amine compara al régimen con un cáncer que se los estaba comiendo. Lo sorprendente es que ha sido Facebook la mejor terapia para extirparlo y Mohamed Bouazizi, el joven que se quemó a lo bonzo a sus 26 años, quien localizó el tumor.
Bouazizi sólo quería trabajar, era un ingeniero informático que quería vender verduras para sacarse algo de dinero ante su desesperación. «El tortazo que le pegaron los agentes el 14 de diciembre se lo dieron a todos los jóvenes que estudian y quieren ganarse la vida trabajando. No hablamos de hambre sino de dignidad», apunta Amine. En Túnez, con casi 10,6 millones de habitantes, hay 1,92 millones de usuarios de esta red social. Y según cuentan, 500.000 son activistas y protagonistas de esta revolución. La pirámide de población tunecina es completamente inversa a la española: la edad media del país magrebí es de 29,7 años y tan sólo el 7,2% tiene más de 65 años. Esta juventud nunca había asumido un rol político.
En Jeune Tunisie Libre no tienen ideología; de hecho, ni siquiera conocen a los líderes de la oposición. «Nunca hemos votado», dice Heythem. Skander cuenta que aunque él no acudió a las urnas, alguien metió su voto por él. «Aquí votaban hasta los muertes», explica indignado. Amine cree que llorará el día que vea papeletas de verdad y a su pueblo votar en unas elecciones libres. Blogueros y twiteros también han movilizado a muchos tunecinos a través de internet. Es encomiable la labor de Lina Ben Mheni al frente de un de los blogs con imágenes más duras, «A tunisian girl», y de Slim Amamou, ahora secretario de Estado de Juventud en el Gobierno de coalición.
«@Slim404» bautizó como «ammar» al estado de control y prohibición en internet que el régimen de Ben Ali empezó a practicar en el último mes, cuando comenzaron a percatarse de la verdadera amenaza que eran páginas como Facebook, Twitter, Dailymotion o Youtube. «Todos aprendimos a usar proxys para poder acceder y seguir informando», explica Myriam. Sin duda, algo que les movilizó aún más fue la detención de Slim y las restricciones en internet, momento además en el que el grupo «Anonymous» puso a Túnez en su punto de mira.
Los héroes de la revolución
Precisamente el viernes 14, uno de los twits más repetido era un sarcástico: «Error 404, president not founded». Quitando la palabra «president», éste es el mensaje que los casi dos millones de internautas se habían encontrado cada vez que intentaban acceder a páginas webs censuradas por el Estado. Sin líderes políticos y sin afiliación, para Jeune Tunisie Libre los héroes de esta revolución son todos los jóvenes que han colgado algún vídeo en su muro, los que se han atrevido a fotografiar a un policía usando la fuerza y los que han convencido a sus padres a salir a la calle para decir basta ya a 23 años de represión. Aunque la libertad está en la cabeza de los cuatro, los sueños que les llevaron a pasar noches sin dormir y hasta a esconderse en el Zoo en la primera manifestación en la capital el 8 de enero, van desde no ver a gente morirse en hospitales por falta de equipamiento, montar una ONG sin tener que sobornar al clan Ben Ali-Trabelsi o poder hacer caricaturas de sus líderes políticos (Heythem y Myriam son diseñadores gráficos).
Mientras llega este momento, Jeune Tunisie Libre se va a encargar de sacar a la luz el currículum de cualquier político que llegue u opte al poder. Además, forman parte de un nuevo movimiento, todavía más grande, que ha nacido esta semana. El Foro de la Juventud Ciudadana agrupa a sindicalistas, asociaciones prohibidas hasta la semana pasada, grupos de derechos humanos… Ellos, aparte de encargarse de crear el grupo en Facebook y de difundir sus reivindicaciones, han logrado algo único. Han tumbado a un presidente, sí, pero en miras de construir el futuro de Túnez. Porque a nadie más que a estos jóvenes les interesa vivir en un país libre con los derechos básicos garantizados y en el que el Gobierno sólo sea un obstáculo en sus más que loables metas. «Era Ben Ali o nosotros», concluye Amine.
La juventud se dio cuenta de que no eran hechos aislados y tomaron las riendas. Si la televisión nacional no lo mostraba, ellos lo harían. Son los jóvenes tunecinos los que han derrocado a Ben Ali y Facebook ha sido su mejor arma para conseguirlo. Detrás de uno de los grupos más activos, Jeune Tunisie Libre, hay cuatro personas que no han llegado a la treintena. No se creen lo que ha pasado, pero todavía no están tranquilos. «Lo que hacemos en internet está penado por la Ley y como desde el 8 de enero también lo hacemos en la calle…», cuenta Amine a LA RAZÓN. Es la mayor de los cuatro administradores y sólo tiene 27 años. Llevan una semana durmiendo juntos, en las casas en las que más cerca les pilla el toque de queda, ya sea la del tío de Myriam (24) o los padres de Skander (24). «Le he dicho a mi madre que ya es partícipe de la revolución porque nos ha hecho la comida», se ríe Skander, un estudiante de medicina tunecino que derrocha vitalidad. Cuando se encuentran por primera vez con este periódico, el miércoles, también confiesan que es el primer día que han tenido tiempo de ducharse. Bueno, todos menos Heythem (23), el menor y más reservado del grupo.
Van con sus ordenadores portátiles a todas partes. Los tienen llenos de vídeos y fotografías que van analizando y contrastando antes de publicar. «Tenemos unas reglas: no podemos colgar nada de lo que no estemos seguros. Si no conocemos directamente a la fuente que lo ha grabado o visto, por muy fuerte que sea, lo guardamos hasta que lo verificamos», explica Myriam. «No vale un “me han contado”, la situación es muy inestable y no queremos hacer propaganda», añade Amine, profesora de universidad con un gusto exquisito para vestir. La joven pone de ejemplo el rumor que circula desde el día 15: «La gente nos decía que había milicias de Ben Ali echando veneno en el agua del canal. Mi padre, que vive cerca, fue a comprobarlo. Efectivamente era falso, algo que también nos hemos encargado de difundir».
Responsables del cambio
Al preguntarles si se sienten responsables de esta nueva era en Túnez, toman aire antes de decir: «Absolutamente». Ellos no comenzaron la revolución por la falta de pan sino por la escasez de oportunidades y en solidaridad con los pueblos del interior. «Era denigrante ver cómo tunecinos mueren en el Mediterráneo rumbo a Europa o ver zonas del país en la que viven como perros mientras Ben Ali, su familia y gabinete vivían tan dolorosamente bien». Amine compara al régimen con un cáncer que se los estaba comiendo. Lo sorprendente es que ha sido Facebook la mejor terapia para extirparlo y Mohamed Bouazizi, el joven que se quemó a lo bonzo a sus 26 años, quien localizó el tumor.
Bouazizi sólo quería trabajar, era un ingeniero informático que quería vender verduras para sacarse algo de dinero ante su desesperación. «El tortazo que le pegaron los agentes el 14 de diciembre se lo dieron a todos los jóvenes que estudian y quieren ganarse la vida trabajando. No hablamos de hambre sino de dignidad», apunta Amine. En Túnez, con casi 10,6 millones de habitantes, hay 1,92 millones de usuarios de esta red social. Y según cuentan, 500.000 son activistas y protagonistas de esta revolución. La pirámide de población tunecina es completamente inversa a la española: la edad media del país magrebí es de 29,7 años y tan sólo el 7,2% tiene más de 65 años. Esta juventud nunca había asumido un rol político.
En Jeune Tunisie Libre no tienen ideología; de hecho, ni siquiera conocen a los líderes de la oposición. «Nunca hemos votado», dice Heythem. Skander cuenta que aunque él no acudió a las urnas, alguien metió su voto por él. «Aquí votaban hasta los muertes», explica indignado. Amine cree que llorará el día que vea papeletas de verdad y a su pueblo votar en unas elecciones libres. Blogueros y twiteros también han movilizado a muchos tunecinos a través de internet. Es encomiable la labor de Lina Ben Mheni al frente de un de los blogs con imágenes más duras, «A tunisian girl», y de Slim Amamou, ahora secretario de Estado de Juventud en el Gobierno de coalición.
«@Slim404» bautizó como «ammar» al estado de control y prohibición en internet que el régimen de Ben Ali empezó a practicar en el último mes, cuando comenzaron a percatarse de la verdadera amenaza que eran páginas como Facebook, Twitter, Dailymotion o Youtube. «Todos aprendimos a usar proxys para poder acceder y seguir informando», explica Myriam. Sin duda, algo que les movilizó aún más fue la detención de Slim y las restricciones en internet, momento además en el que el grupo «Anonymous» puso a Túnez en su punto de mira.
Los héroes de la revolución
Precisamente el viernes 14, uno de los twits más repetido era un sarcástico: «Error 404, president not founded». Quitando la palabra «president», éste es el mensaje que los casi dos millones de internautas se habían encontrado cada vez que intentaban acceder a páginas webs censuradas por el Estado. Sin líderes políticos y sin afiliación, para Jeune Tunisie Libre los héroes de esta revolución son todos los jóvenes que han colgado algún vídeo en su muro, los que se han atrevido a fotografiar a un policía usando la fuerza y los que han convencido a sus padres a salir a la calle para decir basta ya a 23 años de represión. Aunque la libertad está en la cabeza de los cuatro, los sueños que les llevaron a pasar noches sin dormir y hasta a esconderse en el Zoo en la primera manifestación en la capital el 8 de enero, van desde no ver a gente morirse en hospitales por falta de equipamiento, montar una ONG sin tener que sobornar al clan Ben Ali-Trabelsi o poder hacer caricaturas de sus líderes políticos (Heythem y Myriam son diseñadores gráficos).
Mientras llega este momento, Jeune Tunisie Libre se va a encargar de sacar a la luz el currículum de cualquier político que llegue u opte al poder. Además, forman parte de un nuevo movimiento, todavía más grande, que ha nacido esta semana. El Foro de la Juventud Ciudadana agrupa a sindicalistas, asociaciones prohibidas hasta la semana pasada, grupos de derechos humanos… Ellos, aparte de encargarse de crear el grupo en Facebook y de difundir sus reivindicaciones, han logrado algo único. Han tumbado a un presidente, sí, pero en miras de construir el futuro de Túnez. Porque a nadie más que a estos jóvenes les interesa vivir en un país libre con los derechos básicos garantizados y en el que el Gobierno sólo sea un obstáculo en sus más que loables metas. «Era Ben Ali o nosotros», concluye Amine.
«Todos han aprendido a participar»
Dentro de las labores más importantes de estos cuatro jóvenes ha estado la de convocar manifestaciones, hasta hace un mes inusuales en Túnez, pero también la de contrastar y difundir lo que pasaba en la calle. Los activistas muestran a LA RAZÓN un vídeo de la televisión nacional en el que narraban, sobre imágenes en silencio, que la Policía había detenido a un hombre que estaba robando y que llevaba una espada. Ellos encontraron después, gracias a Facebook, un vídeo de dicho tunecino en el que explicaba lo ocurrido realmente: él simplemente paseaba por allí y los agentes le dieron una paliza y después lo justificaron en las cámaras. «Todo el mundo ha aprendido a participar, a denunciar de esta forma tan verídica», explican. Pero, en ocasiones, la represión también les ha llevado a tener que comprobar acontecimientos durísimos. Skander se ha desplazado, en más de una ocasión, al hospital para saber si uno de sus vecinos había sido asesinado de un disparo.
Dentro de las labores más importantes de estos cuatro jóvenes ha estado la de convocar manifestaciones, hasta hace un mes inusuales en Túnez, pero también la de contrastar y difundir lo que pasaba en la calle. Los activistas muestran a LA RAZÓN un vídeo de la televisión nacional en el que narraban, sobre imágenes en silencio, que la Policía había detenido a un hombre que estaba robando y que llevaba una espada. Ellos encontraron después, gracias a Facebook, un vídeo de dicho tunecino en el que explicaba lo ocurrido realmente: él simplemente paseaba por allí y los agentes le dieron una paliza y después lo justificaron en las cámaras. «Todo el mundo ha aprendido a participar, a denunciar de esta forma tan verídica», explican. Pero, en ocasiones, la represión también les ha llevado a tener que comprobar acontecimientos durísimos. Skander se ha desplazado, en más de una ocasión, al hospital para saber si uno de sus vecinos había sido asesinado de un disparo.
Las claves de la revuelta en Túnez
BOUAZIZI EMPEZÓ
A Mohamed Bouazizi le confiscaron el carro de frutas con el que sobrevivía y como protesta se quemó a lo bonzo. Fue el principio de la revuelta.
A Mohamed Bouazizi le confiscaron el carro de frutas con el que sobrevivía y como protesta se quemó a lo bonzo. Fue el principio de la revuelta.
75% MENORES DE 30 AÑOS
Túnez es un país cargado de futuro, pero sin esperanzas. Frente a los envejecidos estados de Europa, el país africano está poblado de jóvenes que no saben qué hacer con sus vidas. Tienen ganas, pero no oportunidades.
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EL EJÉRCITO, ALIADO
En vez de frenar la rebelión de los ciudadanos, el ejército de Túnez, si no la fomentó, se puso de su lado. Es el aliado contra el gobierno.
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GHANUCHI
El hombre fuerte de Ben Ali sigue siendo el primer ministro tras la huida del presidente. Quiere llevar a cabo una transición tutelada.
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Por Esther S. Sieteiglesias from larazon.es 22/01/2011
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