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Tras los atentados de Oslo y Utoya, Mette-Marit ha enseñado su rostro más humano, ganándose el corazón de su pueblo.
Hace diez años Mette-Marit parecía no reunir ni una sola de las condiciones que debería requerir una Princesa. A sus 28 años —ahora tiene 37— acumulaba un pasado incompatible con los principios y valores que debería representar una Reina. Era madre soltera, su hijo era fruto de una relación con un traficante de drogas, había abandonado los estudios para trabajar en una cafetería y, para colmo de frivolidades, cuando estaba embarazada acudió a un programa de televisión a buscar novio. Ni siquiera una sociedad tan avanzada como la noruega podía asimilar tantos episodios escandalosos en la biografía de una persona que iba a formar parte de la Familia Real. Además, Mette-Marit no era una excepción en su familia. Sus padres se habían divorciado cuando ella era una niña y su progenitor acabó casándose con una bailarina de striptease.
Nunca en la historia reciente de las Monarquías europeas se había visto una boda tan rompedora con todas las tradiciones como la del Príncipe Haakon de Noruega. La imagen de aquella apuesta tan arriesgada fue la de los recién casados, asomados al balcón del Palacio Real con un niño en brazos, Marius, el hijo de la novia. Sin embargo, casi todas las Casas Reales quisieron acompañar al hijo de los Reyes de Noruega y asistieron a la boda. Entre ellos, Doña Sofía y el Príncipe de Asturias, que por entonces salía con una joven noruega, Eva Sannum, que también estaba invitada a la ceremonia.
Desde entonces, la conducta de Mette-Marit ha sido ejemplar. Una vez casada, la joven retomó sus estudios y puso todo su empeño en hacer lo que se esperaba de una Princesa. Tres años después de la boda, Haakon y Mette-Marit garantizaron la continuidad de la dinastía con el nacimiento de la Princesa Ingrid Alexandra, de 7 años, y posteriormente, del Príncipe Sverre Magnus, de 6. Con ellos ha acudido estos días a llevar consuelo a las familias de las víctimas de la matanza de Utoya y de Oslo. Mette-Marit, que también perdió a un hermanastro en los atentados, no sólo ha borrado el escepticismo que provocaba diez años atrás, sino que se ha convertido en una de las Princesas más queridas por su pueblo.
Por ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS / MADRID from ABC.es 28/07/2011