lunes, 25 de julio de 2011

El político más popular de Italia


Foto por REUTERS from BBC.co.uk

Napolitano es el garante de la Constitución italiana


La política italiana es difícil de seguir incluso para los italianos.
Mi sensación es que tratar de explicarle a los extranjeros las maquinaciones maquiavélicas del Parlamento en Roma puede ser -como el propio Mussolini una vez admitió, en un revelador momento- sencillamente inútil.
Demasiados nombres, demasiados partidos políticos (más de 20 en las últimas elecciones), demasiadas tramas y subtramas, personajes y "portaborse", una hermosa palabra italiana que significa "los cargadores de maletines", es decir, los serviles pero prepotentes aspirantes a políticos que se agrupan alrededor de los líderes del partido.
Pero parado con la cabeza y hombros por encima del resto está un burócrata ex comunista que se convirtió hace muchos años a la democracia social.
Durante los últimos cinco años, Giorgio Napolitano ha sido el presidente elegido por los italianos.
Il capo dello Stato
Napolitano vive en medio del esplendor de tapices y frescos en un gigantesco Palacio Papal de 400 años de antigüedad ubicado en el centro de Roma, manteniendo una mano firme en el timón de un país en medio de un profundo malestar político, económico y social.
Como el político favorito de Italia, cuenta con un índice de popularidad del 80%. En comparación, Silvio Berlusconi tiene un magro 30%.
A diferencia del presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, Napolitano es un presidente que no tiene funciones ejecutivas sino principalmente ceremoniales.
Sin embargo, él es la persona que tiene que nombrar un nuevo primer ministro cada vez que hay una crisis de gobierno.
Y él es el garante de la Constitución italiana, elaborada inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial por los padres fundadores de la república después de dos décadas de gobierno fascista.
Conocí a Giorgio Napolitano en la década de los '70, cuando representó al ala moderada del Partido Comunista italiano, que era totalmente aceptable para la izquierda europea y estadounidense.
Él era el único alto funcionario del partido que hablaba inglés con fluidez, y era acogido con afecto en Estados Unidos, cuando dio una serie de conferencias en las principales universidades de ese país en 1978.
Recuerdo que durante esos años lo entrevisté en su oficina, escasamente decorada y modesta, en la sede del Partido Comunista en la Calle de las Tiendas Oscuras de Roma, y me pareció un político abierto y cultivado, sin miedo a desafiar la hegemonía de la Unión Soviética.
Cómo cambian los tiempos.
El presidente, de hecho, sobrevivió al partido que lo llevó a la prominencia política.
La sede del Partido Comunista fue vendida a una compañía inmobiliaria hace unos años.
La antigua oficina de Napolitano es ahora parte de un bloque de apartamentos de lujo.
Más tarde se convirtió en un fuerte crítico de la política exterior soviética, condenó rotundamente la invasión soviética de Afganistán en la década de los '80, durante la cual también pasó ser un partidario de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Sin cirugías
El presidente Napolitano, calvo ahora, nunca se ha sentido obligado a recurrir a una cirugía estética o al trasplante de cabello para ocultar su edad. Camina con una leve inclinación, pero su voz sigue siendo contundente.
Sigue siendo un hombre de gran dignidad, como comprobé durante una reciente visita al Palacio del Quirinal, donde cuenta con un personal experto en escudriñar las diversas leyes enviadas por el Parlamento para su firma.
Su poder para rechazar las leyes es limitado, pero ha aprendido a respetar el espíritu y la letra de las leyes que él está llamado a refrendar.
Ha demostrado ser un firme defensor de los valores de los estadistas, ahora en su mayoría muertos, que forjaron la primera república moderna de Italia.
El ex líder del Partido Comunista es un observador minucioso de protocolo, acompañado en todas las ocasiones ceremoniales por los miembros imponentes de la guardia de honor presidencial, vestidos con sus petos de latón pulido y cascos emplumados.
Ha sido un año muy activo para el presidente, que ha viajado por toda la península para oficiar las ceremonias por el 150 aniversario de la unificación de este mosaico de antiguos estados independientes en un país unido por primera vez desde la caída del Imperio Romano.
En un discurso, el presidente citó las palabras del patriota italiano del siglo XIX Giuseppe Mazzini sobre el estado de miseria de sus compatriotas antes de la unificación.
"No tenemos bandera", se lamentó Mazzini en 1844, "no tenemos ningún nombre en la política, ni voz entre las naciones de Europa, no hay un centro común, ningún tratado común, no existe un mercado común".
"Estamos desmembrados en ocho estados independientes, separados por ocho barreras aduaneras, ocho monedas diferentes, diferentes sistemas de pesas y medidas así como diversas leyes civiles y penales".
Todo fue resuelto hace mucho tiempo, pero las anteriores divisiones de Italia se mantienen obstinadamente presentes mientras el país lucha para hacer frente a problemas crónicos como la eliminación de las 2.000 toneladas de basura generada cada día en la ciudad de Nápoles, que se ha quedado sin rellenos sanitarios donde ésta pueda ser depositada.
El presidente Napolitano recientemente hizo un apremiante llamado a las demás regiones de Italia para poner de su parte en la solución de la crisis de la basura, pero la respuesta ha sido en general: "No en mi patio trasero".
La unificación de Italia todavía tiene un montón de asuntos pendientes.

Por David Willey  from BBC, Roma   23 de julio de 2011

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