miércoles, 27 de julio de 2011

Goldman Sachs, los monjes banqueros que gobiernan el mundo


Foto from benzinga.com

“HACEMOS EL TRABAJO DE DIOS”, DICE SU CONSEJERO DELEGADO.
Goldman Sachs es el más exitoso de los bancos de inversión, pero también el más repudiado. Para muchos, GS es el ejemplo a seguir; para otros, es el tipo de compañía que representa todo lo que va mal en el mundo de los negocios. Y, desde luego, esa imagen dual no molesta demasiado a sus principales responsables, que no parecen estar haciendo nada por evitarla. Empezando por su dirigente máximo, Lloyd Blankfein, quien no ha tenido reparo alguno en declarar que “hacemos el trabajo de Dios” o que, a pesar de la crisis, “nuestros profesionales tienen que seguir haciendo lo que hacen. No estoy dispuesto a poner límites a su ambición”.
Pero además de esa hambre de triunfo, hay otros factores que han ayudado a Goldman Sachs a triunfar a lo grande. March Roche, periodista económico de Le Monde y autor del notable El banco. Cómo Goldman Sachs dirige el mundo (Editorial Deusto), asegura que el éxito de la firma no puede subsumirse en un sólo factor, sino que “está fundado en cuatro sólidos pilares: un knowhow único, una cultura de empresa basada en el trabajo en equipo, el reclutamiento de los mejores y de los más inteligentes y una red muy influyente en las altas esferas, tanto en las políticas como en las económicas”.
GS dispone, señala Roche, de asesores que conocen muy bien los engranajes del Estado, en particular ex comisarios europeos y ex gobernadores de bancos centrales, “lo que les permite anticipar las decisiones de los poderes públicas de ambos lados del Atlántico, consiguiendo información fiable tanto para sus operaciones de trading como para su gestión del patrimonio”. Y ese es otro aspecto de gran relevancia de GS, que es también una importante agencia de obtención de información en cuyo seno ésta circula fácilmente, al revés de lo que ocurre en las casas de sus competidores”.
Muchos observadores ligan la existencia de esta red con la propia salvación de GS en el inicio de la crisis, cuando el banco logró que el gobierno americano le ayudase aportando un capital que le era imprescindible. Para Roche, se equivocan tales expertos, “ya que la ayuda, aunque les vino bien, fue rápidamente devuelta. Blankfein tiene razón cuando dice que GS no la necesitaba. Lo que ha salvado a GS de la crisis, igual que a Morgan Stanley, es la concesión del estatuto de banco de depósito, algo que fue rechazado por Lehman Brothers”.
Sin embargo, sus buenas conexiones con el mundo de la política le sirven para algo más que para obtener dinero ocasional del Estado americano. Según Roche, “su red de influencia es más poderosa que la de sus competidores y sus dirigentes son más brillantes. Además, GS sabe muy bien cómo practicar el entrismo, como hicieron los troskistas”.
Probablemente por eso hay sido un banco muy potente en el plano político en EEUU. “Los ejemplos abundan: Henry Paulson, ministro de finanzas con Bush entre 2006 y 2008, Robert Rubin, que tuvo el mismo cargo con Clinton o Sidney Weinberg con Roosevelt y el New Deal, por no citar más que los casos más conocidos y no continuar con una lista que podría ser interminable. Otros, como Morgan Stanley y JP Morgan, hacen lo mismo, pero GS es el mejor en el lobby político, en particular alrededor de la Reserva Federal y del Congreso, sin hablar de otras agencias federales como la CFTC, el órgano estadounidense encargado de regular las materias primas”.
Según Roche, GS no es muy influyente en la Europa postcrisis, porque dirigentes como Merkel o Sarkozy muestran una notable animadversión hacia el banco, y porque una serie de escándalos, como la ayuda al maquillaje de las cuentas griegas, la especulación contra el euro o el caso Abacus, han conseguido que se desconfíe de la firma. Pero eso no significa que carezca de peso. Más al contrario, el nombramiento de Mario Draghi, ex gobernador del Banco Central Italiano, como presidente del Banco Central Europeo señala que su presencia en Bruselas sigue siendo importante.
Allí cuenta con un ejército de lobbystas que velan por sus intereses, pero también con altas personalidades del mundo de la política y de la economía que saben pulsar los resortes necesarios en la Comisión para recabar esa información que luego utilizarán en sus operaciones. Entre ellos, señala Roche, aparecen Otmar Issing, Charles de Croisset o Mario Monti. Además, GS cuenta con una red importante en los principales países europeos, caso de Inglaterra, Alemania, Francia e Italia. En España y en Hispanoamérica, asegura Roche, “el banco no está muy activo”.
Con todos estos puntos de conexión, no es extraño que el mundo de las finanzas logre tener un poder superior al de la política. Según Roche, “los bancos son hoy más poderosos que los políticos porque se apoyan sobre una red formidable de aliados y cómplices: agencias de calificación, despachos de abogados, auditores, consultores y relaciones públicas que silencian a los contrapoderes, como la prensa o las Ong”.
Traje oscuro, camisa blanca, pelo corto
El otro gran elemento de Goldman Sachs es su cultura de empresa, que se deja sentir en numerosos aspectos, comenzando por su vestimenta: “traje oscuro, camisa blanca de cuello amplio con corbata neutra, pelo corto, buen afeitado, calcetines grises, zapatos negros” y terminando por su relación con el trabajo, que lleva a Roche a calificarles de “monjes banqueros”. Viven en un ambiente de continua presión, a medio camino entre el estajanovismo y el estalinismo, en el que están vigilados por sus pares, y en el que siempre deben demostrar su hambre de alcanzar mayores metas y de hacerse más ricos.
Se trata de una cultura, explica Roche, “que se parece a la de un equipo deportivo, salvo que allí no hay estrellas. Uno debe matarse por el bien de la entidad y por el bonus propio. La filosofía es o nadas o te ahogas, como demuestra el continuo caudal de gente que es invitada a marcharse, al menos un 10% anual, y la retirada a los 40 años de sus directivos. La palabra secta, utilizada por sus detractores, puede ser excesiva, pero hay algo de eso”.
La relación con sus mujeres es también muy significativa. Quien trabaja para Goldman, afirma Roche, “pica piedra dieciocho horas al día, seis o siete días a la semana”. Y para poder cumplir con ese ritmo de trabajo, el banco exige una vida personal estable. El banquero de Goldman ha de estar felizmente casado, sin que ello signifique que deba prestar atención a la vida familiar. Más al contrario: partos, cumpleaños y aniversarios son problemas que deben evitarse. El empleado de GS debe pensar en su objetivo último, que es ganar dinero para sí y para la firma, por lo que la familia ha de quedar en manos de la esposa. Ésta, además, “como en todo imperio, tiene consideración de trofeo capturado y está sujeta a una densa red de compromisos sociales”.
La pareja es un todo: si uno no cumple con su parte, caen los dos en desgracia. En definitiva, afirma Roche, los empleados de GS viven en un “ritmo infernal de trabajo con incesantes viajes, en medio de una cultura machista y de trabajo en equipo que favorece el sexismo y la homofobia…Pero en eso GS no se diferencia del resto de bancos de inversión ni de los mismos medios económicos”. Sin embargo, las cosas están cambiando “en particular en los Estados Unidos, donde un creciente número de mujeres ocupa posiciones de poder en Wall Street. Europa, como siempre, va con retraso”.
The shadow banking
Gracias a estas armas culturales, a sus relaciones políticas, a su talento, y a un saber hacer especial, afirma Roche, GS ha sabido mantenerse, junto con Barclays y JP Morgan en ese grupo de bancos privilegiados que han establecido un nuevo orden en las finanzas y que están transformando por completo el panorama político. A este grupo de cabeza hay que añadir “a Deutsche Bank, Credit Suisse, UBS, BNP Paribas, Santander o Unicredit, por no citar más que algunos de los gigantes que han salido reforzados de la crisis”. Todos ellos forman parte de este nuevo entorno que está planteando serios desafíos a los estados, siendo el principal el de su reglamentación.
“Los bancos comerciales tradicionales están mejor regulados y por eso han debido aumentar sus fondos propios en virtud del refuerzo de los criterios de Basilea III. El gran peligro no está ahí, sino en un nuevo crack y en el shadow banking, esa esfera que está poco o nada regulada: trading sobre las materias primas, paraísos fiscales, hedge funds, private equity… GS es el ejemplo tipo de los problemas a los que deben enfrentarse los gobiernos, el de dos rostros de las finanzas. La luz agrupa a los bancos de depósito a las fusiones y adquisiciones, a los mercados de acciones y de divisas, que son sectores bien regulados. Las finanzas de la sombra no lo están. Ese es el nuevo desafío”.

Por Esteban Hernández   from elconfidencial.com  26/07/2011

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